Para el concilio vaticano II, la comisión ante-preparatoria solicita, en nombre de Juan XXIII, las opiniones de todos los obispos del mundo entero. De ahí la respuesta de Monseñor de Proença Sigaud, con fecha de 22 de agosto de 1959. Este obispo brasileño será uno de los principales ponentes (presentadores) de la Congregación internacional de Padres (de la iglesia) que durante el Concilio se opuso a la influencia progresista. Las opiniones que él desarrolló aquí son siempre de actualidad. Reflejan el sólido buen sentido de un pastor de almas, apoyado en una doctrina filosófica y teológica irreprochables, sin hablar de sus conocimientos históricos. A través de la lucidez penetrante de este obispo, vemos una iglesia católica muy enferma, pero todavía curable si se hubieran utilizado buenos medios. Lo que no será el caso...
Eminentísimo Señor:
Obedeciendo a su carta del 18 de junio, por medio de la cual solicita mi opinión sobre los temas a tratar en el Concilio Ecuménico próximo, le escribo esta carta. Presentaré con humildad y modestia ciertos puntos que para mí son de gran importancia, pero sin tener intención de acusar a nadie, ni de someter a mis superiores a la crítica. No se tratará de cuestiones dogmáticas o jurídicas, otros obispos seguramente habrán hablado de ello. Yo abordaré temas prácticos y fundamentales para el futuro de la Iglesia, y os ruego los juzguéis con bondad.
Introducción
Cuando considero la vida católica actual en mi patria y en otras partes del mundo, veo muchas cosas que son señales de vida y que ciertamente son propias para reconfortar a toda alma que ama a la Iglesia. Sin embargo veo otras que me producen gran angustia. Son tan graves que las estimo dignas de ser consideraras por la Comisión Pontifica ante-preparatoria para el Concilio Ecuménico, y posteriormente por el Concilio mismo.
Veo que los principios, que el espíritu de lo que se llama Revolución, penetra en el clero y en el pueblo cristiano, como en otro tiempo los principios, la doctrina, el espíritu, el amor del paganismo penetraron en la sociedad medieval, y causaron la pseudo-reforma. Muchos de entre el clero no ven los errores de la Revolución, y no se oponen a ellos. A otros clérigos les gusta la Revolución como una causa ideal, la propagan, colaboran con ella, persiguen a los adversarios de la Revolución, calumnian y ponen obstáculos a su apostolado. Numerosos pastores se callan. Otros se adhieren a los errores y al espíritu de la Revolución, y abiertamente o en la sombra, alientan este espíritu, como lo hicieron los pastores en tiempo del Jansenismo.
Los que acusan y combaten los errores sufren la persecución por parte de sus colegas; se les llama “integristas”. De los seminarios y de la Ciudad Santa misma vuelven seminarista imbuidos de ideales de la Revolución. Ellos mismos se dicen “maritanistas”, son discípulos de Theilhard de Chardin”, “socialistas católicos”, evolucionistas”. Un sacerdote que combate la Revolución raramente es elevado al episcopado; los que la sostienen lo son frecuentemente.
Según mi humilde opinión, la Iglesia debería organizar en el mundo una lucha sistemática contra la Revolución. Yo no sé si se realizará. La Revolución misma no procede de otra manera. Un ejemplo de este trabajo organizado y sistemático es el nacimiento (origen) mundial, simultáneo, uniforme de la democracia cristiana en numerosas naciones inmediatamente después de una guerra monstruosa. Este fermento penetra en todos los países. Se realizan reuniones, se ha creado la “Internacional” y por todas partes el slogan es “Hagamos la Revolución nosotros mismos antes de que otros la hagan”.
La Revolución existe como consecuencia del consentimiento de los católicos. En mi humilde opinión, si el Concilio quiere tener efectos saludables, debe considerar primero el estado de la Iglesia que, a semejanza de Cristo, conoce un nuevo Viernes Santo, entregada sin defensa a sus enemigos, como lo decía el Papa Pío XII a los jóvenes de Italia.
Es necesario evidenciar el combate a muerte que se ha entablado contra la Iglesia en todos los lugares, reconocer al enemigo, comprender la estrategia y la táctica de este combate, examinar claramente su lógica, su psicología y su dinámica, para que podamos comprender de manera segura cada una de las luchas de esta guerra y organizar y dirigir con toda seguridad la guerra contraria.
I. Nuestro enemigo
Nuestro enemigo implacable de la Iglesia y de la sociedad católica continúa desde hace ya seis siglos ahora, en una lucha mortal y en una marcha hacia delante lenta y sistemática, ha derribado y destruido casi todo el orden católico, es decir la ciudad de Dios, y se esfuerza en edificar en su lugar la ciudad del hombre. Su nombre es “Revolución”.
¿Qué quiere ésta? Construir todo el orden de la vida humana, la sociedad y la humanidad sin Dios, sin Iglesia, sin Cristo, sin la Revelación, sobre la sola razón humana, sobre la sensualidad, la codicia y el orgullo. Para ello es necesario derrotar, destruir radicalmente y reemplazar a la Iglesia.
Este enemigo despliega en nuestros días una gran actividad, porque está seguro de su victoria en los años venideros. Y sin embargo, muchos de los pastores católicos rechazan con desprecio estas consideraciones como sueños originados por una mala imaginación. Así ellos obran como los habitantes de Constantinopla durante los años que preceden al desastre: ciegos, no quisieron ver el peligro.
A. La secta Francmasónica.
Los ojos de todos el Concilio deben estar dirigidos hacia esta secta.
Las palabras de los Sumos Pontífices, que ponen en evidencia su metafísica opuesta a toda la Revolución y que la muestran como el arma central en la guerra implacable contra la sociedad católica, son válidas todavía. Después de dos siglos, vemos realizado lo que el Papa Clemente XII señalaba como programa de esta secta. Algunas cosas en este programa faltan todavía. En nuestros días son promovidas con gran inteligencia, perversidad, energía y lógica, y llegan a marcha rápida. Pocas cosas faltan para la construcción total de la ciudad del hombre. ¿Cuántos años le serán concedidos a la Iglesia en “la asamblea de los reyes de la tierra”? ¿Cuántos años para imponer el “nuevo orden de los siglos” al mundo y a los cristianos?
Yo deseo aportar un argumento muy serio que demuestra la conjuración mundial contra el orden católico y su próxima victoria a menos que Dios salve milagrosamente a la Iglesia y nos prepare tal milagro por nuestro incansable trabajo. Se trata de un billete de un dólar de los Estados Unidos de América de Norte.
Si examinamos este pequeño papel con atención ¿Qué vemos?
En el círculo, al lado derecho vemos una pirámide que está construida en una gran llanura sin cultivo. Las piedras que la componen son cuadradas y pulimentadas. El significado de esta alegoría está indicado en la inscripción que se lee en la franja: Nuevo orden de los siglos. La pirámide significa la nueva humanidad que está compuesta por los hombres elogiados por los francmasones, cuyo símbolo es la piedra pulida en la que son transformados los hombres creados por Dios Creador pero transformado por el Gran Arquitecto del Universo. La base de la pirámide indica el fundamento de este Nuevo orden de los siglos: 1776, año del nacimiento de los Estados Unidos.
Los Estados Unidos son por lo tanto la base de esta Nueva humanidad masónica. Faltan piedras a la pirámide. El Nuevo orden de los siglos no está pues completo todavía, pero le falta poco.
Sin embargo, la obra estará seguramente acabada porque encima de la pirámide está escrito “Dios”, no el Padre de Jesucristo, que es un creador vengador sino el Dios gnóstico, el Arquitecto: está representado por un ojo colocado en un triángulo. Estamos en pleno dualismo gnóstico- maniqueo que es la base teológica de la secta masónica. Este “Dios” da su aprobación a las empresas, como se puede leer encima de la pirámide: es decir que alaba la obra, la aprueba, está de acuerdo con ella.
Esta alegoría es elocuente, más de lo que hace falta. Para nosotros, el Nuevo orden de los siglos fue fundado por Nuestro Señor Jesucristo, y comenzó hace 1959 años. El Nuevo orden del que tratamos comenzó en 1776. Es una construcción que es contraria a la naturaleza creada. Este orden será acabado pronto. He aquí una cuestión vital para la Iglesia. El orden masónico se opone al orden católico. Pronto el orden masónico abarcará a la humanidad entera. Sin embargo, numerosos pastores católicos no lo ven, un gran número de ellos se callan.
Después de León XII, ninguna nueva encíclica sobre esta secta: ¿Qué se dice de ella en las universidades y seminarios? ¿Qué se dice en sociología de esta cuestión tan grave? En el gobierno mundial y nacional de la Iglesia, se ignora frecuentemente este problema, hay como una tregua. En los estudios y en las orientaciones de los sacerdotes no se habla de su programa, de su método, del sistema de toda la sociología masónica, de su fin, de su espíritu, de sus medios, de su táctica y de su estrategia. Y lo que es más, el P. Berthelot, jesuíta francés, escribe un libro sobre la posibilidad de colaboración entre la Iglesia y la Secta.
El peligro es muy actual. Los obispos argentinos lo han notado y han llamado a sus fieles para protestar. En Brasil hay indicios de próximas luchas.
B. El Comunismo.
El Comunismo es otro enemigo de la Iglesia católica. La secta masónica reúne a los “burgueses”; el Comunismo a los “proletarios”. El fin de los dos es el mismo: la sociedad socialista, racionalista, sin Dios y sin Cristo.
Hay una cabeza común a los dos:
C- El judaísmo Internacional.
1. Nosotros condenamos toda persecución contra los judíos en razón de su religión o por razones étnicas. La Iglesia está contra el antisemitismo.
2. Pero la Iglesia no puede ignorar los hechos pasados y las afirmaciones claras del Judaísmo internacional. Los jefes de este judaísmo conspiran desde hace siglos contra el nombre católico y preparan, metódicamente y por odio inmortal, la destrucción del orden católico y construyen el orden del imperio mundial judaico. Esto es a lo que aspiran la secta masónica y el comunismo. El dinero, los medios de información periódica, la política mundial están, en gran parte, en manos de los judíos. Aunque ellos sean los mayores capitalistas y debieran, por este motivo, ser los mayores adversarios de los rusos y del comunismo, no les temen; muy al contrario, les ayudan a vencer. Los que revelaron los secretos atómicos de los Estados Unidos fueron Fuchs-Gold-Gringlass-Rosemberg: todos judíos. Los fundadores del comunismo son judíos; ellos son los propagadores de éste; los organizadores, los “banqueros”.
Esta es la realidad: ¿de ahí el odio? No, sino la vigilancia, la claridad, la lucha sistemática y metódica que es necesario oponer a la lucha sistemática y metódica de este “Enemigo del hombre” cuya arma secreta es el “fermento de los Fariseos que es la hipocresía”.
D. La Revolución.
El judaísmo internacional quiere derribar radicalmente la Cristiandad y sustituirla. Sus tropas son los masones y los comunistas principalmente. El proceso de la Revolución comenzó a fines de la Edad Media, progreso por el Renacimiento pagano, dio saltos adelante en la Pseudo-Reforma, destruyó la base política y social de la Iglesia en la Revolución Francesa, pensó derribar la Santa Sede, en el ataque a los Estados Pontificios, hizo añicos los recursos de la Iglesia con motivo de la secularización de los bienes de los Religiosos y de las Diócesis, causó una crisis interna muy grave con el Modernismo, y en fin produjo, con el Comunismo, el instrumento decisivo para borrar de la tierra el nombre cristiano.
La mayor fuerza de la Revolución nace de la utilización inteligente de las pasiones humanas. El Comunismo creó la ciencia de la Revolución, y sus armas principales están en las pasiones humanas desenfrenadas metódicamente excitadas.
La Revolución emplea dos vicios como fuerza destructoras de la sociedad católica y constructora de la sociedad atea: la sensualidad y el orgullo. Estas pasiones desordenadas y violentas son dirigidas de manera científica hacia un fin preciso y se someten ellas mismas a la disciplina férrea de sus jefes, para destruir de arriba abajo la Ciudad de Dios y construir la Ciudad del Hombre. Ellos aceptan la tiranía totalitaria misma, toleran la pobreza con este fin, que sea edificado el orden del Anticristo.
Un cierto gobierno central, enérgico y muy inteligente dirige todo el proceso: es una central humana que es el instrumento del mismo Satán.
Lo que se llama “Políticas de Derecha”, como el fascismo y el Nacional Socialismo, fueron ellas mismas las cabezas de combate contra la Iglesia de Cristo.
II. El combate católico contra este enemigo
A. Ciertos principios.
a) La condena de doctrinas perversas es una gran manera necesaria pero no es suficiente. Pues las condenas no faltan en la lucha contra el Protestantismo, contra el Jansenismo, el Modernismo, el Comunismo. Ellas tuvieron muy buen resultado. Algunas llegaron tarde.
b) Es un combate organizado contra los errores, y los promotores y propagadores de los errores, lo que se necesita. Un combate tal organizado, como un ejército ordenado y metódico, viene a ser hoy fácil por el progreso de las comunicaciones con la Santa Sede. Sin embargo el Clero, las Órdenes religiosas, nuestras escuelas, los laicos, no son sistemáticamente lanzados a la lucha. Falta una resistencia organizada contra las ideas y contra las personas.
c) El combate organizado debe tocar también las formas ocultas de la Revolución así como sus errores y su espíritu, que la propagan, ella y su espíritu presentan generalmente dos aspectos:
1. Ellas con la consecuencia lógica de sus errores, o la expresión psicológica de los falsos principios, aplicada a un terreno muy concreto.
2. La cosa está presentada de tal modo que el fiel poco informado no advierte la malicia de la doctrina.
3. Aunque no perciba la malicia de la doctrina, el fiel guarda en su alma, de forma latente y activa, el principio perverso y es reducido poco a poco, insensiblemente, por este principio y por el espíritu de la Revolución.
El beato Pío IX
B. El Syllabus del Papa Pío IX.
El Syllabus es la lista providencial de los errores perniciosos de nuestra época y conserva toda su actualidad. Debe sin embargo, ser completado:
1. Por la inclusión de nuevos errores actuales.
2. Por una organización práctica de la lucha contra tales errores y contra sus defensores en el exterior y en el interior de la Iglesia.
Este combate práctico y organizado, ha faltado a mi parecer. Frecuentemente, los defensores de los errores y del espíritu que han sido condenados en el Syllabus, han sido elevados a puestos de mando en el interior de la Iglesia.
En los seminarios se encuentran profesores que divulgan tales errores y están llenos de amor a la Revolución. Los sacerdotes que permanecen neutrales en este combate, son ascendidos. Los que luchan abiertamente contra la Revolución son retirados de sus cargos. Sufren frecuentemente la persecución y se les prohíbe hablar. Los pastores no alejan a los lobos de sus rebaños e impiden ladrar a sus perros. Yo ya he encontrado una monstruosidad de este clase: “Yo soy sacerdote maritainista”, “yo soy obispo maritainista”.
En el nuevo Syllabus, deben ser incluidos los errores del Socialismo. Igualmente los errores de Marc Sangnier, del movimiento “Le Sillon”; lo mismo la herejía social de Maritain. La idolatría democrática; el ídolo de la Democracia Cristiana, los errores del “Liturgicismo”; los errores del sacerdocio de los laicos de Acción Católica. Los errores sobre la obediencia sobre los votos religiosos; los errores del Comunismo respecto a la propiedad, del Evolucionismo panteísta universal.
III. La estrategia del Caballo de Troya
A. La doctrina del mal menor.
Entre las muy numeras formas por las que penetra la Revolución subrepticiamente en la ciudadela de la Iglesia, se distingue la táctica del ‘‘mal menor”. Ella es en este lucha lo que fue el célebre caballo en la guerra de Troya.
La doctrina católica enseña: si no podemos evitar el mal, podemos permitir un mal menor para evitar un mal mayor, con tal que no hagamos positivamente el mal. En la práctica, la resistencia sucumbe bajo ese pretexto.
1. Ellos consideran que un cierto mal menor es necesariamente un mal pequeño contra el que no se justifica el combate.
2. Numerosos católicos e incluso sacerdotes consideran que el combate causa perjuicio a la Iglesia, como si ella no fuera precisamente militante. Por esto, so capa de prudencia, de caridad, de tolerancia y de delicadeza apostólica, permiten el mal sin combatirlo.
3. No recuerdan que el mal, incluso el menor es siempre un mal, y por eso no tratan de eliminarlo ni de suprimirlo. Viviendo diariamente con el “mal menor”, olvidan el mayor bien al que se opone este mal, y por el uso de la “hipótesis” olvidan “la tesis”, y al final prefieren el mal mismo como cosa normal y rechazan el bien con horror: por ejemplo la separación de la Iglesia y del Estado; el Divorcio permitido entre católicos por miedo a que les sea impuesto.
B. Acomodación a los Acatólicos.
He aquí la segunda puerta secreta por la que el enemigo penetra en la ciudadela católica. La fragilidad debida a la concupiscencia innata nos procura generosamente una continua tentación de conformidad con este siglo. Debemos acordamos de que la lucha cuerpo a cuerpo contra la carne y la sangre, no cesa jamás, menos todavía la lucha contra los principios de estas tinieblas. Cada día, el evangelio proclama de nuevo el “niéguese a sí mismo”. Ciertos principios deben ser fuertemente restablecidos en el espíritu de los católicos, incluso en el clero.
1. Que ninguna acomodación sea permitida en cuanto a los principios. Hay que insistir mucho sobre este punto porque los fieles comprenden que la contradicción es necesaria entre el mundo y la Iglesia. Y si “nuestros días” son más de este mundo pagano que de Dios, por eso los católicos no pueden ser “de este tiempo”.
2. Igualmente si se observan los principios, la acomodación al siglo puede ser perjudicial para la causa católica, cuando ella incita al mal a la fragilidad humana a causa del escándalo: alguien puede frecuentar sin pecado lo que se llama un casino, pero para la mayoría, esta frecuentación no se hace sin pecado.
Si la ausencia de acomodación irrita a los adversarios, esto no es necesariamente un mal; al contrario, esto puede ser un gran bien. Así hizo el Salvador. La guerra no se hace ni la victoria se obtiene sin conflagración dolorosa. Los adversarios perciben, por una especie de instinto, las cosas que son favorables a la Iglesia y perjudican a la Revolución, y ellos la soportan difícilmente. Este temor a desagradar a los adversarios supone que son de buena fe que no debe ser perturbada. Estos católicos piensan que los acatólicos viven en un error puramente intelectual, de tal modo que al instante se convierten a la verdad católica si se les presenta de forma amable. Consideran también que toda polémica es mala, y que la energía y la severidad con la que la Iglesia defiende la fe perjudicaría a la conversión de los individuos.
C. Cooperación con los acatólicos.
Graves son las consecuencias para la causa católica, de la cooperación generalizada en las cosas comunes sin duda, en las cosas particulares conexas y para un fin bien limitado, la Iglesia puede recoger un determinado bien de tal cooperación. Generalmente, sin embargo, una verdadera colaboración no es posible, por los principios, el fin y el espíritu son demasiados opuestos. Después de este contacto los acatólicos ganan poco, los católicos pierden mucho.
1. La buena fe.
Muchos de los males entran al campo católico a causa de la “buena fe” especialmente porque las funciones muy influyentes son confiadas a personalidades cuya fidelidad no ha sido constatada. Cierto, en tiempo de paz “nadie es malo a menos que lo demuestre”. Pero cuando la ciudad es asediada, “nadie es bueno para esto, a menos que lo demuestre”.
2. Los vehículos de la corrupción.
A) Los bailes.
Me parece conveniente la condena radical de los bailes en los que el hombre rodea a la mujer con su brazos y la estrecha contra él. Igualmente, ciertos bailes modernos como el “rock’n roll” y otras danzas parecidas debieran ser formal y universalmente prohibidos a los católicos.
Eso que se llama el “bal”, la Iglesia debe apartarse de el cómo de un culto sensual y exclusivo del cuerpo.
1. Las modas.
Por lo que concierne a los países de civilización occidental, podrían darse normas objetivas para el vestuario femenino. Además, la virtud de la modestia debe ser exigida sin debilidades como necesaria y fundamental para la salud moral de las naciones. Se debe inculcar a los misioneros la educación de los salvajes al culto a la modestia. Los trajes de baños femeninos para los baños públicos, llamados “bikinis” deben ser absolutamente desaprobados; igualmente los trajes de baños de dos piezas que dejan toda la espalda desnuda.
2. Los concursos de belleza.
Tales concursos deben ser absolutamente condenados. Me parece que tanto las can- didatas como los organizadores, los jueces y aquellos que financian con largueza estos mercados de carne humana deben ser todos castigados con la excomunión. Los obispos americanos niegan los sacramentos a los candidatos católicos de estos concursos. Este debiera ser el caso en el mundo entero, en cuanto a los candidatos y a los demás participantes.
C) El cine.
La postura de la Iglesia a propósito del cine está expresada por los documentos pontificios. Pero en la práctica ocurren ciertos escándalos.
1. El cine documental y de erudición es muy útil para ayudar a los estudios y a los pueblos que es necesario instruir.
2. Sin embargo, el cine parroquial que se hace para la alegría y la diversión es de la misma naturaleza que las “novelas” y los “cuentos”. Estos excitan sin fundamento la imaginación y las pasiones. Estas cosas se vencen por ascesis, y perjudican generalmente a la vida católica porque disipan el espíritu.
3. El cine parroquial es en general un escándalo para los fieles.
a) porque de ordinario se presentan películas inmorales o degradantes a lo largo del año;
b) porque, por la frecuentación del cine parroquial se adquiere el vicio del placer y así el fiel pervertido, en los lugares donde no hay cine parroquial, va a cualquier cine;
c) porque el cine disipa la vida espiritual.
4. La educación por el cine que se imparte por la Acción Católica no es más que un entretenimiento diabólico, por el cual el fiel es llevado a ver escenas obscenas bajo el pretexto de técnica y de arte, como si la imaginación y la concupiscencia pudieran unirse y desligarse a la menor señal de la voluntad, del mismo modo que la energía eléctrica.
5. La crítica cinematográfica.
Una crítica del cine es más difícil que una crítica en el campo del libro. La imaginación y los ojos son atraídos con más intensidad. Pudiera ser que la creación de un Centro Romano para la crítica del cine, bajo la dirección de la Santa Sede y con una autoridad universal, fuera la solución práctica. No se debiera considerar solamente la moralidad inmediata, sino también el valor, en cuanto a la propaganda, por la dinámica de la Revolución. Bajo este aspecto, las películas llamadas “aptas” para las personas con juicio formado debieran ser examinadas atenta y rigurosamente.
F. Los libros.
Las condenas de libros hechas por el Santo Oficio producen gran efecto entre los católicos. La mayor parte de los fieles rechazan estos libros. Sin duda, otros lo leen. Pero sabiendo que la Iglesia ha condenado el libro, consideran ya su doctrina como falsa y su veneno les hace así menos daño. A veces sin embargo las condenas tardan demasiado y dejan tiempo para causar grandes males. Así la reprobación de Gide llegó demasiado tarde. Otra condena extremadamente necesaria es la condena de Jacques Maritain. Sus errores causaron, sobre todo en América latina, graves perjuicios a la Iglesia. El clero joven está infectado de ella.
Los daños de los errores del partido “Democracia Cristiana”, provienen de las ideas de Maritain. Se dice que las agitaciones políticas en América son hechura de sus discípulos. Los católicos dicen: el Vaticano admite a Maritain porque fue delegado de Francia ante la Santa Sede. Los obispos se dicen “maritainistas”. Sus doctrinas predominan en las universidades católicas brasileñas. A pesar de todo, Roma se calla. Los hombres públicos obran según el principio siguiente: la Revolución fue mala en su método pero es buena en sí. Hagamos nosotros los católicos la Revolución antes de que la hagan los comunistas.
IV. Las dificultades internas
A. El estancamiento de la escolástica.
Pudiera ser que la reforma de los estudios romanos hecha en 1930 sea la causa de la paralización de la escolástica. La atención de los estudiantes fue dirigida casi únicamente hacia las cuestiones históricas y positivas. Las tesis para la licenciatura y el doctorado son en general: el pensamiento de tal filósofo o teólogo.
La filosofía, teología y sociología católicas han perdido en parte su dinámica. Los nuestros no estiman ya el pensamiento occidental. Los nuevos guías son: Sartre, Freud, Dostoievsky, etc... Por una cierta sed malsana, los nuestros buscan su adaptación a los ídolos del momento: se leen los artículos de cualquier “místico existencialista”, etc....
El Concilio debería considerar muy de cerca tal competencia para que se de un nuevo vigor a la doctrina católica. Algunos, que causan la desviación, deberían ser incapacitados para ejercer. Deberían ser condenados el “socialismo cristiano”, el “nominalismo”, el “idealismo Kantiano”, todo Hegel con su escuela, Sartre, la doctrina de Maritain, y su engañosa distinción entre individuo humano y persona humana en las cosas sociológicas, el evolucionismo absoluto, el positivismo filosófico, el positivismo jurídico, el maniqueísmo y el gnosticismo modernos que se expresan en el arte abstracto, el tesofismo: el Rotary, el Lions, el Rearme Moral.
Polémica y discusión.
Para favorecer la influencia de la Iglesia y de la doctrina católica, es necesario promover la costumbre de las discusiones y de las polémicas, a propósito de las cuestiones disputadas. No se participará en las cuestiones ciertas si no se participa en las disputadas. Sin ninguna duda, se debe cuidar de que la forma esté llena de caridad. Pero la discusión es necesaria y lo que es más, viva, para que nazca el amor a la verdad. Los comunistas han explorado científicamente esta técnica de las discusiones. El pueblo debe participar en disputas para conseguir el hábito de reflexionar y el amor a la doctrina.
B. El naturalismo pedagógico.
La influencia de Jean-Jacques Rousseau es muy grande entre los católicos mismos. Numerosos fieles tienen una falsa idea de la autoridad paterna y de la naturaleza del niño.
En efecto consideran que el niño es casi como un ángel, sin pasiones desordenadas y sin concupiscencia.
La doctrina católica debe ser traída de nuevo a la memoria de nuestros religiosos que se consagran a la educación, porque muchos errores de los protestantes han invadido los claustros.
En las cuestiones sexuales la inocencia debe, dentro de lo posible, ser conservada; pero las ideas y los principios hay que comunicarlos a los niños, cuando se pueda, en su integridad, de modo que el fiel llegue a su madurez lo más pronto posible.
Es necesario también decir algo a propósito de los “complejos”. Bajo el pretexto de evitarlos, la naturaleza viciada del niño es abandonada a sus inclinaciones naturales.
IV. El combate contrarrevolucionario
A. Algunos principios.
La conspiración de la Revolución es una y orgánica. Tal conspiración debe ser combatida según un modo y una acción únicos y orgánicos. Los católicos esperan del Magisterio una descripción concreta y práctica, fundamental y orgánica de la sociedad católica, de la sociedad contrarrevolucionaria. En esta sociedad están también incluidos de forma orgánica, los buenos elementos de la vida moderna con aquellos de la sociedad tradicional que deben ser conservados.
(...) El combate católico contra los enemigos de la Iglesia se me presenta con frecuencia como un combate de ciegos contra personas que ven. Nosotros ignoramos el fin, el método, la dinámica, la estrategia y las armas. ¿Qué nos enseña la sociología católica de todas esas cosas?
B. Reedificación de la sociedad católica.
Esta reedificación no significa una corrección de defectos parciales, sino casi una nueva creación. Muchas cosas en la vida no son ya cristianas sino paganas.
Los católicos deberían saber que: “esto y aquello no son compatibles con la sociedad católica”. En tales y tales ámbitos la sociedad debería ser de este modo o del otro para ser católica. Hay en eso márgenes que son amplios, pero no infinitos. La figura ideal de la sociedad católica debe ser descripta ante nuestros ojos para que sepamos lo que debemos hacer.
La fuerza de la Santa Sede es inmensa. Si los fieles estuvieran reunidos y dirigidos para esta obra de modo enérgico, claro y metódico; por un verdadero combate mundial, bajo la dirección del Romano Pontífice, la marcha triunfal de la Revolución se interrumpiría y el Reino del Sacratísimo Corazón de Jesús sería instaurado. “Restaurar todo en Cristo”.
La reconstrucción de la Cristiandad es cosa de gran importancia. De la mayor importancia es la restauración del reino del Sacratísimo Corazón de Jesús. Dios puede salvar a cada alma en particular en una sociedad revolucionaria. Pero las condiciones para la salvación
son las peores y la salvación de cada alma será cuestión de un milagro.
(...) El orden cristiano, al contrario, es la mayor gracia exterior que impulsa suave y eficazmente, no a cada individuo, sino a multitudes enteras, a la santidad de vida y a la salvación eterna. En la sociedad revolucionaria, Dios pesca las almas con anzuelo. En la sociedad cristiana, son pescadas con redes. La primera sociedad es el mayor obstáculo, la segunda es la mayor gracia exterior.
C. Atacar al comunismo.
En muchos católicos es fuente de tentación de ocuparse del comunismo de la misma manera con la que el Liberalismo era tratado por la Iglesia el siglo pasado, y como lo es todavía hoy. Con el Liberalismo es posible la coexistencia.
1. El Liberalismo no impedía a la Iglesia predicar su doctrina, ni le obligaba a predicar la doctrina liberal.
2. El Liberalismo permitía la condena de sus errores.
Sin embargo, bajo el régimen comunista, no hay ni lo uno ni lo otro:
a) A la Iglesia se le impide propagar su doctrina;
b) La Iglesia estaba obligada a enseñar los mismos errores del Comunismo.
c) La Iglesia no puede condenar los errores del Comunismo.
La oposición del Comunismo a la Iglesia católica es esencial, radical, perpetua, total.
Cuando el Comunismo hace una cierta paz con la Iglesia, se trata de una pausa en el combate. La razón de esta pausa puede ser diversa:
a) la política internacional puede exigir esta pausa.
b) la estrategia en el asalto de otro país puede causar esta paz ficticia en un país vecino.
c) la debilidad del mismo Comunismo, al comienzo puede explicar tal tregua. Igualmente el verdugo antes de castigar a la víctima con la muerte, hace una pausa para golpearla mejor.
La cooperación con el Comunismo será siempre para ruina de la propia Iglesia. El Comunismo es el hijo de la Sinagoga. Hasta la conversión del pueblo judío, la Sinagoga judaica será la Sinagoga de Satán. Y el Comunismo será el Comunismo de Satán, obra y figura del Anticristo.
D. El Socialismo.
La fuerza secreta del Comunismo se encuentra en su odio a Cristo. Su fuerza de seducción reside sin embargo en la utopía socialista. El Comunismo promete una sociedad de hermanos: sin autoridad, sin clases, sin pobreza, sin dolor, sin las dificultades de la vida, sin Dios y sin infierno. Promete el paraíso en esta vida.
Sin Dios: “libertad”. Sin rey ni padre: “igualdad”. Sin propiedad ni clases sociales: “fraternidad”. Los católicos se adhieren fácilmente a esta utopía, pensando que puede ser bautizada Por eso dicen que la Iglesia primitiva era socialista.
Una conducta severa y solemne de esta utopía por el Concilio Ecuménico me parece necesaria. Se trata de una verdadera tentación mundial, semejante a la tentación del paraíso: “Seréis como dioses” o estas otras palabras: “Te daré todas estas cosas”.
1. La vida terrestre no debe ser paradisíaca. La Cruz, la paciencia, la abnegación son indispensables para obtener el fin de la vida sobre la tierra. La caridad es necesaria, no solamente la justicia.
2. Jamás el verdadero paraíso socialista será logrado en la tierra. Buscando el Reino de Dios y su justicia, el hombre obtendrá esta medida de felicidad terrestre que la amorosa Providencia concede a sus hijos en esta tierra. Buscando exclusivamente su felicidad, y violando las leyes de la naturaleza humana, el hombre dirigido por Satán adquiere la mayor esclavitud. Los judíos aseguran a los pueblos sometidos al yugo del socialismo que su Rey “los acaudillará con vara de hierro”. La sociedad revolucionaria será primero un paraíso en la tierra, luego un infierno en la tierra.
3. Debe ser enseñado claramente que las diferencias sociales y económicas son esenciales para la vida normal de la sociedad. Esta diferencia no va contra la justicia. Las diferencias no deben ser exclusivas; deben ser admitidas por la caridad. Para una buena disposición de la sociedad, las clases deben existir”.
4. El Socialismo forma al pueblo en el odio a los bienaventurados y a las virtudes cristianas; a la humildad, la pobreza, la castidad. ¿Por qué las órdenes mendicantes no predican con más amplitud el ideal de la Pobreza?
E. La nacionalización de la vida.
En nuestros días aumenta, en numerosas partes del mundo, la ingerencia del Estado en la vida de los individuos y de las asociaciones. Esta ingerencia es con frecuencia necesaria a causa de la demolición de la vid colectiva, que ha sido destruida por el Liberalismo. Muchas cosas que corresponderían de por sí a la sociedad y a sus asociaciones, son realizadas hoy por el Estado.
La doctrina católica debe admitir estas ingerencias. Pero debe considerarlas claramente como extraordinarias, anormales, transitorias. En sí, deben ser abolidas en cuanto sea posible.
Se busca fácilmente la solución de las dificultades en el Estado y en el cambio de las instituciones tradicionales y naturales. Sin embargo, las dificultades provienen generalmente de la corrupción de las costumbres. Para la corrección de estas costumbres, la religión católica es indispensable. La solución de las dificultades actuales no se encuentra desde luego en las Conferencias Internacionales, sino en la recristianización a las costumbres. Si Dios y su Hijo Jesucristo estuvieran colocados como fundamento de la vida individual, familiar, y nacional, incluso las cosas de la naturaleza que debieran ser ayudadas por la inteligencia y la humildad y buena voluntad humana, encontrarán soluciones connaturales.
En el mundo socialista se adentra este espíritu que quiere en los despachos establecer soluciones e imponerlas a la naturaleza. Pero los seres vivos, tanto físicos como animados, son tan complejos y la vida tan variada, que el espíritu humano es incapaz de conocer todas las fuerzas de igual manera. Por eso se debe tratar a la naturaleza no como un herrero, sino como un jardinero.
VI. Epílogo
Muchas sociólogos católicos hablan de “Nueva Humanidad”, que nacerá pronto, como si ellos supieran algo por la ciencia esotérica o gnóstica. El “dogma” de la evolución explica en parte esta ciencia y esta experiencia. Un día el hombre fue mono. El podrá evolucionar y llegar a ser una cosa superior a la naturaleza humana actual: un superhombre. Entonces las leyes del Derecho natural serán distintas, incluso la ley moral, que llegará a ser, por ello mismo, relativa.
Nosotros debemos rechazar esas cosas.
En mi humilde opinión, me parece sin embargo necesario que presentemos un programa positivo. Los católicos lo desean. Ellos dicen: «Cuando se trata de una lucha contra el error, todos los católicos están unidos. Pero cuando se trata de una construcción positiva, la unidad se destruye». Sin duda, muchas organizaciones han tratado, estos últimos años, de acción.
Pero contenían en ellas numerosos elementos del Socialismo, y por eso no han sido aceptadas por la base católica. Las organizaciones más han dividido que unido.
Si el Concilio Ecuménico presentase un programa positivo de acción contrarrevolucionaria y de edificación cristiana, con sus partes concretas, y si convocara a todos los católicos a esta obra, pienso que había dé llegar el amor al Reino del Sagrado Corazón de Jesús y al Corazón de María.
Considero que estas cosas debían ser dichas, Eminentísimo Señor. En calidad de Obispo humilde y desconocido, he querido mostrarle la obediencia que le debo enviándole estos apuntes. Usted juzgará si le resultan útiles.
Beso con afecto su púrpura sagrada y me manifiesto su muy afectísimo.
Gerard de Proença Sigaud, Obispo de Jacarezinho. Revista Tradición Católica, N° 235, Enero-Febrero 2012.