LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE NUESTRA SEÑORA, PATRONA DE ESPAÑA
El singular privilegio que este Misterio para la Virgen Nuestra Señora al ser preservada de la mancha original, fue no solo posible debido a la Divina Omnipotencia, sino de sobra conveniente para que Aquélla que fue elegida para ser Madre de Nuestro Redentor, como de siempre fue creído en la Santa Iglesia y defendido especialmente por la Católica España, motivo por el cual, la Inmaculada Concepción, es su Patrona.
En la Historia de la Iglesia, apenas se hallará una Orden religiosa que no pueda presentar nombres ilustres de grandes teólogos que favorecieron la prerrogativa de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora; la Compañía de Jesús puede presentar a Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Toledo, Suárez, San Pedro Canisio, San Roberto Belarmino y otros muchos más. La gloriosa Orden Dominicana, el celebérrimo Ambrosio Catarino, Tomás Campanella, Juan de Santo Tomás, San Vicente Ferrer, San Luis Beltrán y el Papa San Pío V. La Orden Carmelitana, ya en 1306, determinó celebrar la fiesta en el Capítulo General reunido en Francia, y los agustinos defendieron también la prerrogativa de la Virgen ya en 1350.
EL DOGMA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
DE NUESTRA SEÑORA
VERDAD ETERNA E INMUTABLE DEFINIDA POR EL PAPA PÍO IX
Esta doctrina había penetrado en las mentes y corazones de los antepasados de tal manera, que prevaleció entre ellos la singular y maravillosísima manera de hablar con la que frecuentísimamente se dirigieron a la Madre de Dios llamándola inmaculada, y bajo todos los conceptos inmaculada, inocente e inocentísima, sin mancha y bajo todos los aspectos, inmaculada, santa y muy ajena a toda mancha, toda pura, toda sin mancha, y como el ideal de pureza e inocencia, más hermosa que la hermosura, mas ataviada que el mismo ornato, mas santa que la santidad, y sola santa, y purísima en el alma y en el cuerpo, que superó toda integridad y virginidad, y sola convertida totalmente en domicilio de todas las gracias del Espíritu Santo, y que, la excepción de sólo Dios, resultó superior a todos, y por naturaleza más hermosa y vistosa y santa que los mismos querubines y serafines y que toda la muchedumbre de los ángeles, y cuya perfección no pueden, en modo alguno, glorificar dignamente ni las lenguas de los ángeles ni las de los hombres.
Declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene
que la Beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha
de la culpa original en el primer instante de su concepción
por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente,
en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano,
está revelada por Dios y debe ser
por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles.
La Iglesia de Cristo, diligente custodia y defensora de los dogmas a ella confiados, jamás cambia en ellos nada, ni disminuye, ni añade, antes, tratando fiel y sabiamente con todos sus recursos las verdades que la antigüedad ha esbozado y la fe de los Padres ha sembrado, de tal manera trabaja por limarlas y pulirlas, que los antiguos dogmas de la celestial doctrina reciban claridad, luz, precisión, sin que pierdan, sin embargo, su plenitud, su integridad, su índole propia, y se desarrollen tan sólo según su naturaleza; es decir el mismo dogma, en el mismo sentido y parecer.
Ineffabilis Deus
Epístola apostólica de Pío IX
Del 8 de diciembre de 1854
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