domingo 22 de enero de 2012
El pietismo de los autodenominados tradicionalistas
Dios se reveló de manera paulatina a su pueblo y, en la Plenitud de los Tiempos se reveló a sí mismos entregándonos la Fe para que por medio de ella y tras el sacrificio de la Cruz, podamos ser salvos. La Doctrina Católica es, entonces, otorgada por Dios a la Iglesia, no dictada por la Iglesia. Esta diferencia parece no existir en la mente de muchos autodenominados "Católicos tradicionalistas". Muy instructivo para todos es el catecismo, texto básico y muy útil que contiene de manera suscinta todo lo que debemos creer y practicar para alcanzar la salvación. Sin embargo ¿Basta al católico conocer el catecismo y depositar su fe en él? ¿Acaso el catecismo fue escrito por Dios? El catecismo son los primeros pasos. Pero quien no tiene fe, quien está privado de la luz es indemne al catecismo. EL catecismo es lógico, es verdad, empero al que no tiene la Gracia no le dice nada más que palabras huecas, escritas por hombres para niños. ¿Qué luz aporta el catecismo más allá que la de una explicación? ¿Pero es el catecismo nuestra fe?
Repetimos la pregunta ¿Nos dejó Cristo el Catecismo?¿Contiene el Catecismo la Palabra de Dios? No, el catecismo contiene la enseñanza de la Iglesia Católica, la enseñanza inalterada de la Iglesia. O por lo menos debería contenerla. Pero si la doctrina contenida en el Catecismo no es alimentada con la Palabra de Dios y la “tradición de la Fe” como decía San Cirilio contra Nestorio, el catecismo no sirve de nada. Aquí, en este Blog ya he mencionado las consecuencias de ese catolicismo de catecismo y como permitió que los fieles aceptaran la nueva fe conciliar por el simple hecho de que los sacerdotes y obispos habían ya adherido a ella. Lo de los fieles fue simple racionamiento “el catecismo me manda a obedecer a mis superiores, si ellos lo hacen, debe estar bien”.
Pero el catecismo es un compendio, un resumen, una guía para creer y lo que debemos creer. Pero aquello en lo cual tenemos que creer no es el catecismo en sí, sino aquello a lo cual el catecismo alude y señala. Así lo definió el Concilio de Trento en su IV Sesión el 8 de abril de 1546:
Es por ello que no debe privarse a los fieles el acceso a las Sagradas Escrituras ni a los textos de los Padres de la Iglesia ni Santos Doctores que tan bien iluminaron aquello que de obscuro podía parecer. Sorprende y debe aterrarnos como algunas “congregaciones” que se llaman así mismas “tradicionalistas” ponen tanto empeño en la repartija de escapularios, la “esclavitud mariana”, medallas, cadenas, pseudomensajes y amonestaciones de obispos más fieles a su mitra que al Testimonio de Cristo. ¿De que vale publicar con orgullo que una muchachita ataviada con una mantilla blanca luego de “haberse debidamente preparado” se consagró a la esclavitud mariana si la misma tal vez no ha leído las Sagradas Escrituras y desconoce las sentencias de los Santos Padres. Leamos que dicen las actas del Concilio de Éfeso donde a los Padres Conciliares les pareció “la mejor manera de proceder, la más católica y la más conforme a la fe, era llamar a las sentencias de los Santos Padres”.
Es por ello que debemos estar muy atentos y prevenidos contra esa pietismo barroco que ciertos grupos que gustan de llamarse “congregaciones” con sus “obispos protectores” intentan introducir. Pietismo barroco decimos y decimos bien: una piedad exagerada, exotérica, puesta en lo externo, en la mantilla, en las faldas, en prácticas que no lo dicen nada, en la devoción casi idolátrica de ciertos fenómenos aparicionsitas y en la creencia (herética) de que debe seguirse el mensaje de la Virgen para así conseguir la salvación.
Cuidemos, amigos, del pietismo barroco, cuidemos a nuestros hermanos católicos para quienes ser católicos les parece poco y se colocan el nombre de “tradicionalistas” como si fueran un partido, porque esa fue la actitud de los donatistas contra los cuales triunfó San Agustín y con él, la Iglesia Católica, que es Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana. Esa es nuestra verdad, porque todo lo demás "proviene del maligno" (Mt V, 35)
Repetimos la pregunta ¿Nos dejó Cristo el Catecismo?¿Contiene el Catecismo la Palabra de Dios? No, el catecismo contiene la enseñanza de la Iglesia Católica, la enseñanza inalterada de la Iglesia. O por lo menos debería contenerla. Pero si la doctrina contenida en el Catecismo no es alimentada con la Palabra de Dios y la “tradición de la Fe” como decía San Cirilio contra Nestorio, el catecismo no sirve de nada. Aquí, en este Blog ya he mencionado las consecuencias de ese catolicismo de catecismo y como permitió que los fieles aceptaran la nueva fe conciliar por el simple hecho de que los sacerdotes y obispos habían ya adherido a ella. Lo de los fieles fue simple racionamiento “el catecismo me manda a obedecer a mis superiores, si ellos lo hacen, debe estar bien”.
Pero el catecismo es un compendio, un resumen, una guía para creer y lo que debemos creer. Pero aquello en lo cual tenemos que creer no es el catecismo en sí, sino aquello a lo cual el catecismo alude y señala. Así lo definió el Concilio de Trento en su IV Sesión el 8 de abril de 1546:
El sacrosanto, ecuménico y universal Concilio de Trento, legítimamente reunido en el Espíritu Santo, bajo la presidencia de los tres mismos Legados de la Sede Apostólica, poniéndose perpetuamente ante sus ojos que, quitados los errores, se conserve en la Iglesia la pureza misma del Evangelio que, prometido antes por obra de los profetas en las Escrituras Santas, promulgó primero por su propia boca Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios y mandó luego que fuera predicado por ministerio de sus Apóstoles a toda criatura [Mt. 28, 19 s; Mc. 16, 15] como fuente de toda saludable verdad y de toda disciplina de costumbres; y viendo perfectamente que esta verdad y disciplina se contiene en los libros escritos y las tradiciones no escritas que, transmitidas como de mano en mano, han llegado hasta nosotros desde los apóstoles, quienes las recibieron o bien de labios del mismo Cristo, o bien por inspiración del Espíritu Santo; siguiendo los ejemplos de los Padres ortodoxos, con igual afecto de piedad e igual reverncia recibe y venera todos los libros, así del Antiguo como del Nuevo Testamento, como quiera que un solo Dios es autor de ambos, y también las tradiciones mismas que pertenecen ora a la fe ora a las costumbres, como oralmente por Cristo o por el Espíritu Santo dictadas y por continua sucesión conservadas en la Iglesia Católica.
Es por ello que no debe privarse a los fieles el acceso a las Sagradas Escrituras ni a los textos de los Padres de la Iglesia ni Santos Doctores que tan bien iluminaron aquello que de obscuro podía parecer. Sorprende y debe aterrarnos como algunas “congregaciones” que se llaman así mismas “tradicionalistas” ponen tanto empeño en la repartija de escapularios, la “esclavitud mariana”, medallas, cadenas, pseudomensajes y amonestaciones de obispos más fieles a su mitra que al Testimonio de Cristo. ¿De que vale publicar con orgullo que una muchachita ataviada con una mantilla blanca luego de “haberse debidamente preparado” se consagró a la esclavitud mariana si la misma tal vez no ha leído las Sagradas Escrituras y desconoce las sentencias de los Santos Padres. Leamos que dicen las actas del Concilio de Éfeso donde a los Padres Conciliares les pareció “la mejor manera de proceder, la más católica y la más conforme a la fe, era llamar a las sentencias de los Santos Padres”.
Es por ello que debemos estar muy atentos y prevenidos contra esa pietismo barroco que ciertos grupos que gustan de llamarse “congregaciones” con sus “obispos protectores” intentan introducir. Pietismo barroco decimos y decimos bien: una piedad exagerada, exotérica, puesta en lo externo, en la mantilla, en las faldas, en prácticas que no lo dicen nada, en la devoción casi idolátrica de ciertos fenómenos aparicionsitas y en la creencia (herética) de que debe seguirse el mensaje de la Virgen para así conseguir la salvación.
Cuidemos, amigos, del pietismo barroco, cuidemos a nuestros hermanos católicos para quienes ser católicos les parece poco y se colocan el nombre de “tradicionalistas” como si fueran un partido, porque esa fue la actitud de los donatistas contra los cuales triunfó San Agustín y con él, la Iglesia Católica, que es Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana. Esa es nuestra verdad, porque todo lo demás "proviene del maligno" (Mt V, 35)