Profissão de Fé do Blog.

Profissão de Fé do Blog "Creio em um só Deus, Pai onipotente, Criador do céu e da terra, de todas as coisas visíveis e invisíveis. E em um só Senhor, Jesus Cristo, Filho Unigênito de Deus, nascido do Pai, antes de todos os séculos. Deus de Deus, Luz de Luz, Deus verdadeiro de Deus verdadeiro. Gerado, mas não feito, consubstancial ao Pai, pelo qual foram feitas todas as coisas. Ele, por causa de nós, homens, e nossa salvação, desceu dos céus. E se incarnou por obra do Espírito Santo, da Virgem Maria. E se fez homem. Foi também crucificado por nós; sob Pôncio Pilatos, padeceu e foi sepultado. E ressuscitou ao terceiro dia, segundo as Escrituras. Subiu ao céu, está sentado à direita do Pai, de onde há de vir segunda vez, com glória, a julgar os vivos e os mortos; e seu reino não terá fim. Creio no Espírito Santo, que é Senhor e Fonte da Vida e que procede do Pai e do Filho. Com o Pai e o Filho é juntamente adorado e glorificado, e é o que falou pelos Profetas. Também a Igreja, una, santa, católica e apostólica. Confesso um Batismo para remissão dos pecados. E espero a ressurreição dos mortos, e a vida do século futuro." Amém.

quarta-feira, 31 de julho de 2013

O Papa esta subordinado ao direito divino.

LA SUBORDINACIÓN DEL PAPA AL DERECHO DIVINO



Dr. Homero Johas 

 
-D. S. 3112 - 3116 -
 
 
Introducción
 
     Este documento a seguir, del Episcopado alemán, contra Bismarck, aprobado doctrinariamente por Pio IX (Mirabilis illa constantia: D. S. 3117), expresa "el legitimo sentido de las definiciones del Concilio Vaticano", muestra como el poder papal "viene de Dios" y no del hombre; tiene por fin la unidad de la fe y de régimen monárquico divino, dos cosas negadas por el Vaticano II. El Concilio Vaticano I enseña la doctrina Católica contra los herejes jansenistas, febronianos y galicanos. Y el Vaticano II sigue a los herejes.
 
      El Sucesor de Pedro es Pastor y Cabeza universal de la Iglesia, mas no tiene un poder absoluto: es subordinado al Derecho divino. Él no tiene poder para cambiar la Constitución divina de la Iglesia. Donde es inepto; algunos defensores del papa herético quieren hacer una analo­gía entre el Sucesor de Pedro, en el orden de los bienes espirituales, y los gobernantes civiles en el orden de bienes materiales. Estos pueden cambiar la Constitución de la República, por la voluntad del pueblo; pero no el papa católico subordinado a la doctrina y ley inmutable, procedentes de la autoridad divina.
 
     El Vaticano II quiere subordinar la autoridad divina a una ar­bitraria disposición humana. Si los fieles poseen "responsabilidad propia" no es para ser libres e independientes de la autoridad divina; mas para obedecer a través del ministro de Dios, a la Cabeza única de la Iglesia y tener "responsabilidad propia" cuando esta persona humana contradice a la autoridad divina en la fe universal y en las leyes morales universales. Donde la infalibilidad papal coincide con la de la Cabeza única de la Iglesia, cuando el papa es fiel a ella, subordinado al Magisterio universal de la Iglesia, las Sagradas Escrituras, a la Tradición. No cuando es subversivo, siguiendo al "juico propio" y "voluntad propia" contra Dios (Tito III, 10-11). La fidelidad a la autoridad divina, a la unidad en la fe universal divina y católica, es cosa que debe ser común a los clérigos y a los legos. El papa con su primado de jurisdicción, realiza en la Iglesia la unidad de jurisdicción, no es libre en cuanto a la unidad de Fe, común a todos, fundamento firme y único de la Iglesia (D. S. 1500). Él es fundamento secundario en relación a Cristo. Seguimos a él: "nisi deprehendatur a fide devius" (Paulo IV).
 
            Él no pierde su libre arbitrio siendo papa. Y el acto de fe es libre y el pecado contra la fe también.

 
 
 
     Por esos Decretos fue concedida al papa una facultad para reivindicar para si, en cada diócesis, los derechos episcopales, substituyendo el poder territorial episcopal por el poder papal.
 
     La jurisdicción episcopal fue absuelta por el papal.
 
     No, como hasta ahora, ejerce el papa determinados derechos reservados para si, pero ahora está en sus manos la plenitud de los poderes episcopales.
 
     Le fue dado el poder de ocupar el lugar de cualquier obispo, y, en la práctica, si él lo quiere, de ocupar el lugar del obispo en cuanto al gobierno de las cosas civiles.
 
     Los obispos ya no son sino instrumentos de él, oficiales sin responsabilidad propia. Se tornan los obispos, en cuanto al gobierno de las cosas civiles, oficiales de un príncipe extraño e independiente, y de un tal príncipe que, por su infalibilidad, es absoluto, más que cualquier otro monarca absoluto del mundo.

 
Respuesta del Episcopado
 
     Todas esas tesis carecen de fundamento; contradicen ellas a las palabras y al sentido de los Decretos del Concilio Vaticano I, decla­rado por el papa, por el episcopado y por los representantes de las ciencias católicas.
 
     Siguiendo esos Decretos:
 
     El poder eclesiástico de jurisdicción papal es un poder supremo, ordinario e inmediato; el supremo poder de gobernar le es comunicado en San Pedro, por Cristo Jesús. Hijo de Dios.
 
     Para que fuese conservada la unidad de Fe, de disciplina y de régimen de la Iglesia. Se extiende a toda la Iglesia y por tanto a cada una de las diócesis y a todos los fieles.
 
     No es ella una facultad constituida solo de algunos derechos reservados.
 
     No constituyen estas cosas una nueva doctrina, sino una siempre reconocida verdad de la Fe católica, contra los errores de los galicanos, jansenistas y febronianos. El Concilio Vaticano las renovó y confirmó.
 
     Siguiendo esta doctrina de la Iglesia Católica el papa es el obispo romano; no es de cualquier otra ciudad o diócesis, Colonia o Bratislava.
 
     Entretanto, en cuanto obispo Romano, simultáneamente, es el papa, esto es: Pastor y Cabeza de toda Iglesia; Cabeza de todos los obis­pos y de todos los fieles.
 
     Su poder no existe solo en ciertos casos excepcionales; sino que es válido y obliga en todo tiempo y lugar.
 
     Constituido con ese encargo, debe vigilar a los obispos, que de modo íntegro, cumplan las obligaciones de su función y, donde el obispo es impedido o donde otra necesidad lo requiera, le compete el derecho y el deber de Sumo Pontífice, no en cuanto es obispo de la diócesis de la cual se trata, sino en cuanto papa, de disponer en la misma cuanto a todas las cosas que se refirieran a su administración.
 
     De ninguna manera los decretos del Concilio Vaticano ofrecen fundamento a la sentencia, según la cual, por el, se tornó el papa en un príncipe absoluto y absolutísimo por suinfalibilidad, mas que cualquier monarca absoluto del mundo.
 
            Primeramente: es esencialmente diverso el dominio del poder eclesiástico del Pontífice y el principado de un monarca civil. Ni, de ningún modo, es negado por los católicos, a él el poder pleno y supremo de dominio de algún territorio, en cuanto las cosas civiles.
 
     Mas, ni en cuanto a las cosas eclesiásticas puede el papa ser lla­mado monarca absoluto,pues está subordinado al Derecho divino y ligado a las cosas que Cristo dispuso para su Iglesia.
 
     No puede cambiar la Constitución de la Iglesia, dada por su Fundador divino, como un legislador civil puede cambiar la Constitución de la república.
 
     En todas sus cosas esenciales, se funda la Constitución de la Iglesia en la ordenación divina; donde es inmune a toda arbitra­ria disposición humana.
 
     Por fuerza de la misma institución divina en la cual se funda la fortaleza del Sumo Pontífice existe también el episcopado.
 
     Por fuerza de la disposición procedente del mismo Dios, tiene él derechos y deberes, los cuales, para ser cambiados, no existe ni derecho ni poder dado al Sumo Pontífice.
 
     Los Decretos del Vaticano son entendidos de modo enteramente erróneo, atribuyéndose a él que: "la jurisdicción episcopal fue absorbida por la papal"; que el papa, "por si, ocupa el lugar de cualquier obispo"; que los obispos permanecen solo como"instrumentos del papa, sin propia responsabilidad".
 
     En cuanto a esta proposición, de modo específico, es necesario que la rechacemos de modo acérrimo.
 
     Pues la Iglesia Católica no es una sociedad en la cual sea recibido el axioma inmoral y despótico según el cual es enunciado que: por el mandato del Superior, en cualquier caso, es retirada la responsabilidad propia.
 
   Finalmente la opinión según la cual "por fuerza de su infalibilidad" el papa es "un príncipe absolutísimo", supone un concepto enteramente erróneo del dogma de la infalibilidad papal.
 
     Como el Concilio Vaticano enunció, por nítidas y expresas palabras, y como es patente por si mismo, por la naturaleza de las co­sas, esa infalibilidad se restringe a la propiedad del supremo Magisterio papal, el cual coincide con el ámbito del Magisterio infalible de la propia Iglesia y está ligado a la doctrina contenida en la Sagrada Escritura, en la Tradición y en las definiciones ya proferidas por el Magisterio eclesiástico.
 
     En cuanto las cosas del gobierno del papa, por esa infali­bilidad, enteramente nada fue cambiado.

 
Comentarios
 
     Por esa doctrina aprobada por Pio IX se deduce que:
 
     El papa está subordinado al Derecho divino; no tienen poder para cambiarlo. Los fieles tienen responsabilidad propia para rechazar un “papa” desviado de la fe. La infalibilidad papal está subordinada al Magisterio universal ya proferido y debe coincidir con el de la Iglesia, con la fe universal de la Sede de Pedro.

domingo, 28 de julho de 2013

São Tomás de Aquino e o batismo de desejo.

Bautismo de Deseo: algunas consideraciones de Santo Tomás de Aquino

A raíz de cierta polémica que se ha querido levantar (con perjuicio a la Iglesia y beneficio de sus enemigos) sobre el bautismo, especialmente en la discusión sobre el bautismo de deseo y de sangre,quisiera dejar para los lectores este preclaro texto de Santo Tomás de Aquino, a quien, con razón la Iglesia llamó Doctor Angélico. Imagino que el señor Jorge Eduardo Clavelina, no pretenderá refutar al Angélico con alguno de sus videos.


Santo Tomás de Aquino.
Suma Teológica. Parte IIIa - Cuestión 66. 

Artículo 11: ¿Es adecuada la distinción entre bautismo de agua, de sangre y de deseo? 
Objeciones por las que parece que la distinción entre bautismo de agua, de sangre y de deseo, o sea, de Espíritu Santo, no es adecuada.

1. El Apóstol dice en Ef 4,5: Una sola fe, un solo bautismo. Pero no hay más que una sola fe. Luego no debe haber tres bautismos.
2. El bautismo es un sacramento, como se ha dicho más arriba (q.65 a.1). Pero sólo el bautismo de agua es sacramento. Luego no deben admitirse los otros dos bautismos.
3. San Juan Damasceno en su IV libro enumera otras muchas especies de bautismo. Luego no deben admitirse solamente tres.

Contra esto: la Glosa, comentando las palabras de Heb 6,2: la instrucción sobre los bautismos, dice: utiliza el plural porque hay un bautismo de agua, de penitencia y de sangre.

Respondo: Como ya se ha dicho anteriormente (a.2 ad 1; a.9 ad 1; q.62 a.5), el bautismo de agua recibe su eficacia de la pasión de Cristo —a la que uno queda configurado por el bautismo-y del Espíritu Santo como de la causa primera. Y, aunque el efecto dependa de la causa primera, ésta, sin embargo, sobrepasa el efecto y no depende de él. Y por eso, sin recibir el bautismo de agua, alguien puede recibir el efecto sacramental de la pasión de Cristo configurándose a ella mediante el sufrimiento por Cristo. Por lo que se dice en Ap 7,14: Estos son los que vienen de la gran tribulación y han lavado sus túnicas y las han blanqueado en la sangre del cordero.
Y por la misma razón, uno puede conseguir el efecto del bautismo por virtud del Espíritu Santo no sólo sin el bautismo de agua, sino también sin el bautismo de sangre, por cuanto su corazón es movido por el Espíritu Santo a creer en Dios, a amarle y a arrepentirse de sus pecados, por lo que también se le llama bautismo de penitencia. De él se dice en Is 4,4: Cuando el Señor haya lavado la inmundicia de la hija de Sión, y haya limpiado la sangre de Jerusalén del interior de ella con espíritu de justicia y ardor.
Así pues, a cualquiera de estas dos modalidades de bautismo se la llama bautismo por hacer las veces del bautismo. Por lo que dice San Agustín en IV De único Baptismo parvulorum: Que el martirio hace en ocasiones las veces del bautismo, lo argumenta confuerzo. San Cipriano de aquel ladrón no bautizado a quien se le dijo: «Hoy estarás conmigo en el paraíso». Y yo, considerando esto bien, llego a la conclusión de que no sólo el sufrimiento por el nombre de Cristo puede suplir la falta del bautismo, sino también la fe y la conversión del corazón, si por falta de tiempo no se puede celebrar el sacramento del bautismo.

A las objeciones:
1. Los otros dos bautismos quedan incluidos en el bautismo de agua, que recibe su eficacia de la pasión de Cristo y del Espíritu Santo. Luego por esto no se destruye la unidad del bautismo.
2. Como ya se dijo más arriba (q.60 a.1), el sacramento pertenece a la categoría de los signos. Pero los otros dos convienen con el bautismo de agua no porque sean signos, sino en el efecto del bautismo. Y por eso no son sacramentos.
3. San Juan Damasceno habla de cosas que son figuras del bautismo, como el diluvio, que fue signo de nuestro bautismo en lo que se refiere a la salvación de los fieles en la Iglesia, pues entonces unos pocos fueron salvados en el Arca, como se dice en 1 Pe 3,20. Habla también del paso del mar Rojo, que significa nuestro bautismo, por la liberación de la servidumbre del pecado. Por lo que el Apóstol dice en 1 Cor 10,20 que todos fueron bautizados en la nube y en el mar. Habla igualmente de las diversas abluciones que se hacían en la antigua ley, y que prefiguraban nuestro bautismo, por lo que tiene de purificación de los pecados. Y habla también del bautismo de Juan, que fue una preparación para nuestro bautismo.

Ainda sobre o batismo de desejo.

Tuas Libenter: El sentir común de los teólogos y lo que tenemos que creer

 Bueno, no podía ser de otra manera: uno dice "bautismo de deseo" o "bautismo de sangre" y saltan los feeneyetas como el Monasterio de la Sagrada Familia o su apóstol latinoamericano, el señor Jorge Eduardo Clavelina Peñaloza, alias "Jorgito" o "El muchacho de la amplia sonrisa" que vemos en la foto, con el que he tenidovarias discusiones y que se suma al club Anti Raúl/Sursum Corda.
Hace unos pocos días publiqué en Sursum Corda un ensayo titulado "Los errores nada inocentes del Dr. Homero Johas y los conclavistas", en el mismo, decidí colocar algunas consideraciones de carácter teológico sobre aquello que la Iglesia Católica nos señala que tenemos que creer. Para ello, cité textualmente un párrafo de la carta Tuas Libenter. Hoy quiero dejar a los lectores el texto del Papa Pío IX en español. Los lectores deberán realizar una elección de aquí al futuro: ¿Conviene creer lo que la Iglesia nos manda a creer o debemos sujetarnos al libre exámen que del Magisterio realizan los Feeneyetas como el Monasterio de la Sagrada Familia y Jorgito?
El bautismo de deseo y de sangre en una enseñanza común de los teólogos. El problema está en que el Padre Leonard Feeney y sus sucesores, como el Monasterio de la Sagrada Familia y Jorgito decidieron torcer la interpretación de los teólogos. No creo que en Feeney esa mala interpretación fuera intencional, no obstante, dudo de la buena fe de los Hermanos Dimond y sobre todo de Jorgito.
Quisiera ser sintético y luego pasar directamente al texto doctrinario del Papa Pío IX.

  • La Iglesia dice que hay un sólo bautismo.
  • El bautismo de deseo o de sangre no son bautismos paralelos, ni tampoco implican que el bautismo por agua sea optativo como los feeneyetas dicen que sostienen todos los católicos "tradicionalistas" y todos los doctores de la Iglesia.
  • El bautismo de deseo se da únicamente entre los catecúmenos que no son bautizados y mueren deseando el bautismo. No cuando un catecúmeno decide no bautizarse por motivos personales.
  • Lo mismo se aplica al bautismo de sangre, que es el martirio de los catecúmenos.
  • Es falso que el Concilio de Florencia diga que los catecúmenos que son asesinados por odio a la fe católica van al infierno. El Concilio lo que establece, como bien señaló un lector es que si un hereje es asesinado por perseverar en su herejía, no se puede considerar mártir, tal como ocurrió con los anglicanos durante la persecución de los puritanos.
  • Todo esto no lo saben ni lo entienden los feeneyetas porque ellos deciden realizar un libre examen del magisterio, en lugar de apegarse a la correcta interpretación que realizan los mismos Papas, los Concilios y los Teólogos.



Sin más preámbulo, la carta Tuas Libenter del Papa Pío IX (Dz 1679-1684).


Sabíamos también, Venerable Hermano, que algunos de los católicos que se dedican al cultivo de las disciplinas más severas, confiados demasiado en las fuerzas del ingenio humano, no temieron, ante los peligros de error, al afirmar la falaz y en modo alguno genuina libertad de la ciencia, fueran arrebatados más allá de los límites que no permite traspasar la obediencia debida al magisterio de la Iglesia, divinamente instituido para guardar la integridad de toda la verdad revelada. De donde ha resultado que esos católicos, míseramente engañados, llegan a estar frecuentemente de acuerdo hasta con quienes claman y chillan contra los Decretos de esta Se-de Apostólica y de nuestras Congregaciones, en que por ellos se impide el libre progreso de la ciencia [v. 1712], y se exponen al peligro de romper aquellos sagrados lazos de la obediencia con que por voluntad de Dios están ligados a esta misma Sede Apostólica, que fue constituida por Dios mismo maestra y vengadora de la verdad.
Tampoco ignorábamos que en Alemania ha cobrado fuerza la opinión falsa en contra de la antigua Escuela y contra la doctrina de aquellos sumos Doctores [v. 1713] que por. su admirable sabiduría y santidad de vida venera la Iglesia universal. Por esta falsa opinión, se pone en duda la autoridad de la Iglesia misma, como quiera que la misma Iglesia no sólo permitió durante tantos siglos continuos que se cultivara la ciencia teológica según el método de los mismos doctores y según los principios sancionados por el común sentir de todas las escuelas católicas; sino que exaltó también muy frecuen-temente con sumas alabanzas su doctrina teológica y vehementemente la recomendó como fortísimo baluarte de la fe y arma formidable contra sus enemigos...
A la verdad, al afirmar todos los hombres del mismo congreso, como tú escribes, que el progreso de las ciencias y el éxito en la evitación y refutación de los errores de nuestra edad misérrima depende de la íntima adhesión a las verdades reveladas que enseña la Iglesia Católica, ellos mismos han reconocido y profesado aquella verdad que siempre sostuvieron y enseñaron los verdaderos católicos entregados al cultivo y desenvolvimiento de las ciencias. Y apoyados en esta verdad, esos mismos hombres sabios y verdaderamente católicos pudieron con seguridad cultivar, explicar y convertir en útiles y ciertas las mismas ciencias. Lo cual no puede ciertamente conseguirse, si la luz de la razón humana, circunscrita en sus propios límites, aun investigando las verdades, que están al alcance de sus propias fuerzas y facultades, no tributa la máxima veneración, como es debido, a la luz infalible e increada del entendimiento divino que maravillosamente brilla por doquiera en la revelación cristiana. Porque, si ien aquellas disciplinas naturales se apoyan en sus propios principios conocidos por la razón; es menester, sin embargo, que sus cultivadores católicos tengan la revelación divina ante sus ojos, como una estrella conductora, por cuya luz se precavan de las sirtes y errores, apenas adviertan que en sus investigaciones y exposiciones pueden ser conducidos por ellos, como muy frecuentemente acontece, a proferir algo que en mayor o menor grado se oponga a la infalible verdad de las cosas que han sido reveladas por Dios.
De ahí que no queremos dudar de que los hombres del mismo congreso, al reconocer y confesar la mentada verdad, han querido, al mismo tiempo rechazar y reprobar claramente la reciente y equivocada manera de filosofar, que si bien reconoce la revelación divina como hecho histórico, somete, sin embargo, a las investigaciones de la razón humana las inefables verdades propuestas por la misma revelación divina, como si aquellas verdades estuvieran sujetas a la razón, o la razón pudiera por sus fuerzas y principios. alcanzar inteligencia y ciencia de todas las más altas verdades y misterios de nuestra fe santísima, que están tan por encima de la razón humana, que jamás ésta podrá hacerse idónea para entenderlos o demostrarlos por sus fuerzas y por sus principios naturales [v. 1709]. A los hombres, empero, de ese congreso les rendimos las debidas alabanzas, porque rechazando, como creemos, la falsa distinción entre el filósofo y la filosofía, de que te hablamos. en otra carta a ti dirigida [v. 1674], han reconocido y afirmado que to-dos los católicos deben en conciencia obedecer en sus doctas disquisiciones a los decretos dogmáticos de la infalible Iglesia Católica.
 Mas al tributarles las debidas alabanzas por haber profesado una verdad que necesariamente nace de la obligación de la fe católica, queremos estar persuadidos de que no han querido reducir la obligación que absolutamente tienen los maestros y escritores católicos, sólo a aquellas materias que son propuestas por el juicio infalible de la Iglesia para ser por todos creídas como dogmas de fe [v. 1722]. También estamos persuadidos de que no han querido declarar que aquella perfecta adhesión a las verdades reveladas, que reconocieron como absolutamente necesaria para la consecución del verdadero progreso de las ciencias y la refutación de los errores, pueda obtenerse, si sólo se presta fe y obediencia a los dogmas expresamente definidos por la Iglesia. Porque aunque se tratara de aquella sujeción que debe prestarse mediante un acto de fe divina; no habría, sin embargo, que limitarla a las materias que han sido definidas por decretos expresos de los Concilios ecuménicos o de los Romanos Pontífices y de esta Sede, sino que habría también de extenderse a las que se enseñan como divinamente reveladas por el magisterio ordinario de toda la Iglesia extendida por el orbe y, por ende, con universal y constante consentimiento son consideradas por los teólogos católicos como pertenecientes a la fe.
Mas como se trata de aquella sujeción a que en conciencia están obligados todos aquellos católicos que se dedican a las ciencias especulativas, para que traigan con sus escritos nuevas utilidades a la Iglesia; de ahí que los hombres del mismo congreso deben reconocer que no es bastante para los sabios católicos aceptar y reverenciar los predichos dogmas de la Iglesia, sino que es menester también que se sometan a las decisiones que, pertenecientes a la doctrina, emanan de las Congregaciones pontificias, lo mismo que a aquellos capítulos de la doctrina que, por común y constante sentir de los católicos, son considerados como verdades teológicas y conclusiones tan ciertas, que las opiniones contrarias a dichos capítulos de la doctrina, aun cuando no puedan ser llamadas heréticas, merecen, sin embargo, una censura teológica de otra especie.

Reparação.Reparação.Reparação.

REPARAÇÕES NECESSÁRIAS E URGENTES!!!

Bergoglio foi embora fazendo coraçõezinhos na janelinha... e nada disse sobre as "vadias" que ofenderam tão gravemente Nossa Senhora, o próprio Criador e a Fé Católica. Portar no pulso um objeto de devoção muçulmana... Bergoglio não tem vergonha de portar, mas defender a honra de Nossa Senhora nem pensar! Envergonhe-se, biltre! Arrependa-se!!! Repare a blasfêmia, desagrave Nossa Senhora, antes que seja tarde demais!!! 

Nem preciso explicar a que me refiro. A mídia se encarregou de espalhar as imagens da "marcha das vadias" que invadiu o evento pseudo-católico cognominado de Jornada Mundial da Juventude, para fazer seu "protesto pacífico". E foram pacificamente recebidas e pacificamente observadas, e assim pacificamente foram embora depois de vilipendiarem a fé daqueles que lá estavam, calados, olhando, como um monte de covardes que são. Bater palminhas e fazer coreografia pode! Defender Nossa Senhora... não! Animais! Piores que animais! As pedras vão gritar, visto que os homens se calam!!! 

Que o diabo carregue todos eles e o respeito que tiveram por tão hedionda manifestação demoníaca. 

Para os curiosos, aqui as fotos: https://fbcdn-sphotos-c-a.akamaihd.net/hphotos-ak-ash4/q71/s720x720/1003322_150594491805621_137524766_n.jpg e https://fbcdn-sphotos-e-a.akamaihd.net/hphotos-ak-frc3/q71/998210_502605149816676_1105980170_n.jpg. Não vou publicar. 

Já não bastava a notícia de um padre modernista mexicano se masturbando em plena missa, por debaixo da veste litúrgica e da "plateia" calada, alguns rindo... para depois comungarem a Hóstia consagrada por mãos sujas e alma podre, fomos surpreendidos com essa notícia ignominiosa e pela reação passiva dos pseudo-católicos e da polícia... Ninguém fez nada!!! 

Só nos resta, a nós que somos católicos, rezar e implorar a Misericórdia Divina para os que ainda temem e amam Deus. Os sinais de algumas profecias pipocam a cada dia diante de nossos olhos incrédulos... Que provas queremos mais? 



Reparação das blasfêmias contra o Imaculado Coração de Maria


Ó Maria, Minha Mãe Santíssima, desejando desagravar-Vos das ofensas que Vosso Coração Doloroso e Imaculado recebe, e em especial das blasfêmias que se dirige contra Vós, ofereço-Vos estes pobres louvores com o fim de vos consolar por tantos filhos ingratos que não Vos amam, e consolar o Coração Santíssimo de Jesus. Vosso Filho e Senhor nosso, a quem tanto ofendem e entristecem as injúrias feitas contra Vós.
Dignai-Vos, Mãe Dulcíssima, receber este meu pobre e humilde obséquio; fazei que Vos ame e sacrifique-me por Vós, cada vez mais; e olhai com os olhos de misericórdia para tantos infelizes afim de que não tardem em acolher-se, arrependidos, ao Vosso colo materno. Amém.
Bendito seja Deus!
Bendita seja a excelsa Mãe de Deus, Maria Santíssima!
Bendita a Sua Santa e Imaculada Conceição!
Bendita a Sua gloriosa Assunção!
Bendito o nome de Maria Virgem e Mãe!
Bendito o Seu Imaculado e Doloroso Coração!
Bendita a Sua Pureza Virginal!
Bendita a Sua Divina Maternidade!
Bendita a Sua Mediação Universal!
Benditas as Suas lágrimas e as Suas Dores!
Benditas as graças com que o Senhor A coroou Rainha do Céu e da Terra!
Glória a Maria Santíssima, Filha Primogênita do Pai!
Glória a Maria Santíssima, Mãe Imaculada do Filho!
Glória a Maria Santíssima, Esposa Virginal do Espírito Santo!
Virgem Santíssima, minha boa e terna Mãe, eu Vos amo pelos que não Vos amam; louvo-Vos pelos que Vos blasfemam; entrego-me totalmente a Vós, pelos que não querem reconhecer-Vos por sua Mãe.
Ave-Maria…
Ó Maria concebida sem pecado.
Rogai por nós que recorremos a Vós.
Coração Imaculado de Maria
Sede a nossa Salvação!


Ato de Reparação ao Sacratíssimo Coração de Jesus


Sacratíssimo Coração de Jesus, humildemente prostrados aos vossos pés, prometemos, agora e sempre, oferecer humilde reparação pelas ofensas que, infelizmente, vos são infligidas da parte dos homens.
Assim o prometemos, ó Sacratíssimo Coração.
Coração de Jesus, santificação de nossas almas, quanto mais forem vossos mistérios ultrajados pelos ímpios, tanto mais queremos oferecer a estes mesmos mistérios o tributo de nossa fé.
Assim o prometemos, ó Sacratíssimo Coração.
Coração de Jesus, única esperança dos homens, quanto mais a incredulidade se empenhar em roubar-nos a esperança nas coisas do céu, tanto mais havemos de por em vós toda a nossa esperança.
Assim o prometemos, ó Sacratíssimo Coração.
Coração de Jesus, infinitamente amável, quanto mais os pecadores resistirem aos impulsos de vossa graça e aos afagos de vosso divino Coração, tanto mais vos havemos de amar.
Assim o prometemos, ó Sacratíssimo Coração.
Divino Coração de Jesus, quanto mais os homens se esforçarem em negar vossa divindade, tanto mais havemos nós de adorá-la com profundo respeito.
Assim o prometemos, ó Sacratíssimo Coração.
Coração de Jesus, fonte de toda a Santidade, quanto mais forem infringidos e olvidados os vossos divinos mandamentos, tanto mais os havemos de cumprir e observar.
Assim o prometemos, ó Sacratíssimo Coração.
Liberalíssimo Coração de Jesus, quanto mais os homens desprezarem os vossos sacramentos, contanto mais amor e reverência havemos de recebê-los.
Assim o prometemos, ó Sacratíssimo Coração.
Coração de Jesus modelo de todas as perfeições, quanto mais desconhecidas forem as vossas admiráveis perfeições, tanto mais queremos esforçar-nos para que em nós resplandeçam.
Assim o prometemos, ó Sacratíssimo Coração.
Coração de Jesus, salvador das almas, quanto mais o inferno se esforçar por perverte as almas, tanto mais havemos de empenhar-nos na sua salvação.
Assim o prometemos, ó Sacratíssimo Coração.
Coração de Jesus, saturado de opróbrios, quanto mais o sensualismo e o orgulho conduzirem os homens ao esquecimento de seus mortais destinos, tanto mais havemos de imolar-nos como vítimas de mortificação.
Assim o prometemos, ó Sacratíssimo Coração.
Dulcíssimo Coração de Jesus, quanto mais os homens combaterem a vossa santa Igreja, tanto mais nos esforçaremos por mostrar-nos seus filhos dedicados.
Assim o prometemos, ó Sacratíssimo Coração.
Coração de Jesus, atravessado pela lança, quanto mais perseguido for o vosso representante na terra, o Santo Papa João Paulo II, tanto mais havemos de cerca-lo de honra e de amor como chefe infalível da Igreja.
Assim o prometemos, ó Sacratíssimo Coração.
Oração:
Divino Coração de Jesus concedei-nos a graça, de que temos mister, para sermos agora e sempre filhos dedicados de vossa Igreja, vossos apóstolos neste mundo e depois vossos escolhidos na bem-aventurança eterna. Assim seja.

CORAÇÃO SACRATÍSSIMO DE JESUS, TENDE PIEDADE DE NÓS!
CORAÇÃO SACRATÍSSIMO DE JESUS, TENDE PIEDADE DE NÓS!
CORAÇÃO SACRATÍSSIMO DE JESUS, TENDE PIEDADE DE NÓS!

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Mirari Vos de Sua Santidade Gregório XVI


SÁBADO, 23 DE MAYO DE 2009

MIRARI VOS


MIRARI VOSGREGORIO XVI
Sobre los errores modernos

1. Los males presentes
Admirados tal vez estáis, Venerables Hermanos, porque desde que sobre Nuestra pequeñez pesa la carga de toda la Iglesia, todavía no os hemos dirigido Nuestras Cartas según Nos reclamaban así el amor que os tenemos como una costumbre que viene ya de los primeros siglos. Ardiente era, en verdad, el deseo de abriros inmediatamente Nuestro corazón, y, al comunicaros Nuestro mismo espíritu, haceros oír aquella misma voz con la que, en la persona del beato Pedro, se Nos mandó confirmar a nuestros hermanos.Pero bien conocida os es la tempestad de tantos desastres y dolores que, desde el primer tiempo de nuestro Pontificado, Nos lanzó de repente a alta mar; en la cual, de no haber hecho prodigios la diestra del Señor, Nos hubiereis visto sumergidos a causa de la más negra conspiración de los malvados. 
Nuestro ánimo rehuye el renovar nuestros justos dolores aun sólo por el recuerdo de tantos peligros; preferimos, pues, bendecir al Padre de toda consolación que, humillando a los perversos, Nos libró de un inminente peligro y, calmando una tan horrenda tormenta, Nos permitió respirar. Al momento Nos propusimos daros consejos para sanar las llagas de Israel, pero el gran número de cuidados que pesó sobre Nos para lograr el restablecimiento del orden público, fue causa de nueva tardanza para nuestro propósito.

La insolencia de los facciosos, que intentaron levantar otra vez bandera de rebelión, fue nueva causa de silencio. Y Nos, aunque con grandísima tristeza, nos vimos obligados a reprimir con mano dura la obstinación de aquellos hombres cuyo furor, lejos de mitigarse por una impunidad prolongada y por nuestra benigna indulgencia, se exaltó mucho más aún; y desde entonces, como bien podéis colegir, Nuestra preocupación cotidiana fue cada vez más laboriosa.

2. La Sma. Virgen es la celestial patrona de la presente cartaMas habiendo tomado ya posesión del Pontificado en la Basílica de Letrán, según la costumbre establecida por Nuestros mayores, lo que habíamos retrasado por las causas predichas, sin dar lugar a más dilaciones, Nos apresuramos a dirigiros la presente Carta, testimonio de Nuestro afecto para con vosotros, en este gratísimo día en que celebramos la solemne fiesta de la gloriosa Asunción de la Santísima Virgen, para que Aquella misma, que Nos fue patrona y salvadora en las mayores calamidades, Nos sea propicia al escribiros, iluminando Nuestra mente con celestial inspiración para daros los consejos que más saludables puedan ser para la grey cristiana.
3. Confianza en los pastores de la Iglesia.
Afligid
os, en verdad, y con muy apenado ánimo Nos dirigimos a vosotros, a quienes vemos llenos de angustia al considerar los peligros de los tiempos que corren para la religión que tanto amáis. Verdaderamente, pudiéramos decir queésta es la hora del poder de las tinieblas para cribar, como trigo, a los hijos de 
elección. Sí; la tierra está en duelo y perece, inficionada por la corrupción de sus habitantes, porque han violado las leyes, han alterado el derecho, han roto la alianza eterna.
4. Rebelión del espíritu del mal contra todo lo bueno.

Nos referimos, Venerables Hermanos, a las cosas que veis con vuestros mismos ojos y que todos lloramos con las mismas lágrimas. Es el triunfo de una malicia sin freno, de una ciencia sin pudor, de una disolución sin límite. Se desprecia la santidad de las cosas sagradas; y la majestad del divino culto, que es tan poderosa como necesaria, es censurada, profanada y escarnecida: De ahí que se corrompa la santa doctrina y que se diseminen con audacia errores de todo género. Ni las leyes sagradas, ni los derechos, ni las instituciones, ni las santas enseñanzas están a salvo de los ataques de las lenguas malvadas. Se combate tenazmente a la Sede de Pedro, en la que puso Cristo el fundamento de la Iglesia, y se quebrantan y se rompen por momentos los vínculos de la unidad.

5. Se niega toda autoridad y toda obediencia a la Iglesia.Las sectas secretas.
Se impugna la autoridad divina de la Iglesia y, conculcados sus derechos, se la somete a razones terrenas, y, con suma injusticia, la hacen objeto del odio de los pueblos reduciéndola a torpe servidumbre. Se niega la obediencia debida a los Obispos, se les desconocen sus derechos. Universidades y escuelas resuenan con el clamoroso estruendo de nuevas opiniones, que no ya ocultamente y con subterfugios, sino con cruda y nefaria guerra impugnan abiertamente la fe católica. Corrompidos los corazones de los jóvenes por la doctrina y ejemplos de los maestros, crecieron sin medida el daño de la religión y la perversidad de costumbres. De aquí que roto el freno de la religión santísima, por la que solamente subsisten los reinos y se confirma el vigor de toda potestad, vemos avanzar progresivamente la ruina del orden público, la caída de los príncipes, y la destrucción de todo poder legítimo.Debemos buscar el origen de tantas calamidades en la conspiración de aquellas sociedades a las que, como a una inmensa sentina, ha venido a parar cuanto de sacrílego, subversivo y blasfemo habían acumulado la herejía y las más perversas sectas de todos los tiempos.

6. La oración, el trabajo constante, la unión, son las armas de la Iglesia.
Estos males, Venerables Hermanos, y muchos otros más, quizá más graves, enumerar los cuales ahora sería muy largo, pero que perfectamente conocéis vosotros, Nos obligan a sentir un dolor amargo y constante, ya que, constituidos en la Cátedra del Príncipe de los Apóstoles, preciso es que el celo de la casa de Dios Nos consuma como a nadie. Y, al reconocer que se ha llegado a tal punto que ya no Nos basta el deplorar tantos males, sino que hemos de esforzarnos por remediarlos con todas nuestras fuerzas, acudimos a la ayuda de vuestra fe e invocamos vuestra solicitud por la salvación de la grey católica, Venerables Hermanos, porque vuestra bien conocida virtud y religiosidad, así como vuestra singular prudencia y constante vigilancia, Nos dan nuevo ánimo, Nos consuelan y aun Nos recrean en medio de estos tiempos tan tristes como desgarradores. Deber Nuestro es alzar la voz y poner todos los medios para que ni el selvático jabalí destruya la viña, ni los rapaces lobos sacrifiquen el rebaño. A Nos pertenece el conducir las ovejas tan sólo a pastos saludables, sin mancha de peligro alguno. No permita Dios, carísimos Hermanos, que en medio de males tan grandes y entre tamaños peligros, falten los pastores a su deber y que, llenos de miedo, abandonen a sus ovejaso que, despreocupados del cuidado de su grey, se entreguen a un perezoso descanso. Defendamos, pues, con plena unidad del mismo espíritu, la causa que nos es común, o mejor dicho, la causa de Dios, y mancomunemos vigilancia y esfuerzos en la lucha contra el enemigo común, en beneficio del pueblo cristiano.

7. Ser fieles a la tradición de la Iglesia. 

Desconfiar del espíritu de novedad.

Bien cumpliréis vuestro deber si, como lo exige vuestro oficio, vigiláis tanto sobre vosotros como sobre vuestra doctrina, teniendo presente siempre, que todala Iglesia sufre con cualquier novedad, y que, según consejo del pontífice San Agatón, nada debe quitarse de cuanto ha sido definido, nada mudarse, nada añadirse, sino que debe conservarse puro tanto en la palabra como en el sentido. Firme e inconmovible se mantendrá así la unidad, arraigada como en su fundamento en la Cátedra de Pedro para que todos encuentren baluarte, seguridad, puerto tranquilo y tesoro de innumerables bienes allí mismo donde las Iglesias todas tienen la fuente de todos sus derechos. Para reprimir, pues, la audacia de aquellos que, ora intenten infringir los derechos de esta Sede, ora romper la unión de las Iglesias con la misma, en la que solamente se apoyan y vigorizan, es preciso inculcar un profundo sentimiento de sincera confianza y veneración hacia ella, clamando con San Cipriano, que en vano alardea de estar en la Iglesia el que abandona la Cátedra de Pedro, sobre la cual está fundada la Iglesia.


8. Fidelidad de los Obispos al Sumo Pontífice y de los Presbíteros a los Obispos

Debéis, pues, trabajar y vigilar asiduamente para guardar el depósito de la fe, precisamente en medio de esa conspiración de impíos, cuyos esfuerzos para saquearlo y arruinarlo contemplamos con dolor. Tengan todos presente que el juzgar de la sana doctrina, que los pueblos han de creer, y el régimen y administración de la Iglesia universal toca al Romano Pontífice, a quien Cristo le dio plena potestad de apacentar, regir y gobernar la Iglesia universal, según enseñaron los Padres del Concilio de Florencia. Por lo tanto, cada Obispo debe adherirse fielmente a la Cátedra de Pedro, guardar santa y religiosamente el depósito de la santa fe y gobernar el rebaño de Dios que le haya sido encomendado. Los presbíteros estén sujetos a los Obispos, considerándolos, según aconseja San Jerónimo, como padre de sus almas; y jamás olviden que aun la legislación más antigua les prohíbe desempeñar ministerio alguno, enseñar y predicar sin licencia del Obispo, a cuyo cuidado se ha encomendado el pueblo, y a quien se pedirá razón de las almas. Finalmente téngase como cierto e inmutable que todos cuantos intenten algo contra este orden establecido perturban, bajo su responsabilidad, el estado de la Iglesia.


9. La doctrina de la Iglesia no permite críticas.

Reprobable, sería, en verdad, y muy ajeno a la veneración con que deben recibirse las leyes de la Iglesia, condenar por un afán caprichoso de opiniones cualesquiera, la disciplina por ella sancionada y que abarca la administración de las cosas sagradas, la regla de las costumbres, y los derechos de la Iglesia y de sus ministros, o censurarla como opuesta a determinados principios del derecho natural o presentarla como defectuosa o imperfecta, y sometida al poder civil.

10. La Iglesia, institución divina, no requiere nunca restauración ni regeneración.
En efecto, constando, según el testimonio de los Padres de Trento, que la Iglesia recibió su doctrina de Cristo Jesús y de sus Apóstoles, que es enseñada por el Espíritu Santo, que sin cesar la sugiere toda verdad, es completamente absurdo e injurioso en alto grado el decir que sea necesaria cierta restauración y regeneración para volverla a su incolumidad primitiva, dándola nueva vigor, como si pudiera ni pensarse siquiera que la Iglesiaestá sujeta a defecto, a ignorancia o a cualesquier otras imperfeccionesCon cuyo intento pretenden los innovadores echar los fundamentos de una institución humana moderna, para así lograr aquello que tanto horrorizaba a San Cipriano, esto es, que la Iglesia, que es cosa divina, se haga cosa humana. Piensen pues, los que tal pretenden que sólo al Romano Pontífice, como atestigua San León, ha sido confiada la constitución de los cánones; y que a él solo compete, y no a otro, juzgar acerca de los antiguos decretos, o como dice San Gelasio: Pesar los decretos de los cánones, medir los preceptos de sus antecesores para atemperar, después de un maduro examen, los que hubieran de ser modificados, atendiendo a los tiempos y al interés de las Iglesias.

11. Defensa del celibato eclesiástico.
Queremos ahora Nos excitar vuestro gran celo por la religión contra la vergonzosa liga que, en daño del celibato clerical, sabéis cómo crece por momentos, porque hacen coro a los falsos filósofos de nuestro siglo algunos eclesiásticos que, olvidando su dignidad y estado y arrastrados por ansia de placer, a tal licencia han llegado que en algunos lugares se atreven a pedir, tan pública como repetidamente, a los Príncipes que supriman semejante imposición disciplinaria. Rubor causa el hablar tan largamente de intentos tan torpes; y fiados en vuestra piedad, os recomendamos quepongáis todo vuestro empeño en guardar, reivindicar y defender íntegra e inquebrantable, según está mandado en los cánones, esa ley tan importante, contra la que se dirigen de todas partes los dardos de los libertinos. 


12. Santidad del matrimonio cristiano. - Su indisolubilidad.
Aquella santa unión de los cristianos, llamada por el Apóstol sacramento grande en Cristo y en la Iglesia, reclama también toda nuestra solicitud, por parte de todos, para impedir que, por ideas poco exactas, se diga o se intente algo contra la santidad, o contra la indisolubilidad del vínculo conyugal.
Esto mismo ya os lo recordó Nuestro predecesor Pío VIII, de s. m., con no poca insistencia, en sus Cartas. 

Se debe, pues, enseñar a los pueblos que el matrimonio, una vez constituido legítimamente, no puede ya disolverse, y que los unidos por el matrimonio forman, por voluntad de Dios, una perpetua sociedad con vínculos tan estrechos que sólo la muerte los puede disolver. Tengan presente los fieles que el matrimonio es cosa sagrada, y que por ello está sujeto a la Iglesia; tengan ante sus ojos las leyes que sobre él ha dictado la Iglesia; obedézcanlas santa y escrupulosamente, pues de cumplirlas depende la eficacia, fuerza y justicia de la unión. No admitan en modo alguno lo que se oponga a los sagrados cánones o a los decretos de los Concilios y conozcan bien el mal resultado que necesariamente han de tener las uniones hechas contra la disciplina de la Iglesia, sin implorar la protección divina o por sola liviandad, cuando los esposos no piensan en el sacramento y en los misterios por él significados.


13. El indiferentismo. - Su condena.

Otra causa que ha producido muchos de los males que afligen a la iglesia es el indiferentismo, o sea, aquella perversa teoría extendida por doquier, merced a los engaños de los impíos, y que enseña que puede conseguirse la vida eterna en cualquier religión, con tal que haya rectitud y honradez en las costumbres. Fácilmente en materia tan clara como evidente, podéis extirpar de vuestra grey error tan execrable. Si dice el Apóstol que hay un solo Dios, una sola fe, un solo bautismo, entiendan, por lo tanto, los que piensan que por todas partes se va al puerto de salvación, que, según la sentencia del Salvador, están ellos contra Cristo, pues no están con Cristo y que los que no recolectan con Cristo, esparcen miserablemente, por lo cual es indudable 
que perecerán eternamente los que no tengan fe católica y no la guardan íntegra y sin mancha; que oigan a San Jerónimo que nos cuenta cómo, estando la Iglesia dividida en tres partes por el cisma, cuando alguno intentaba atraerle a su causa, decía siempre con entereza: Si alguno está unido con la Cátedra de Pedro, yo estoy con él. 

Falsamente, alguien acariciaría la idea que le basta con estar regenerado por el bautismo, a esto les responde San Agustín que no pierde su forma el sarmiento cuando está separado de la vid; pero, ¿de qué le sirve tal forma, si ya no vive de la raíz?

14. La libertad de conciencia. - Sus malas consecuencias.
De esa cenagosa fuente del indiferentismo mana aquella absurda y errónea sentencia o, mejor dicho, locura, que afirma y defiende a toda costa y para todos, la libertad de concienciaEste pestilente error se abre paso, escudado en la inmoderada libertad de opiniones que, para ruina de la sociedad religiosa y de la civil, se extiende cada día más por todas partes,llegando la impudencia de algunos a asegurar que de ella se sigue gran provecho para la causa de la religión. ¡Y qué peor muerte para el alma que la libertad del error! decía San Agustín. Y ciertamente que, roto el freno que contiene a los hombres en los caminos de la verdad, e inclinándose precipitadamente al mal por su naturaleza corrompida, consideramos ya abierto aquel abismo del que, según vio San Juan, subía un humo que oscurecía el sol y arrojaba langostas que devastaban la tierra. De aquí la inconstancia en los ánimos, la corrupción de la juventud, el desprecio -por parte del pueblo- de las cosas santas y de las leyes e instituciones más respetables; en una palabra, la mayor y más mortífera peste para la sociedad, porque, aun la más antigua experiencia enseña cómo los Estados, que más florecieron por su riqueza, poder y gloria, sucumbieron por el solo mal de una inmoderada libertad de opiniones, libertad en la oratoria y ansia de novedades.

15. La libertad de prensa. - Su refutación.

Debemos también tratar en este lugar de la libertad de imprenta, nunca suficientemente condenada, si por tal se entiende el derecho de dar a la luz pública toda clase de escritos; libertad, por muchos deseada y promovida. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar qué monstruos de doctrina, o mejor dicho, qué sinnúmero de errores nos rodea, diseminándose por todas partes, en innumerables libros, folletos y artículos que, si son insignificantes por su extensión, no lo son ciertamente por la malicia que encierran; y de todos ellos sale la maldición que vemos con honda pena esparcirse sobre la tierra. Hay, sin embargo, ¡oh dolor!, quienes llevan su osadía a tal grado que aseguran, con insistencia, que este aluvión de errores esparcido por todas partes está compensado por algún que otro libro, que en medio de tantos errores se publica para defender la causa de la religión. Es de todo punto ilícito, condenado además por todo derecho, hacer un mal cierto y mayor a sabiendas, porque haya esperanza de un pequeño bien que de aquel resulte. ¿Por ventura dirá alguno que se pueden y deben esparcir libremente activos venenos, venderlos públicamente y darlos a beber, porque alguna vez ocurre que el que los usa haya sido arrebatado a la muerte?

16. Doctrina de la Iglesia acerca de la libertad de prensa.
El índice de libros prohibidos.

Enteramente distinta fue siempre la disciplina dela Iglesia en perseguir la publicación de los malos libros, ya desde el tiempo de los Apóstoles: ellos mismos quemaron públicamente un gran número de libros. 

Basta leer las leyes que sobre este punto dio el Concilio V de Letrán y la Constitución que fue publicada después por León X, de f. r., a fin de impedir que lo inventado para el aumento de la fe y propagación de las buenas artes, se emplee con una finalidad contraria, ocasionando daño a los fieles. A esto atendieron los Padres de Trento, que, para poner remedio a tanto mal, publicaron el salubérrimo decreto para hacer un Índice de todos aquellos libros, que, por su mala doctrina, deben ser prohibidos. Hay que luchar valientemente, dice Nuestro predecesor Clemente XIII, de p. m., hay que luchar con todas nuestras fuerzas, según lo exige asunto tan grave, para exterminar la mortífera plaga de tales libros; pues existirá materia para el error, mientras no perezcan en el fuego esos instrumentos de maldad. Colijan, por tanto, de la constante solicitud que mostró siempre esta Sede Apostólica en condenar los libros sospechosos y dañinos, arrancándolos de sus manos, cuán enteramente falsa, temeraria, injuriosa a la Santa Sede y fecunda en gravísimos males para el pueblo cristiano es la doctrina de quienes, no contentos con rechazar tal censura de libros como demasiado grave y onerosa, llegan al extremo de afirmar que se opone a los principios de la recta justicia, y niegan a la Iglesia el derecho de decretarla y ejercitarla.


17. La desobediencia a las autoridades legítimas, sobre todo a las eclesiásticas.

Sabiendo Nos que se han divulgado, en escritos que corren por todas partes, ciertas doctrinas que niegan la fidelidad y sumisión debidas a los príncipes, que por doquier encienden la antorcha de la rebelión, se ha de trabajar para que los pueblos no se aparten, engañados, del camino del bien. 

Sepan todos que, como dice el Apóstol, toda potestad viene de Dios y todas las cosas son ordenadas por el mismo Dios. Así, pues, el que resiste a la potestad, resiste a la ordenación de Dios, y los que resisten se condenan a sí mismos. Por ello, tanto las leyes divinas como las humanas se levantan contra quienes se empeñan, con vergonzosas conspiraciones tan traidoras como sediciosas, en negar la fidelidad a los príncipes y aun en destronarles.

Por aquélla razón, y por no mancharse con crimen tan grande, consta cómo los primitivos cristianos, aun en medio de las terribles persecuciones contra ellos levantadas, se distinguieron por su celo en obedecer a los emperadores y en luchar por la integridad del imperio, como lo probaron ya en el fiel y pronto cumplimiento de todo cuanto se les mandaba (no oponiéndose a su fe de cristianos), ya en el derramar su sangre en las batallas peleando contra los enemigos del imperio. Los soldados cristianos, dice San Agustín, sirvieron fielmente a los emperadores infieles; mas cuando se trataba de la causa de Cristo, no reconocieron otro emperador que al de los cielos. Distinguían al Señor eterno del señor temporal; y, no obstante, por el primero obedecían al segundo.
18. Los mártires dan el verdadero ejemplo de obediencia.
Así ciertamente lo entendía el glorioso mártir San Mauricio, invicto jefe de la legión Tebea, cuando, según refiere Euquerio, dijo a su emperador: "Somos, oh emperador, soldados tuyos, pero también siervos que con libertad confesamos a Dios; vamos a morir y no nos rebelamos; en las manos tenemos nuestras armas y no resistimos porque preferimos morir mucho mejor que ser asesinos. Y esta fidelidad de los primeros cristianos hacia los príncipes brilla aún con mayor fulgor, cuando se piensa que, además de la razón, según ya hizo observar Tertuliano, no faltaban a los cristianos ni la fuerza del número ni el esfuerzo de la valentía, si hubiesen querido mostrarse como enemigos: Somos de ayer, y ocupamos ya todas vuestras casas, ciudades, islas, castros, municipios, asambleas, hasta los mismos campamentos, las tribus y las decurias, los palacios, el senado, el foro... ¿De qué guerra y de qué lucha no seríamos capaces, y dispuestos a ello aun con menores fuerzas, los que tan gozosamente morimos, a no ser porque según nuestra doctrina es más lícito morir que matar? Si tan gran masa de hombres nos retirásemos, abandonándoos, a algún rincón remoto del orbe, vuestro imperio se llenaría de vergüenza ante la pérdida de tantos y tan buenos ciudadanos, y os veríais castigados hasta con la destitución. No hay duda de que os espantaríais de vuestra propia soledad...; no encontraríais a quien mandar, tendríais más enemigos que ciudadanos; mas ahora, por lo contrario, debéis a la multitud de los cristianos el tener menos enemigos.

19. Estos ejemplos refutan las teorías de los modernos libertarios.

Estos hermosos ejemplos de inquebrantable sumisión a los príncipes, consecuencia de los santísimos preceptos de la religión cristiana, condenan la insolencia y gravedad de los que, agitados por torpe deseo de desenfrenada libertad, no se proponen otra cosa sino quebrar y aun aniquilar todos los derechos de los príncipes, mientras en realidad no tratan sino de esclavizar al pueblo con el mismo señuelo de la libertad. No otros eran los criminales delirios e intentos de los valdenses, beguardos, wiclefitas y otros hijos de Belial, que fueron plaga y deshonor del género humano, que, con tanta razón y tantas veces fueron anatematizados por la Sede Apostólica. Y todos esos malvados concentran todas sus fuerzas no por otra razón que para poder creerse triunfantes felicitándose con Lutero por considerarse libres de todo vínculo; y, para conseguirlo mejor y con mayor rapidez, se lanzan a las más criminales y audaces empresas.


20. 
Concordia que debe reinar entre el poder eclesiástico y civil.
Las mayores desgracias vendrían sobre la religión y sobre las naciones, si se cumplieran los deseos de quienes pretenden la separación de la Iglesia y el Estado, y que se rompiera la concordia entre el sacerdocio y el poder civil. Consta, en efecto, quelos partidarios de una libertad desenfrenada se estremecen ante la concordia, que fue siempre tan favorable y tan saludable así para la religión como para los pueblos.
21. Condena de las asociaciones y asambleas que conspiran contra la Iglesia.

A otras muchas causas de no escasa gravedad que Nos preocupan y Nos llenan de dolor, deben añadirse ciertas asociaciones o reuniones, las cuales, confederándose con los sectarios de cualquier falsa religión o culto, simulando cierta piedad religiosa pero llenos, a la verdad, del deseo de novedades y de promover sediciones en todas partes, predican toda clase de libertades, promueven perturbaciones contra la Iglesia y el Estado; y tratan de destruir toda autoridad, por muy santa que sea.
22. Exhortación a ser diligentes en la lucha contra estos males modernos.

Con el ánimo, pues, lleno de tristeza, pero enteramente confiados en Aquel que manda a los vientos y calma las tempestades, os escribimos Nos estas cosas, Venerables Hermanos, para que,armados con el escudo de la fe, peleéis valerosamente las batallas del Señor. A vosotros os toca el mostraros como fuertes murallas, contra toda opinión altanera que se levante contra la ciencia del Señor. Desenvainad la espada espiritual, la palabra de Dios; reciban de vosotros el pan, los que han hambre de justicia. Elegidos para ser cultivadores diligentes en la viña del Señor, trabajad con empeño, todos juntos, en arrancar las malas raíces del campo que os ha sido encomendado, para que, sofocado todo germen de vicio, florezca allí mismo abundante la mies de las virtudes. Abrazad especialmente con paternal afecto a los que se dedican a la ciencia sagrada y a la filosofía, exhortadles y guiadles, no sea que, fiándose imprudentemente de sus fuerzas, se aparten del camino de la verdad y sigan la senda de los impíos.
23. Confiar ante todo en Dios.


Entended que Dios es guía de la sabiduría y reformador de los sabios, y que es imposible que conozcamos a Dios sino por Dios, que por medio del Verbo enseña a los hombres a conocer a Dios. Sólo los soberbios, o más bien los ignorantes, pretenden sujetar a criterio humano los misterios de la fe, que exceden a la capacidad humana, confiando solamente en la razón, que, por condición propia de la humana naturaleza, es débil y enfermiza.
 24. Llamado a los príncipes cristianos y a los gobernantes para que colaboren con la Iglesia.
Q
ue también los Príncipes, Nuestros muy amados hijos en Cristo, cooperen con su concurso y actividad para que se tornen realidad Nuestros deseos en pro de la Iglesia y del Estado. Piensen que se les ha dado la autoridad no sólo para el gobierno temporal, sino sobre todo para defenderla Iglesia; y que todo cuanto por la Iglesia hagan, redundará en beneficio de su poder y de su tranquilidad; lleguen a persuadirse que han de estimar más la religión que su propio imperio, y que su mayor gloria será, 
digamos con San León, cuando a su propia corona la mano del Señor venga a añadirles la corona de la fe. Han sido constituidos como padres y tutores de los pueblos; y darán a éstos una paz y una tranquilidad tan verdadera y constante como rica en beneficios, si ponen especial cuidado en conservar la religión de aquel Señor, que tiene escrito en la orla de su vestido: Rey de los reyes y Señor de los que dominan.
25. Invocación final a la Sma. Virgen y a los Ss. Apóstoles Pedro y Pablo.
Y para que todo ello se realice próspera y felizmente, elevemos suplicantes nuestros ojos y manos hacia la Santísimo Virgen María, única que destruyó todas las herejías, que es Nuestra mayor confianza, y hasta toda la razón de Nuestra esperanza. Que ella misma con su poderosa intercesión pida el éxito más feliz para Nuestros deseos, consejos y actuación en este peligro tan grave para el pueblo cristiano. Y con humildad supliquemos al Príncipe de los apóstoles Pedro y a su compañero de apostolado Pablo que todos estéis delante de la muralla, a fin de que no se ponga otro fundamento que el que ya se puso. Apoyados en tan dulce esperanza, confiamos que el autor y consumador de la fe, Cristo Jesús, a todos nos ha de consolar en estas tribulaciones tan grandes que han caído sobre nosotros; y en prenda del auxilio divino a vosotros, Venerables Hermanos, y a las ovejas que os están confiadas, de todo corazón, os damos la Bendición Apostólica.
Dado en Roma, en Santa María la Mayor, en el día de la Asunción de la bienaventurada Virgen María, 15 de agosto de 1832, año segundo de Nuestro Pontificado.
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Gráfica y Resaltados: Guillermo Carlos Pérez Galicia