martes, 3 de septiembre de 2013
SAN PÍO X, EL PAPA ÍNTEGRO
El Pontificado del gran San Pío X, se desarrolló desde 1903 a 1914, año en que estallaba la Gran Guerra; pero no fue éste sólo un período de luchas entre países, entre reinos temporales: la Santa Iglesia Católica vivía también en un clima de guerra, amenazada por los enemigos que la acechaban desde adentro, y que valientemente fueron denunciados por el Piadoso Pontífice, que señaló y condenó a los llamados "modernistas". Ante el peligro que se presentaba frente a la integridad de la Doctrina Católica, el Papa San Pío no titubeó en extirpar el Modernismo, que en palabras del mismo Pontífice era la “síntesis de todas las herejías”.
Ese movimiento, precursor del progresismo católico de nuestros días, trataba de adaptar la Iglesia al espíritu y a los errores del mundo moderno, infectando los ambientes católicos con esos nefastos y autodemoledores errores, que dieron a luz tras la tragedia del Concilio Vaticano II.
Aquel extraordinario Papa, en su famosa y magnífica Encíclica Pascendi Dominici Gregis ( 8 de Septiembre de 1907 ) denunció los enemigos internos, que conspiraban para desfigurar y, finalmente, destruir la Santa Iglesia Católica desde adentro: “Los fautores del error se ocultan en el propio seno de la Iglesia, por así decir, en las propias venas y entrañas de ella”.
SOBRE LAS DOCTRINAS DE LOS MODERNISTAS
( Extractos de la Carta Encíclica Pascendi )
... por su gran temeridad, no hay linaje de consecuencias que les haga retroceder o, más bien, que no sostengan con obstinación y audacia. Juntan a esto, y es lo más a propósito para engañar, una vida llena de actividad, constancia y ardor singulares hacia todo género de estudios, aspirando a granjearse la estimación pública por sus costumbres, con frecuencia intachables. Por fin, y esto parece quitar toda esperanza de remedio, sus doctrinas les han pervertido el alma de tal suerte, que desprecian toda autoridad y no soportan corrección alguna; y atrincherándose en una conciencia mentirosa, nada omiten para que se atribuya a celo sincero de la verdad lo que sólo es obra de la tenacidad y del orgullo.
... habíamos esperado que algún día volverían sobre sí, y por esa razón habíamos empleado con ellos, primero, la dulzura como con hijos, después la severidad y, por último, aunque muy contra nuestra voluntad, las reprensiones públicas. Pero no ignoráis, venerables hermanos, la esterilidad de nuestros esfuerzos: inclinaron un momento la cabeza para erguirla en seguida con mayor orgullo. Ahora bien: si sólo se tratara de ellos, podríamos Nos tal vez disimular; pero se trata de la religión católica y de su seguridad. Basta, pues, de silencio; prolongarlo sería un crimen. Tiempo es de arrancar la máscara a esos hombres y de mostrarlos a la Iglesia entera tales cuales son en realidad.
( PASCENDI, San Pío X )
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