sábado, 17 de noviembre de 2012
PUBLICA PROFESIÓN DE FE Y DE RESISTENCIA CATÓLICA DE LA FAMILIA BEATAE MARIAE VIRGINIS
Otra
reacción, mediante una declaración pública, a los nuevos lineamientos
que está siguiendo el Superior General Mons. Fellay y el Consejo con
respecto a las relaciones con Roma y el Obispo “expulsado”.
El Padre Jahir Britto de Souza e Irmãos está a cargo de una comunidad de contemplativos en Brasil que se vinculó a la FSSPX hace unos 10 años.
Hacemos
pública su reciente declaración apoyando a Mons. Williamson y su
reacción a estos nuevos lineamientos y acciones de las autoridades de la
FSSPX. A su vez, esto significa una declaración de guerra, de oposición
a Mons. Fellay y su ala liberal.
PUBLICA PROFESIÓN DE FE Y DE RESISTENCIA CATÓLICA DE LA FAMILIA BEATAE MARIAE VIRGINIS
A
los que guardan y, por misericordia de Dios, quieren continuar
guardando la integridad del Sagrado Depósito de la Fe Católica,
Apostólica y Romana, Pax Christi in Regno Christi:
He
aquí que Su Excelencia Reverendísima Monseñor Richard Williamson, el
intrépido y firme guerrero de la Fe, uno de los Obispos dejados por el
heroico Monseñor Marcel Lefebvre para continuar su prolífico trabajo en
defensa de la vitalidad de la Fe y de la Santidad de la Iglesia, digo,
este admirable Monseñor Richard Williamson, fue expulsado de la
Fraternidad San Pío X por la todavía reinante Dirección General de esta
Fraternidad, esto es, por Monseñor Fellay y su Consejo.
Luego
del citado castigo, tuvimos conocimiento de la serena, firme, justa y
caritativa respuesta que dio el admirable Prelado agraviado.
Este
acontecimiento nos hace recordar otro semejante. Se dice que al tomar
conocimiento del acto declaratorio de su excomunión, llevado a efecto
por las autoridades romanas en tiempos del infeliz reinado de Juan Pablo
II, Su Excelencia Reverendísima Monseñor Marcel Lefebvre declaró, con
toda justicia, que esa declaración no significaba nada, ya que él nunca
había pertenecido a la Iglesia modernista nacida del Vaticano II. Fue
expulsado de una entidad de la cual nunca formó parte.
La
misma cosa, con toda propiedad, declaró nuestro agraviado e ilustre
Prelado en una carta abierta que se publicó en respuesta al infeliz
decreto de expulsión que recibió de Monseñor Fellay:
“pero esta expulsión será más aparente que real. Yo soy miembro de la
Fraternidad de Monseñor Lefebvre por mi compromiso a perpetuidad. Yo soy
uno de sus sacerdotes desde hace 36 años. Yo soy uno de sus obispos,
como usted, después de casi un cuarto de siglo. Esto no se puede tachar
por un trazo de bolígrafo, y por lo tanto, me quedo como miembro de la
Fraternidad, en espera”.
Si
usted hubiera sido fiel a su herencia y yo hubiera sido notablemente
infiel, yo reconocería gustosamente su derecho a expulsarme. Siendo las
cosas como son, espero no faltar al respeto hacia su oficio si le
sugiero que por la gloria de Dios, por la salvación de las almas, por la
paz interior de la Fraternidad, y por su propia salvación eterna, usted
haría mejor renunciando como Superior General que expulsándome a mí.
Que Dios le de la gracia, la luz y las fuerzas necesarias para cumplir
con tal acto insigne de humildad y de devoción al bien común de todos.
Como frecuentemente he terminado las cartas que le he dirigido desde
hace años, Dominus tecum.”
Así,
de manera conmovedora, repleta de fe y caridad admirable, Monseñor
Williamson, el denigrado, el “marcado”, como otros tienen la audacia de
decir, termina este monumento católico de su admirable carta abierta en
respuesta al infeliz Monseñor Fellay.
Es
así que misteriosa, pero evidentemente, el Buen Dios transfiere el
cetro de la Verdad de manos de Monseñor Lefebvre a las de Monseñor
Richard Williamson. Y he aquí que Inglaterra, que en el siglo XVI con
Enrique VIII traicionó a su Madre la Santa Iglesia, por otro inglés
desagravia a la misma Madre, Dios sea bendito.
Dado
el estrago universal con que el catolicismo liberal viene devastando a
la Iglesia, empezando por su Jerarquía, Monseñor Williamson continúa
firmemente fiel al sagrado legado de su Fundador Monseñor Lefebvre.
El
señor Obispo continúa siguiendo la última determinación de Monseñor
Lefebvre de no aceptar un acuerdo práctico con las autoridades romanas
mientras ellas no repudien los errores que vienen profesando y se
declaren en perfecta comunión con las condenaciones y advertencias
doctrinales pronunciadas por los papas anteriores a Juan XXIII, de
Gregorio XVI a Pío XII.
La
traición constante llevada a cabo por la Dirección suprema de la
Fraternidad San Pío X en los últimos 12 años ahora está plenamente al
descubierto a nivel mundial para sus amigos y enemigos, y que la carta
de respuesta de Monseñor Fellay a los otros tres Obispos que consagró
Monseñor Lefebvre, del pasado abril de este catastrófico año de 2012, en
su texto de máxima importancia, revela un ánimo revolucionario por
parte del jefe de la antigua Fraternidad San Pío X. Lo más trágico de
todo esto es la forma en que las cosas están siendo conducidas,
escabulléndose de la inminencia de la firma de un acuerdo práctico el
pasado junio “porque Roma no lo tolera” (Monseñor. Fellay), acuerdo en
rebeldía de las recomendaciones del Capítulo de 2006, celebrado por la
Fraternidad, y avanzando en dirección de una nueva táctica más eficiente
de envenenamiento general. Así, en vez de un acuerdo apresurado que
acabaría dividendo a la Fraternidad en dos porciones distintas y
opuestas una a la otra, ahora se hace una muda de apariencia por parte
de la Dirección, un esfuerzo que infelizmente está teniendo mucho éxito
en conseguir calmar a los descontentos, conduciéndoles más suavemente
hacia las rutas liberales o semi-liberales.
Contra
lo que cabría esperar (¡misterio!), los otros líderes principales de la
Resistencia Católica dentro de la Fraternidad, esos grandes líderes se
muestran tranquilos aceptando la convivencia con los nuevos enemigos los
cuales ya han sido desenmascarados. También aquí y allá grupos de
amigos que tienen un glorioso historial de servicio a favor de la
Verdad, tal vez por causa de intereses menores, aunque no carentes de
valor, van dejando las armas, lo que provoca un incontestable riesgo de
envenenamiento, al menos muy lento, además de la gravedad de la omisión.
¡Proh dolor! Es casi desesperante ver a Obispos admirables callados o
inoperantes ante el creciente éxito de la invasión interna del enemigo,
predicando obediencia a un jefe traicionero, refinadamente astuto, que
debería haber sido alejado del poder junto con sus auxiliares, en un
Capítulo saludable. Y eso cuando todos ya sabemos que la obediencia
tiene como fundamento la Santa Voluntad de Dios, y esto es tan real que
desde hace muchos años estamos, por causa de los derechos supremos de
Dios manifestados en la Sagrada Tradición, desobedeciendo las órdenes
del Papa, titular del poder supremo en la tierra; y no nos damos cuenta
que si podemos vernos forzados a desobedecer al Papa, el cual es
inamovible por nosotros, ¿cómo no se puede desobedecer al superior de
una congregación, perfectamente movible, en caso de verdadera necesidad?
El
Capítulo de julio de 2012, tuvo la cobardía de aprobar la ausencia de
Monseñor Williamson y cambiar la dirección del Santo Fundador al admitir
la posibilidad de nuevas condiciones para un acuerdo con la Roma
modernista, en vez de permanecer fiel a la única condición determinada
por Monseñor Lefebvre, que es la conversión de Roma modernista a la
integridad bimilenaria de la fe en plenitud con la ortodoxia católica,
esto es, la Sagrada Tradición.
La
desmoralización en que cayó la Fraternidad, sobre todo por el
vergonzozo pacifismo que han adoptado grandes figuras de la hasta
entonces respetada Fraternidad, ante las maniobras, muchas de las cuales
no son ocultas, del jefe y de sus más íntimos colaboradores, llevó la
situación a tal estado, que a menos que sustituyan a Monseñor Fellay por
cualquier otro de confianza, ese bello vaso de cristal fisurado no se
recuperará. Solamente el surgimiento de una Reforma como en el pasado lo
hizo Santa Teresa con el Carmelo, podrá comenzar a levantar a la
desmoronada obra de Monseñor Lefebvre.
No
puedo terminar sin cumplir la grave obligación de hacer un llamado a
los padres fieles pero medrosos que hablan o han estado hablando
anónimamente, muchas veces con admirable acierto, en contra de la
realización de la tragedia que cayó sobre los católicos
tradicionalistas, particularmente sobre la Fraternidad San Pio X.
Perdónenme, reverendísimos señores Sacerdotes, pero ustedes darán
severas cuentas a Dios de su cobardía y omisión. ¿Esperar a los jefes
retardatarios? Pero ¿cómo no tomar la iniciativa si el incendio se
propaga, sobre todo con el actual proceso de erosión que ha conseguido
destruir e inmovilizar las resistencias y energías? ¿miedo del castigo?
Pero señores, ¡ustedes son hijos de los mártires! ¡despierten!
¡levántense! Incluso si es a morir por la Fe.
De
cualquier forma quiero cumplir aquí un grave deber de gratitud. En el
nombre de nuestra pequeña comunidad de almas fieles a la Sagrada
Tradición Católica, en nombre de la Iglesia, quiero proclamar lo más
alto que pueda, la profunda gratitud a Monseñor Lefebvre, a sus sabios,
castos, virtuosos y celosos sacerdotes, por su preciosa contribución en
favor del Reinado de Nuestro Señor Jesucristo, en favor de la verdad.
¿Cómo olvidar las visitas episcopales, las ordenaciones, las
confirmaciones, el bien que hacían, las figuras admirables de los
verdaderos Obispos católicos, los Seminarios, los preciosos libros y
revistas, y para nosotros particularmente, la obtención fácil de
intenciones de misas que los generosos fieles nos encomendaban, en fin,
todo el inmenso bien que la obra tan grande del Arzobispo esparcía.
Monseñor
Williamson, que evidentemente se quiere salvar, no va a poder hacer
caso omiso ante la señal de que el Señor le dio la Fe con su expulsión.
Y
espero fervientemente que todos aquellos que no han doblado su rodilla
ante Baal, se adhieran firmemente a él porque es un OBISPO. ¿Puede haber
Iglesia sin OBISPO? Nuestros tiempos son duros, pero el buen Dios
suscita un Obispo para conservar la Iglesia. Y cuando, algunas decenas
de años después, su obra se desmorone, el Buen Dios tendrá a bien, en su
admirable Providencia, suscitar otra para el incansable trabajo de
recomenzar, del mismo modo que lo hace cualquier individuo que lucha
contra sus propias miserias. Nunca desanimarse. Recomenzar, recomenzar,
recomenzar.
Que
el Inmaculado Corazón reciba de nosotros, cada vez más, los 15
misterios del Santo Rosario para conducirnos con seguridad al Corazón de
Su Hijo.
Declaro
delante de Dios que me ha de juzgar, que esta pública profesión de fe,
de resistencia católica y de repudio a la Revolución, la hago en mi
nombre y de cada uno de los miembros de la Familia Beatae Mariae
Virginis, nuestra pequeña comunidad.
En
el Monasterio de Nuestra Señora de la Fe y del Rosario, Candeias,
Brasil, el 14 de noviembre de 2012, memoria del martirio de San Serapio,
religioso mercedario, glorioso mártir inglés de la Fe Católica.
Visto en Syllabus
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