En el cuadro de la reforma litúrgica de la que somos testigos desde hace unos 30 años, no se puede negar que la concelebración es la práctica que más ha extrañado a los fieles. El sentido de la fe recibida y poseída, lo que se suele llamar sensus fidei, hace que los fieles continúen guardando reservas. ¿Es una prueba de que son ignorantes o de que les cuesta evolucionar? ¿o es que finalmente tienen razón? Para intentar dar una respuesta a estas preguntas, vamos a dar un resumen del libro del P. José de Sainte Marie O.C.D., L ‘Eucharistie, salut du monde, que trata de este tema. Para simplificar nuestro trabajo, vamos a dividirlo en dos partes:
1º El aspecto teórico del problema: en la concelebración, ¿hay una o varias Misas?
2º El aspecto práctico del problema: ¿hay que multiplicar las concelebraciones?
1º El aspecto teórico del problema: en la concelebración, ¿hay una o varias Misas?
2º El aspecto práctico del problema: ¿hay que multiplicar las concelebraciones?
(I)
CONCELEBRACIÓN: ¿CEREMONIAL O SACRAMENTAL?
Conviene, desde un principio, esclarecer un problema de terminología: ¿que se quiere decir cuando se emplea la palabra "concelebración"?
Se pueden distinguir exteriormente dos modos de Misa concelebrada:
- El primero es el del obispo, rodeado por su clero, celebrando los Santos Misterios él solo, porque pronuncia solo las palabras de la liturgia. En la liturgia tradicional, es el caso de la Misa Pontifical y de la Misa solemne. Se denomina concelebración simplemente ceremonial.
- La segunda forma de concelebración es la de todos los sacerdotes que concelebran pronunciando las palabras de la consagración. En la liturgia tradicional, sucede así en la Misa de ordenación y de consagración episcopal Es lo que denominamos concelebración sacramental.
¿Por qué hemos distinguido estas dos formas de concelebración? Porque la realidad de las cosas nos lleva a hacerlo y porque nos obliga la doctrina del Magisterio de la Iglesia.
El Papa Pío XII en su encíclica Mediator Dei (2), refutó la opinión de los que suprimen toda diferencia entre el sacerdocio ministerial y el sacerdocio de los fieles (1 Ped. 2,9) y que dicen que toda la asamblea, sacerdote y fieles, concelebra la Misa. En realidad el sacerdocio ministerial es específicamente distinto al sacerdocio común de los fieles.
Unos años más tarde, se renovaban los errores y el mismo Pontífice tuvo que precisar un poco más la doctrina en su Discurso al episcopado, del 2 de noviembre de 1954. Algunos afirmaban que «la celebración de una sola misa en la que asisten piadosamente cien sacerdotes es lo mismo que cien misas celebradas por cien sacerdotes». A esto el Sumo Pontífice respondía que «de ningún modo es así. En lo referente a la oblación del sacrificio eucarístico, hay tantas acciones de Cristo Sumo Sacerdote como sacerdotes que celebran y no tantas como sacerdotes que escuchan piadosamente la misa episcopal o de otro sacerdote que celebra». Un sacerdote sólo celebra cuando hace las acciones y pronuncia las palabras litúrgicas, y de otro modo sólo simula.
Hay, pues, una diferencia fundamental entre la Misa realmente celebrada por un sacerdote que pronuncia las palabras de la consagración y un sacerdote que participa a las mismas ceremonias sin pronunciar las palabras litúrgicas.
Por eso hay una diferencia esencial entre la concelebración simplemente ceremonial y la sacramental. En lo que sigue del artículo sólo nos interesamos por esta última, pues la concelebración simplemente ceremonial no plantea ningún problema particular, ya que los sacerdotes que asisten no pronuncian las palabras de la consagración y, por lo tanto, no concelebran sacramentalmente.
Se pueden distinguir exteriormente dos modos de Misa concelebrada:
- El primero es el del obispo, rodeado por su clero, celebrando los Santos Misterios él solo, porque pronuncia solo las palabras de la liturgia. En la liturgia tradicional, es el caso de la Misa Pontifical y de la Misa solemne. Se denomina concelebración simplemente ceremonial.
- La segunda forma de concelebración es la de todos los sacerdotes que concelebran pronunciando las palabras de la consagración. En la liturgia tradicional, sucede así en la Misa de ordenación y de consagración episcopal Es lo que denominamos concelebración sacramental.
¿Por qué hemos distinguido estas dos formas de concelebración? Porque la realidad de las cosas nos lleva a hacerlo y porque nos obliga la doctrina del Magisterio de la Iglesia.
El Papa Pío XII en su encíclica Mediator Dei (2), refutó la opinión de los que suprimen toda diferencia entre el sacerdocio ministerial y el sacerdocio de los fieles (1 Ped. 2,9) y que dicen que toda la asamblea, sacerdote y fieles, concelebra la Misa. En realidad el sacerdocio ministerial es específicamente distinto al sacerdocio común de los fieles.
Unos años más tarde, se renovaban los errores y el mismo Pontífice tuvo que precisar un poco más la doctrina en su Discurso al episcopado, del 2 de noviembre de 1954. Algunos afirmaban que «la celebración de una sola misa en la que asisten piadosamente cien sacerdotes es lo mismo que cien misas celebradas por cien sacerdotes». A esto el Sumo Pontífice respondía que «de ningún modo es así. En lo referente a la oblación del sacrificio eucarístico, hay tantas acciones de Cristo Sumo Sacerdote como sacerdotes que celebran y no tantas como sacerdotes que escuchan piadosamente la misa episcopal o de otro sacerdote que celebra». Un sacerdote sólo celebra cuando hace las acciones y pronuncia las palabras litúrgicas, y de otro modo sólo simula.
Hay, pues, una diferencia fundamental entre la Misa realmente celebrada por un sacerdote que pronuncia las palabras de la consagración y un sacerdote que participa a las mismas ceremonias sin pronunciar las palabras litúrgicas.
Por eso hay una diferencia esencial entre la concelebración simplemente ceremonial y la sacramental. En lo que sigue del artículo sólo nos interesamos por esta última, pues la concelebración simplemente ceremonial no plantea ningún problema particular, ya que los sacerdotes que asisten no pronuncian las palabras de la consagración y, por lo tanto, no concelebran sacramentalmente.
¿Una o varias misas?
En el Discurso final al Congreso Internacional de Liturgia Pastoral de Asís, el 22 de septiembre de 1956, el Papa Pío XII precisó aún más su enseñanza:
- Recordó la diferencia entre la concelebración simplemente ceremonial y la concelebración sacramental: «No basta tener y manifestar la voluntad de apropiarse las palabras y acciones del celebrante. Los concelebrantes mismos tienen que decir sobre el pan y el vino: "Este es mi Cuerpo", "Esta es mi Sangre"; de otro modo, su concelebración es una pura ceremonia». Esta doctrina fue confirmada por el Santo Oficio, declarando que «por institución divina, sólo celebra el que pronuncia las palabras de la consagración». (3)
- ¿Cómo se puede reconocer una concelebración sacramental?
«Hay que ver si, con la intención interior necesaria, el celebrante hace la acción exterior y, sobre todo, si pronuncia las palabras que constituyen la actio Christi se ipsum sacrificantis et offerentis: la acción de Cristo sacrificándose y ofreciéndose a sí mismo. Eso no ocurre cuando el sacerdote no pronuncia sobre el pan el vino las palabras del Señor: "Este es mi Cuerpo"; "Esta es mi Sangre"».
- La multiplicidad de concelebrantes no estorba a la unidad del sacramento que siempre es una acción de Cristo: «En realidad, la acción del sacerdote que consagra es la misma de Cristo, que obra por su ministro. En el caso de una concelebración en el sentido estricto de la palabra, Cristo, en lugar de obrar por medio de un solo ministro, lo hace por varios».
Algunos espíritus superficiales podrían ver una oposición entre el discurso de 1954, que decía que hay tantas acciones de Cristo como celebrantes, y el discurso de 1956, que subraya la unicidad de la acción de Cristo llevada a cabo por varios ministros. En realidad se trata de puntos de vista complementarios, pues el discurso de 1954 se sitúa de parte de los ministros y se encamina a determinar cuál es la condición para que consagren realmente, mientras que el discurso de 1956 se sitúa de parte de Cristo que hace siempre la misma y única acción sea cual sea el número de ministros.
En resumen, como Cristo actúa por sus ministros que usan el rito único de la Iglesia, la acción sacramental es también única. La Misa concelebrada es, pues, una sola y única Misa, sea cual sea el número de celebrantes.
Incluso el decreto general Ecclesiae semper del 7 de marzo de 1965 lo dijo claramente de nuevo, a pesar de la generalización de la práctica de la concelebración en esos años:
«En este modo de celebrar (la concelebración), varios sacerdotes, en virtud de un mismo sacerdocio y ocupando el lugar del Sumo Sacerdote, obran juntos por una sola voluntad y una sola voz, y hacen y ofrecen por un único acto sacramental, Un único sacrificio, y juntos participan de él» (4).
Este texto recuerda la necesidad, para una verdadera concelebración, de la unidad de intención ("una sola voluntad") y de la unidad del rito litúrgico en la celebración ("una sola voz"). Menciona igualmente el efecto de la verdadera concelebración: "un único acto sacramental", "un único sacrificio".
Santo Tomás de Aquino y la concelebración
Para confirmar esta conclusión ineludible, es decir, que en la concelebración sólo hay una Misa, consultemos al Príncipe de los teólogos, Santo Tomás de Aquino, y sus luces.
En un primer texto, Santo Tomás recuerda que la unidad a nivel de la intención, tiende a la unidad en la acción y en el efecto: «La intención se requiere para cumplir los sacramentos. Por consiguiente, como todos tienen la intención de hacer una consagración, no hay más que una consagración» (IV Sent. d. 13, cuest. 1, ait. 2, sol. 2, ad 1) (5).
Pero, podríamos preguntarnos de qué forma se realiza esta unidad. Santo Tomás nos lo indica en detalle en otro texto posterior: «Si cada uno de los sacerdotes obrase por su propia virtud, uno solo de ellos bastaría para celebrar y los demás estarían de más. Pero como el sacerdote no consagra en su propio nombre sino en lugar y en nombre de Cristo (in persona Christi), y que muchos son "uno en Cristo" (Gal 3.28), poco importa que este sacramento sea consagrado por uno solo o por varios: lo que es necesario es que sea observado el rito de la Iglesia» (III, cuest. 82, art. 2, ad 2).
De donde se deduce lo siguiente:
- Una única consagración ("este sacramento") puede ser hecha por varios sacerdotes a la vez.
- Todos obran como instrumentos ministeriales de Cristo.
- Para consagrar este sacramento, hay que observar el rito litúrgico de la Iglesia.
Dejemos que el P. José de Sainte Marie nos dé la conclusión de esta parte: «Se podría decir que [para resolver este problema de la concelebración] hay una sola verdad fundamental, la de la naturaleza sacramental de la acción efectuada en la Misa, pues hay que partir de ahí; pero considerando al mismo tiempo esta verdad primera en sus dos corolarios inmediatos: el carácter ministerial del sacerdocio del sacerdote de la Iglesia por el que obra Cristo, y el carácter litúrgico y ritual de la acción que se lleva a cabo; y considerando igualmente la ordenación y la subordinación de los ministros al acto ritual, litúrgico y sacramental que llevan a cabo y en el que se realizan a sí mismos. Por lo que, para resolver el problema sobre el número de misas, hay una primacía del punto de vista sacramental sobre el de la persona de los ministros» (op. cit. pág. 27-28).
Confirmacion: otras concelebraciones
Nuestra conclusión sobre la unicidad del Sacrificio en la Misa concelebrada se confirma al ver que ocurre lo mismo en otras ceremonias litúrgicas concelebradas.
Veamos lo que escribo Dom Bernardo Botte, O.S.B., sobre la consagración episcopal (doctrina confirmada por Pío XII en su discurso del 22 de septiembre de 1956):
«Por ambas partes nos hallamos ante un acto sacramental colectivo que consiste en un gesto cuyo sentido lo da el que preside la oración. Los obispos tienen la intención de comunicar al Espíritu Santo y la manifiestan por un gesto común, lo mismo que los sacerdotes que rodean al obispo y manifiestan esta intención por su presencia alrededor del obispo y por el gesto que hacen con él; pero hay que decir que esta oblación es única. Así como no hay varias consagraciones episcopales sincronizadas sino una sola, hecha por el cuerpo episcopal, lo mismo que no hay más que una sola consagración eucarística hecha por todo el cuerpo sacerdotal, y no varias misas sincronizadas». (6).
Santo Tomás de Aquino dice que ocurriría lo mismo si el bautismo fuera concelebrado: «Ambos (ministros concelebrantes), en cuanto de ellos depende, bautizarían. Sin embargo, no darían dos sacramentos diferentes (aliud et aliud sacramentum): sino que Cristo. que es quien únicamente bautiza interiormente, conferiría por ambos un único sacramento (unum sacramentum per utrumque conferret». (III, cuest. 67, art. 6).
Y el Card. Journet saca la conclusión de este último texto para nuestro tema de la concelebración de la Misa:
«Unas palabras sobre la concelebración. Imaginemos que varias personas se uniesen para bautizar simultáneamente a un niño. Los bautizantes serían varios pero la acción bautismal una sola, plures baptizantes, una baptizatio.
Al concelebrar, habrá igualmente varios consagrantes, plures ex aequo consecrantes, pero una sola acción consagratoria, una consecratio»
¿Y la multiplicación de la misa?
Quizás se nos diga que "en la práctica actual, cada sacerdote recibe un estipendio; por eso hay tantas misas como concelebrantes".
A eso contestestamos distinguiendo los frutos de la Santa Misa: el fruto general, por toda la Iglesia; el fruto especial (o ministerial) en favor de las personas por las que se celebra la Santa Misa; y el fruto especialísimo, por el mismo celebrante. El estipendio de la misa corresponde al fruto especial.
Si consideramos el valor infinito de cada Misa y que cada celebrante lleva a cabo el acto completo de la consagración, se comprende que cada celebrante reciba su estipendio. Pero de eso no se puede sacar ninguna conclusión sobre el fruto general de la Santa Misa por toda la Iglesia y sobre el número de Misas.
Esta primera parte nos conduce a decir que el número de concelebrantes no implica ninguna multiplicación de Misas. En cada Misa concelebrada, sólo se celebra una Misa.
- Recordó la diferencia entre la concelebración simplemente ceremonial y la concelebración sacramental: «No basta tener y manifestar la voluntad de apropiarse las palabras y acciones del celebrante. Los concelebrantes mismos tienen que decir sobre el pan y el vino: "Este es mi Cuerpo", "Esta es mi Sangre"; de otro modo, su concelebración es una pura ceremonia». Esta doctrina fue confirmada por el Santo Oficio, declarando que «por institución divina, sólo celebra el que pronuncia las palabras de la consagración». (3)
- ¿Cómo se puede reconocer una concelebración sacramental?
«Hay que ver si, con la intención interior necesaria, el celebrante hace la acción exterior y, sobre todo, si pronuncia las palabras que constituyen la actio Christi se ipsum sacrificantis et offerentis: la acción de Cristo sacrificándose y ofreciéndose a sí mismo. Eso no ocurre cuando el sacerdote no pronuncia sobre el pan el vino las palabras del Señor: "Este es mi Cuerpo"; "Esta es mi Sangre"».
- La multiplicidad de concelebrantes no estorba a la unidad del sacramento que siempre es una acción de Cristo: «En realidad, la acción del sacerdote que consagra es la misma de Cristo, que obra por su ministro. En el caso de una concelebración en el sentido estricto de la palabra, Cristo, en lugar de obrar por medio de un solo ministro, lo hace por varios».
Algunos espíritus superficiales podrían ver una oposición entre el discurso de 1954, que decía que hay tantas acciones de Cristo como celebrantes, y el discurso de 1956, que subraya la unicidad de la acción de Cristo llevada a cabo por varios ministros. En realidad se trata de puntos de vista complementarios, pues el discurso de 1954 se sitúa de parte de los ministros y se encamina a determinar cuál es la condición para que consagren realmente, mientras que el discurso de 1956 se sitúa de parte de Cristo que hace siempre la misma y única acción sea cual sea el número de ministros.
En resumen, como Cristo actúa por sus ministros que usan el rito único de la Iglesia, la acción sacramental es también única. La Misa concelebrada es, pues, una sola y única Misa, sea cual sea el número de celebrantes.
Incluso el decreto general Ecclesiae semper del 7 de marzo de 1965 lo dijo claramente de nuevo, a pesar de la generalización de la práctica de la concelebración en esos años:
«En este modo de celebrar (la concelebración), varios sacerdotes, en virtud de un mismo sacerdocio y ocupando el lugar del Sumo Sacerdote, obran juntos por una sola voluntad y una sola voz, y hacen y ofrecen por un único acto sacramental, Un único sacrificio, y juntos participan de él» (4).
Este texto recuerda la necesidad, para una verdadera concelebración, de la unidad de intención ("una sola voluntad") y de la unidad del rito litúrgico en la celebración ("una sola voz"). Menciona igualmente el efecto de la verdadera concelebración: "un único acto sacramental", "un único sacrificio".
Santo Tomás de Aquino y la concelebración
Para confirmar esta conclusión ineludible, es decir, que en la concelebración sólo hay una Misa, consultemos al Príncipe de los teólogos, Santo Tomás de Aquino, y sus luces.
En un primer texto, Santo Tomás recuerda que la unidad a nivel de la intención, tiende a la unidad en la acción y en el efecto: «La intención se requiere para cumplir los sacramentos. Por consiguiente, como todos tienen la intención de hacer una consagración, no hay más que una consagración» (IV Sent. d. 13, cuest. 1, ait. 2, sol. 2, ad 1) (5).
Pero, podríamos preguntarnos de qué forma se realiza esta unidad. Santo Tomás nos lo indica en detalle en otro texto posterior: «Si cada uno de los sacerdotes obrase por su propia virtud, uno solo de ellos bastaría para celebrar y los demás estarían de más. Pero como el sacerdote no consagra en su propio nombre sino en lugar y en nombre de Cristo (in persona Christi), y que muchos son "uno en Cristo" (Gal 3.28), poco importa que este sacramento sea consagrado por uno solo o por varios: lo que es necesario es que sea observado el rito de la Iglesia» (III, cuest. 82, art. 2, ad 2).
De donde se deduce lo siguiente:
- Una única consagración ("este sacramento") puede ser hecha por varios sacerdotes a la vez.
- Todos obran como instrumentos ministeriales de Cristo.
- Para consagrar este sacramento, hay que observar el rito litúrgico de la Iglesia.
Dejemos que el P. José de Sainte Marie nos dé la conclusión de esta parte: «Se podría decir que [para resolver este problema de la concelebración] hay una sola verdad fundamental, la de la naturaleza sacramental de la acción efectuada en la Misa, pues hay que partir de ahí; pero considerando al mismo tiempo esta verdad primera en sus dos corolarios inmediatos: el carácter ministerial del sacerdocio del sacerdote de la Iglesia por el que obra Cristo, y el carácter litúrgico y ritual de la acción que se lleva a cabo; y considerando igualmente la ordenación y la subordinación de los ministros al acto ritual, litúrgico y sacramental que llevan a cabo y en el que se realizan a sí mismos. Por lo que, para resolver el problema sobre el número de misas, hay una primacía del punto de vista sacramental sobre el de la persona de los ministros» (op. cit. pág. 27-28).
Confirmacion: otras concelebraciones
Nuestra conclusión sobre la unicidad del Sacrificio en la Misa concelebrada se confirma al ver que ocurre lo mismo en otras ceremonias litúrgicas concelebradas.
Veamos lo que escribo Dom Bernardo Botte, O.S.B., sobre la consagración episcopal (doctrina confirmada por Pío XII en su discurso del 22 de septiembre de 1956):
«Por ambas partes nos hallamos ante un acto sacramental colectivo que consiste en un gesto cuyo sentido lo da el que preside la oración. Los obispos tienen la intención de comunicar al Espíritu Santo y la manifiestan por un gesto común, lo mismo que los sacerdotes que rodean al obispo y manifiestan esta intención por su presencia alrededor del obispo y por el gesto que hacen con él; pero hay que decir que esta oblación es única. Así como no hay varias consagraciones episcopales sincronizadas sino una sola, hecha por el cuerpo episcopal, lo mismo que no hay más que una sola consagración eucarística hecha por todo el cuerpo sacerdotal, y no varias misas sincronizadas». (6).
Santo Tomás de Aquino dice que ocurriría lo mismo si el bautismo fuera concelebrado: «Ambos (ministros concelebrantes), en cuanto de ellos depende, bautizarían. Sin embargo, no darían dos sacramentos diferentes (aliud et aliud sacramentum): sino que Cristo. que es quien únicamente bautiza interiormente, conferiría por ambos un único sacramento (unum sacramentum per utrumque conferret». (III, cuest. 67, art. 6).
Y el Card. Journet saca la conclusión de este último texto para nuestro tema de la concelebración de la Misa:
«Unas palabras sobre la concelebración. Imaginemos que varias personas se uniesen para bautizar simultáneamente a un niño. Los bautizantes serían varios pero la acción bautismal una sola, plures baptizantes, una baptizatio.
Al concelebrar, habrá igualmente varios consagrantes, plures ex aequo consecrantes, pero una sola acción consagratoria, una consecratio»
¿Y la multiplicación de la misa?
Quizás se nos diga que "en la práctica actual, cada sacerdote recibe un estipendio; por eso hay tantas misas como concelebrantes".
A eso contestestamos distinguiendo los frutos de la Santa Misa: el fruto general, por toda la Iglesia; el fruto especial (o ministerial) en favor de las personas por las que se celebra la Santa Misa; y el fruto especialísimo, por el mismo celebrante. El estipendio de la misa corresponde al fruto especial.
Si consideramos el valor infinito de cada Misa y que cada celebrante lleva a cabo el acto completo de la consagración, se comprende que cada celebrante reciba su estipendio. Pero de eso no se puede sacar ninguna conclusión sobre el fruto general de la Santa Misa por toda la Iglesia y sobre el número de Misas.
Esta primera parte nos conduce a decir que el número de concelebrantes no implica ninguna multiplicación de Misas. En cada Misa concelebrada, sólo se celebra una Misa.
(II)
¿QUÉ PENSAR DE LA MULTIPLICACIÓN DE LA CONCELEBRACIÓN?
Saquemos ahora la consecuencia práctica de la primera parte. Si en cada misa concelebrada sólo se celebra una misa, ¿hay que multiplicar las concelebraciones como se suele hacer hoy en día?
Haciéndose eco de la doctrina enseñada por el Concilio de Trento en su XXIIª sesión sobre el Santo Sacrificio de la Misa, el P. José de Sainte Marie explica: «[La Misa] es, en virtud del misterio y del poder del "sacramento" instituido por Cristo, una representación eficaz y real y aún más, una reactuación única en su género, precisamente del orden sacramental, del único sacrificio de la Cruz, de modo que este acto único que no se puede renovar según el modo propio bajo el que se realizó en la Cruz, se puede renovar infinitas veces bajo el orden sacramental. La misión de la Iglesia, gracias al ministerio sacerdotal, es precisamente asegurar esta renovación sacramental para asumir y salvar la historia, y lo hará hasta el fin de los tiempos» (op. cit. pág. 25).
Nosotros, que pecamos todos los días, necesitamos un remedio diario, la renovación sacramental del Sacrificio del Calvario. Eso es lo que repite hasta la saciedad Santo Tomás de Aquino: «En las misas se multiplica la oblación del sacrificio y, por consiguiente, se renueva también el efecto del sacrificio» (III, cuest. 79, art. 7, ad 3) y la liturgia de la Iglesia: «Cada vez que se celebra este sacrificio en memoria de tu Pasión, se realiza la obra de nuestra redención» (Secreta del 9º Domingo después de Pentecostés) (8).
La conclusión está fuera de duda: la Iglesia quiere la multiplicación de las Misas para asegurar los frutos de la redención y, como hemos demostrado en la primera parte, la Misa concelebrada es una única misa. La multiplicación de las misas concelebradas lleva a una disminución del fruto y de los efectos salvíficos de la Misa para las almas y para la salvación del mundo. Nada nos cuesta concluir en que la multiplicación de las concelebraciones a la que actualmente asistimos es perjudicial a las almas y a la Iglesia.
Una última dificultad
Quizás se nos dirá que no está bien oponerse a la difusión de la concelebración ni decir que es perjudicial para la Iglesia, porque era una práctica universal en la iglesia primitiva.
Veamos las conclusiones a las que llega el P. Hanssens:
l la concelebración sacramental, la única realmente sacrificial, aparece sólo con certeza en el siglo VIII, en Roma; es la del Papa con los cardenales presbíteros, descrita en el Ordo Romanus I;
l desaparece en el siglo XII y, salvo raras excepciones, ya sólo aparecerá en la misa de ordenación;
l en los ritos orientales católicos aparece muy tardíamente, no antes del siglo XVIII, y es por autorización del Papa Benedicto XIV; hoy en día, sus mayores oponentes son los griegos ortodoxos;
l finalmente, la concelebración sacramental era prácticamente inimaginable en los primeros siglos, incluso por la ausencia de un texto fijo (op. cit. pág. 112,113).
Es triste que la práctica de la concelebración se haya introducido en nombre de un fundamento arqueológico inexistente. Liturgistas conocidos mundialmente, como Dom Botte, Dom Beauduin,O.S.B. y Mons. Martimort, se prestaron a esta maniobra, agravando aún más su error inicial al no querer hacer la distinción entre concelebración simplemente ceremonial y concelebración sacrificial.
Una vez más podría decir San Jerónimo: «Muchos han caído en error porque no conocen la historia» (10).
Conclusión
Dos conclusiones para nuestra instrucción y edificación.
- En toda misa concelebrada hay una sola misa y no varias, como podría suponerse por la pluralidad de concelebrantes.
- La consecuencia práctica es inmediata: no hay que multiplicar las concelebraciones, pues es disminuir los frutos generales de la Misa y perjudicar gravemente al bien común de la Iglesia.
Notas:(1) Editions du Cèdre, 1981.
(2) 20 de noviembre de 1942.
(3) Decreto del 8 de marro de 1957, aprobado por el Santo Padre el 23 de mayo (D.S. 3928).
(4) Damos el texto en latín: «Simul una voluntate et una voce agunt. Atque unicum Sacrificium unico actu sacramentali simul conficiunt et offerunt, idemque simul participant».
(5) Damos el texto en latín: «Quia intentio requiritur ad perfectionem sacramentorum, ideo, cum omnes habeant unam consecrationem faciendi, non est ibi nisi una consecratio tantum».
(6) Nota histórica sobre la concelebración en la Iglesia antigua, en La Maison Dieu, nº 35 [3º trim. 1953], pág. 13.
(7) El sacrificio de la Misa, en Nova et Vetera [Friburgo] 46, 1971, pág. 241-250.
(8) Damos el texto en latín: «Quoties hujus hostiae commemoratio celebratur, opes nostrae redemptionis exercetur».
(9) Diversos artículos de la revista Periodica de Re Morali, Canonica, Liturgica en los años 1927-1928.
(10) Damos el lexto en latín: «Multi labuntur errore popter ignorantiam historiae» (In Matth. 1,2; P.L. 77,15).
Tomado de Semper Fidelis.
Haciéndose eco de la doctrina enseñada por el Concilio de Trento en su XXIIª sesión sobre el Santo Sacrificio de la Misa, el P. José de Sainte Marie explica: «[La Misa] es, en virtud del misterio y del poder del "sacramento" instituido por Cristo, una representación eficaz y real y aún más, una reactuación única en su género, precisamente del orden sacramental, del único sacrificio de la Cruz, de modo que este acto único que no se puede renovar según el modo propio bajo el que se realizó en la Cruz, se puede renovar infinitas veces bajo el orden sacramental. La misión de la Iglesia, gracias al ministerio sacerdotal, es precisamente asegurar esta renovación sacramental para asumir y salvar la historia, y lo hará hasta el fin de los tiempos» (op. cit. pág. 25).
Nosotros, que pecamos todos los días, necesitamos un remedio diario, la renovación sacramental del Sacrificio del Calvario. Eso es lo que repite hasta la saciedad Santo Tomás de Aquino: «En las misas se multiplica la oblación del sacrificio y, por consiguiente, se renueva también el efecto del sacrificio» (III, cuest. 79, art. 7, ad 3) y la liturgia de la Iglesia: «Cada vez que se celebra este sacrificio en memoria de tu Pasión, se realiza la obra de nuestra redención» (Secreta del 9º Domingo después de Pentecostés) (8).
La conclusión está fuera de duda: la Iglesia quiere la multiplicación de las Misas para asegurar los frutos de la redención y, como hemos demostrado en la primera parte, la Misa concelebrada es una única misa. La multiplicación de las misas concelebradas lleva a una disminución del fruto y de los efectos salvíficos de la Misa para las almas y para la salvación del mundo. Nada nos cuesta concluir en que la multiplicación de las concelebraciones a la que actualmente asistimos es perjudicial a las almas y a la Iglesia.
Una última dificultad
Quizás se nos dirá que no está bien oponerse a la difusión de la concelebración ni decir que es perjudicial para la Iglesia, porque era una práctica universal en la iglesia primitiva.
Veamos las conclusiones a las que llega el P. Hanssens:
l la concelebración sacramental, la única realmente sacrificial, aparece sólo con certeza en el siglo VIII, en Roma; es la del Papa con los cardenales presbíteros, descrita en el Ordo Romanus I;
l desaparece en el siglo XII y, salvo raras excepciones, ya sólo aparecerá en la misa de ordenación;
l en los ritos orientales católicos aparece muy tardíamente, no antes del siglo XVIII, y es por autorización del Papa Benedicto XIV; hoy en día, sus mayores oponentes son los griegos ortodoxos;
l finalmente, la concelebración sacramental era prácticamente inimaginable en los primeros siglos, incluso por la ausencia de un texto fijo (op. cit. pág. 112,113).
Es triste que la práctica de la concelebración se haya introducido en nombre de un fundamento arqueológico inexistente. Liturgistas conocidos mundialmente, como Dom Botte, Dom Beauduin,O.S.B. y Mons. Martimort, se prestaron a esta maniobra, agravando aún más su error inicial al no querer hacer la distinción entre concelebración simplemente ceremonial y concelebración sacrificial.
Una vez más podría decir San Jerónimo: «Muchos han caído en error porque no conocen la historia» (10).
Conclusión
Dos conclusiones para nuestra instrucción y edificación.
- En toda misa concelebrada hay una sola misa y no varias, como podría suponerse por la pluralidad de concelebrantes.
- La consecuencia práctica es inmediata: no hay que multiplicar las concelebraciones, pues es disminuir los frutos generales de la Misa y perjudicar gravemente al bien común de la Iglesia.
Notas:(1) Editions du Cèdre, 1981.
(2) 20 de noviembre de 1942.
(3) Decreto del 8 de marro de 1957, aprobado por el Santo Padre el 23 de mayo (D.S. 3928).
(4) Damos el texto en latín: «Simul una voluntate et una voce agunt. Atque unicum Sacrificium unico actu sacramentali simul conficiunt et offerunt, idemque simul participant».
(5) Damos el texto en latín: «Quia intentio requiritur ad perfectionem sacramentorum, ideo, cum omnes habeant unam consecrationem faciendi, non est ibi nisi una consecratio tantum».
(6) Nota histórica sobre la concelebración en la Iglesia antigua, en La Maison Dieu, nº 35 [3º trim. 1953], pág. 13.
(7) El sacrificio de la Misa, en Nova et Vetera [Friburgo] 46, 1971, pág. 241-250.
(8) Damos el texto en latín: «Quoties hujus hostiae commemoratio celebratur, opes nostrae redemptionis exercetur».
(9) Diversos artículos de la revista Periodica de Re Morali, Canonica, Liturgica en los años 1927-1928.
(10) Damos el lexto en latín: «Multi labuntur errore popter ignorantiam historiae» (In Matth. 1,2; P.L. 77,15).
Tomado de Semper Fidelis.
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