MONSEÑOR LEFEBVRE: EL LIBERALISMO NO SÓLO ES UN PECADO, ES UNA RELIGIÓN
Esta
conferencia, de una increíble actualidad, fue dictada por Monseñor
Marcel Lefebvre en Madrid el martes 28 de octubre de 1986. Un día
después del escándalo de Asís.
Este
es un amplio extracto de la mencionada conferencia, publicada por la
revista Tradición Católica n° 23 de Diciembre de 1986. Páginas 1-13.
Señoras y señores:
Permítanme,
en primer lugar que exprese mi agradecimiento al Reverendo Padre que ha
tenido la atención de presentarme. Sí, como él lo ha dicho, mi
existencia ha estado guiada –así lo espero. Por el Espíritu Santo, esta
gracia se la debo especialmente a mis buenos y cristianos padres y
también a Dios. Él es quien dirige nuestras vidas, ¿no es así? Y por
consiguiente, es a Él a quien debe volver el bien que podemos hacer,
pero desgraciadamente, no siempre lo que hacemos es sólo el bien. Así
pues, le agradezco que haya tenido a bien presentar lo que Dios me ha
concedido y que, como ha dicho, intento continuar por fidelidad a la
Iglesia. No tengo otra finalidad que la de ser fiel a lo que me ha sido
enseñado, es decir, a la gracia bautismal.
(…)
Señoras
y señores, seguramente habrán tenido la ocasión de leer el libro de don
Félix Sardá y Salvany “El liberalismo es un pecado”. Sin duda ya
conocen la pequeña historia de este libro. Naturalmente los modernistas
de la época –este libro fue escrito bajo el pontificado de San Pío X-
consideraron que este libro era un insulto para ellos y, en
consecuencia, pretendieron que fuese incluido en el Índice. Por lo tanto
fue denunciado en Roma y resultó que, contrariamente a lo que ellos
pensaban, el libro fue aprobado por la autoridad eclesiástica, por la
autoridad romana que, por consiguiente, salvó el honor de dicho autor
que afirmó que el liberalismo era un pecado. Pues bien, durante estos
minutos, desearía intentar demostrar también no solo que el liberalismo
es un pecado y un pecado grave que afecta al honor de Dios, que afecta
al honor de Nuestro Señor Jesucristo, sino que EL LIBERALISMO ES UNA RELIGIÓN. Porque estamos agonizando, nos estamos muriendo del liberalismo y sus consecuencias.
Hace
ya dos siglos que este liberalismo se ha extendido por todas partes, en
nuestras sociedades, en nuestras familias, en nuestros centros de
enseñanza. Por todas partes se extiende este veneno que destruye los
mandamientos de Dios, que destruye todo lo que constituye la belleza, la
grandeza de la civilización cristiana. Por lo tanto, bueno es cercarlo
de alguna manera, como decía también el papa León XIII a propósito de la
masonería en su encíclica Humanus Genus”. Decía: Hay que arrancarles su máscara y mostrarlos tal y como son para que así los evitemos y evitemos sus errores. Pues bien, creo que el liberalismo, que es un fruto de la masonería,
necesita también ser desenmascarado y ser presentado tal cual es, de
forma que se comprenda su peligro y el peligro de seguirlo. Esto es lo
que desearía hacer esta noche en pocas palabras, para no abusar de su
paciencia; pero voy a intentar esclarecer algo la situación en la que
hoy se encuentra la Iglesia a causa del problema del liberalismo.
El liberalismo tiene su diosa. ¿Cuál
es la diosa del liberalismo? La libertad. Recordarán ustedes la
adoración, las adoraciones hechas durante la Revolución francesa en la
catedral de Nuestra Señora de París a la diosa razón, es decir, a la
libertad, a la libertad del hombre. Y es a esta libertad, que tiene su
estatua a la entrada de Nueva York, a la que han festejado de una manera
increíble hace pocos meses. El hombre libre. El hombre liberado, por
fin, de toda ley y principalmente de la Ley de Dios. Al fin libre de
pensar lo que quiera, de hacer lo que quiera, de obrar como quiera. Esta
es la diosa de la religión del liberalismo.
El liberalismo tiene su sacerdocio,
su sacerdocio son los masones. Sacerdocio secreto, sacerdocio
organizado, sacerdocio extremadamente eficaz. Masones hay miles y miles.
La secta masónica de los B’NAI B’RITH, de la que tanto se habla ahora,
que hace sus entradas a Roma con mucha frecuencia y que estaba presente
en la reunión de ayer en Asís, ella sola consta de 160,000 miembros en el mundo y
es una secta masónica exclusivamente judía. Y si ustedes leen a León de
Poncins en la revolución rusa descrita por éste, demuestra muy bien,
con hechos precisos, que fue la secta de los B’NAI B’RITH la que en 1917
facilitó el dinero necesario para la revolución rusa y que dio lugar al
asesinato de la familia imperial de Rusia. También narra que se
reunieron en Nueva York para decidir si se daría el dinero que
permitiese hacer desaparecer a la familia imperial. Por consecuencia, su
influencia es grave en extremo; y esto teniendo en cuenta que solo se
trata de una sola de las sectas masónicas. El Gran Oriente, sé que
ustedes lo conocen tan bien o mejor que yo, está extendido por todo el
mundo. Esto es el sacerdocio del Liberalismo.
El liberalismo tiene sus dogmas. No
quiere dogmas, rechaza los dogmas, pero ellos tienen dogmas. Estos
dogmas, estos principios son la declaración de los derechos del hombre. Y
estos son los derechos del liberalismo. Los papas nos han instruido
sobre lo que es la Declaración de los Derechos Humanos: Es el
instrumento inventado por la masonería contra Dios, precisamente para
liberar al hombre de la ley de Dios. Es la libertad de pecar,
prácticamente es eso. De ahora en adelante, el hombre es libre de pecar,
puede desobedecer a Dios sin preocuparse de la Ley de Dios; y por
consiguiente sin importarle el pecar o el no pecar, pues esto no tiene
importancia. ¡Libertad! ¡Libertad! Libertad religiosa, libertad de
religión, libertad de conciencia, moral libre, libertad de pensamiento,
libertad de prensa, estas son las famosas libertades que han sido
escritas en la Declaración de los Derechos Humanos y que han sido
condenadas por los papas durante siglo y medio. Así pues el liberalismo
tiene sus dogmas, tiene sus principios a los que no renuncia, tiene su moral, que es un contra-Decálogo, su moral es sencillamente la inmoralidad.
(…) Además, el liberalismo tiene su política, la
política de la democracia, la política del número y es el número el que
va a mandar, el pueblo que aparentemente gobierna, para así mejor
avasallarlo, para mejor dominarlo y desposeerlo por medio de un estado
omnipotente, un estado totalitario, un socialismo totalitario que va
contra el derecho de propiedad, que poco a poco arruina el derecho de
propiedad, que hace trabajar a los ciudadanos para el Estado casi una
tercera parte del año. Y así, ya tenemos a los ciudadanos prácticamente
esclavos del estado totalitario; ésta es la política del liberalismo, a
la que llaman libertad.
El liberalismo tiene su enseñanza y quiere que su enseñanza sea atea, laica y universal para todo el mundo. Enseñanza única. (…)
El liberalismo tiene su economía,
dirigida por las finanzas internacionales. Según apliquen los países la
moral liberal, la economía liberal, la enseñanza liberal, las leyes
liberales, así intervienen las finanzas al lado del gobierno para
sostenerlo, aunque tenga enormes deudas. Tomemos el ejemplo de
Argentina, que está al borde del precipicio económico, una devaluación
inverosímil, no se sabe el primer día del mes lo que va a valer el
dinero a fin de mes. Una situación insostenible pero, desde que el
socialismo ha llegado, los bancos internacionales financian, sostienen, y
el señor Alfonsín no tiene grandes problemas económicos. Se le aplazan
sus vencimientos de pago a la Banca internacional. Ya no hay problemas.
Pero con el gobierno del general Videla que era por el contrario un
general católico, entonces se le hundía económicamente, se le arruinaba.
Y lo mismo se quiere hacer con Pinochet, igual. Pinochet es un hombre
de orden, un católico que quiere defender el orden en su país. Pues
bien, por todos los medios posibles se intenta arruinar económicamente
al país y todo ello de una manera internacional (…)
Pero
esta finanza internacional es muy peligrosa, muy poderosa, sostiene
incluso a Rusia. Domina el mundo entero y –se puede decir aquí, puesto
que aún hace pocos días la noticia aparecía en los periódicos- el
Vaticano ha sido arruinado por la economía internacional. En los tiempos
del cardenal Villot, algunos masones que habían penetrado por medio de
Marcinkus en la banca del Vaticano bajo la protección, o mas bien la
ingenuidad del papa Juan XXIII, se introdujeron en las finanzas
vaticanas por el Banco Ambrosiano y la famosa logia P2 y aconsejaron al
Vaticano que transfiriera sus cuentas bancarias a Canadá. Se trataba
prácticamente de fundar un instituto bancario con el dinero del
Vaticano. Una vez fundado el instituto, comenzó a funcionar y quebró… lo
hicieron quebrar y el dinero del Vaticano desapareció. El capital del
Vaticano ¡desaparecido! El propio cardenal Villot no eludió el
afirmarlo. Dijo: hemos ido a la bancarrota, hemos perdido todo. Nos
hemos visto obligados a despedir a los empleados del Vaticano. El
Vaticano ha quebrado y sin duda se ha encontrado al borde del
aniquilamiento. Pero claro, los masones estaban allí y la Banca
Internacional dijo: No se preocupen, aquí estamos, si necesitan dinero,
aquí tienen tanto dinero como pueden desear, nosotros los sostendremos…
Aunque en estos días el Vaticano decía que la situación de sus finanzas
era todavía muy mala, aún así han resistido. Naturalmente esto explica
las presiones que se ejercitan cerca del Vaticano en el nombramiento de
los obispos, al nombrar a este o a aquel cardenal, para nombrar a tal
obispo o a tal otro, y también para conseguir que se haga cuanto el
papa hace, quien prácticamente está ahora al servicio de la masonería.
Hay que decir las cosas como son, al servicio de este liberalismo
masónico. Lo vimos ayer en la ceremonia de Asís que indica hasta
dónde quieren llegar los masones por medio de la libertad religiosa,
llegar a una especie de superreligión, pues ésta es la meta de la
masonería liberal, la cual tiene también sus mitos. Superreligión,
supergobierno mundial, he aquí la finalidad que buscan para intervenir
en todo lo que tiene algo de influencia en el mundo.
Sobre
esta superreligión… no sé si ustedes están al corriente de la reunión
que tuvo lugar el 29 de septiembre, no en octubre sino el 29 de
septiembre, en Asís. Estuvo presidida por el príncipe Felipe de
Edimburgo, marido de la reina de Inglaterra, quien dirigió esta reunión.
Es algo horrible, peor todavía que la que tuvo lugar ayer, ya que esto
tuvo lugar un mes antes en el mismo sitio, en la basílica de San
Francisco de Asís, con las cinco grandes religiones, cinco grandes
religiones que se reunieron bajo la egida de un masón, pues Felipe de
Edimburgo es masón y ha reunido a estos cinco grandes religiones con la
autorización del Vaticano en la iglesia de San Francisco de Asís, con la
disculpa de la protección a la naturaleza; sin embargo los titulares de
todos los periódicos italianos anunciaban “La superreligión presidida
por el príncipe Felipe de Edimburgo”. Y en esta ceremonia hubo cosas
escandalosas, estuvo presente el Superior General de los franciscanos ya
que esto se celebraba en su casa, el padre Franco Zerini, el cual llama
a esta ceremonia “la armonía ecológica de la humanidad”. Finalmente, se
dijo, las religiones renuncian a sus dogmas y a sus doctrinas y abdican
de esta funesta pretensión de querer cada una de ellas revelar al
hombre el camino, la verdad y la vida. Y en el caso escandaloso del
cristianismo hay que abdicar de la pretensión de que un hombre que vivió
hace dos mil años fuese Él mismo y al mismo tiempo el camino, la verdad
y la vida. ¡Esto se dijo en la iglesia de San Francisco hace un mes!
¡Una blasfemia! En adelante, para Nuestro Señor Jesucristo, se terminó
la pretensión de ser el camino, la verdad y la vida. Terminado. Es una
cosa pasada y acabada. Esto es lo que se dijo en San Francisco un mes
antes de la reunión de ayer. ¿Cómo no ver una cierta relación entre
estas dos ceremonias? No puedo creer que el Vaticano haya autorizado la
ceremonia un mes antes, presidida por el príncipe Felipe de Edimburgo,
con casi el mismo fin que la segunda reunión, pero de una forma mucho
más escandalosa. Entonces, ¿no es ésta reunión una etapa para la
superreligión que puede venir después? Es horrible, verdaderamente
estamos frente al cumplimiento, por parte del Vaticano, de la meta de la
masonería. (…)
La
influencia de la masonería sobre el Vaticano se manifestó igualmente en
el momento del concilio. Ya saben que el cardenal Bea fue a visitar a
la secta de los B’nai B’rith al comienzo del concilio para preguntarles
si tenían que expresar un deseo acerca del Concilio Vaticano II. Los
masones dijeron que sí, que pedían que el Vaticano reconociese la
libertad religiosa. El cardenal Bea dijo: está bien, se les complacerá y
prometió que habría el reconocimiento de la libertad religiosa.
Después, el cardenal Bea fue condecorado por esta secta de masones con
la medalla de la libertad religiosa. Igualmente el cardenal Willebrand
se dirigió también al Consejo Ecuménico de las Iglesias, en Ginebra,
para preguntar qué es lo que deseaban del CVII. Los masones de este
consejo, pues está dirigido por masones, dijeron: pedimos la libertad
religiosa. Y la libertad religiosa se obtuvo.
Todo
esto demuestra las presiones que se han ejercido sobre el Vaticano para
aceptar la libertad religiosa, por ella ha venido el ecumenismo, y por
el ecumenismo, todas las reformas que se han hecho en la Iglesia. Los
cambios litúrgicos para agradar a los protestantes, los cambios que se
han introducido en el interior de la Iglesia, la colegialidad, las
asambleas, para complacer igualmente a los protestantes y al espíritu
democrático de nuestra época. Todo ha venido por esta aceptación de la
libertad religiosa y de los principios del mundo moderno, los mismos
principios que fueron condenados en otro tiempo por los papas. Está
claro, esto es lo que sucede actualmente y si no tenemos este
conocimiento de lo que ha pasado entre bastidores en el Vaticano, no se
puede entender lo que sucede, es imposible. Por ello necesitamos ser
informados, y sabemos perfectamente cuál es la meta de los masones: Es
–como nos lo dice la encíclica Humanum genus”- destruir todas las
instituciones cristianas, destruir todo lo que el cristianismo ha
aportado y ha hecho en la sociedad. Destruir todo, hacer desaparecer
todo: la sociedad cristiana, la familia cristiana, la paz cristiana, en
fin, suprimir todas estas cosas. Esta es su meta y es la meta del
demonio, non serviam, no serviré, quiero la libertad, no quiero
obedecer a la Ley de Dios. Esto es lo que dijo el demonio, quiero la
libertad. Pues bien, puesto que la libertad religiosa no existe –Nuestro
Señor dijo: Id y enseñad a todas las gentes, el que crea se salvará, el que no crea se condenará. No
hay libertad religiosa, religiosamente no somos libres –debemos
obedecer a Dios, debemos obedecer a Nuestro Señor Jesucristo. Para el
diablo, el resultado fue el infierno y lo mismo será para aquellos que
desobedecen a Dios. Si el diablo ha sido castigado con el infierno,
también lo serán todos los que desobedecen conscientemente y
voluntariamente a la Ley de Dios y que escogen la libertad para su vida.
Burlándose de la Ley de Dios y de Dios, saben el resultado que deben
esperar. (…)
El
ecumenismo es el final del espíritu misionero de la Iglesia, y esto es
excesivamente grave y contrario a la misión de la Iglesia. La Iglesia es
esencialmente misionera. Euntes. Id, enseñad, euntes, ite docete. Evidentemente
el cambio es radical, espantoso, y no es extraño que ya no haya
vocaciones misioneras. No es extraño que ya no haya vocaciones
sacerdotales.
(…)
Desearía concluir haciendo referencia a esta frase: Potius mori quam foedari. Antes morir que traicionar, en mi país ésta es la divisa de Bretaña Potius mori quam foedari. Preferimos
morir antes que traicionar nuestra vocación, que traicionar a Nuestro
Señor Jesucristo. Queremos ser fieles a nuestras promesas bautismales y
renunciar a Satanás y entregarnos a Jesucristo para siempre. Esto es
lo que quería decirles y todo ello sin rencor para con los que no
comparten nuestros pensamientos, nuestras ideas. Y aún diría más, no tengo ideas personales… Yo tengo solamente las ideas de la Iglesia.
Yo digo siempre a mis seminaristas: No digáis “yo soy discípulo de
Monseñor Lefebvre”. ¡No, no, no! Soy discípulo de la Iglesia, de veinte
siglos de Iglesia. El periodista que me interrogaba hace poco me decía:
“Pero Monseñor, usted está solo, está aislado, ¿cómo puede tener la
pretensión de poseer la verdad? Yo no estoy solo, tengo veinte siglos de Iglesia conmigo. No he hecho más que continuar lo que la Iglesia ha hecho. No
es Monseñor Lefebvre, sino una voz episcopal, soy el eco de miles, de
millones y de millones de obispos, de fieles de todos los siglos de la
Iglesia pasada, justamente para continuar la Iglesia. Son ellos los que abandonan la fe de la Iglesia, son ellos los que traicionan a la Iglesia, los que abandonan la verdadera fe. Es evidente.
Voy a terminar como en mi libro sobre los católicos perplejos que va a aparecer pronto en español: Desearía
que al fin de mi vida, cuando yo también sea juzgado por Nuestro Señor
Jesucristo por todo cuanto he hecho, que Nuestro Señor no me diga: “has
empleado tu sacerdocio y tu episcopado en destruir la Iglesia, sino por
el contrario, que pueda tener la satisfacción de oírle decir que he
pasado mi vida construyendo la Iglesia en lugar de destruirla. Muchas gracias.
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