Profissão de Fé do Blog.

Profissão de Fé do Blog "Creio em um só Deus, Pai onipotente, Criador do céu e da terra, de todas as coisas visíveis e invisíveis. E em um só Senhor, Jesus Cristo, Filho Unigênito de Deus, nascido do Pai, antes de todos os séculos. Deus de Deus, Luz de Luz, Deus verdadeiro de Deus verdadeiro. Gerado, mas não feito, consubstancial ao Pai, pelo qual foram feitas todas as coisas. Ele, por causa de nós, homens, e nossa salvação, desceu dos céus. E se incarnou por obra do Espírito Santo, da Virgem Maria. E se fez homem. Foi também crucificado por nós; sob Pôncio Pilatos, padeceu e foi sepultado. E ressuscitou ao terceiro dia, segundo as Escrituras. Subiu ao céu, está sentado à direita do Pai, de onde há de vir segunda vez, com glória, a julgar os vivos e os mortos; e seu reino não terá fim. Creio no Espírito Santo, que é Senhor e Fonte da Vida e que procede do Pai e do Filho. Com o Pai e o Filho é juntamente adorado e glorificado, e é o que falou pelos Profetas. Também a Igreja, una, santa, católica e apostólica. Confesso um Batismo para remissão dos pecados. E espero a ressurreição dos mortos, e a vida do século futuro." Amém.

terça-feira, 27 de agosto de 2013

Mistérios luminosos:este terço não vale.

¿LOS CAMBIOS HECHOS AL ROSARIO POR JUAN PABLO II SON VÁLIDOS?

Desde CATÓLICO UNIVERSAL (Ampliaciones y correcciones hechas por MILES CHRISTI) reproducimos este artículo como una respuesta a los que preguntan "¿Por qué los tradicionalistas no incluyen los "Misterios Luminosos" (o Illuminati, como lo llamamos nosotros) en el Rosario?". Ítem de que Juan Pablo II era papa de la iglesia conciliar y NO de la Católica (recordar la SEDE VACANTE), el autor expone que estos cambios constituyen una afrenta a la Santísima Virgen María.

¿LOS CAMBIOS HECHOS AL ROSARIO POR JUAN PABLO II SON VÁLIDOS?

Lo que hizo Juan Pablo II 
En Octubre 16 de 2002, Juan Pablo II publicó una carta Apostólica llamadaRosarium Virginis Mariae. En dicha carta, Juan Pablo II anunció que iba a añadir cinco nuevos misterios al Rosario. Los misterios nuevos se llaman "Misterios de la Luz", y su centro es la vida pública de Cristo.

Los "Misterios Luminosos" fueron añadidos por Juan Pablo II para "completar el Rosario". PERO, los presentó apenas como una opinión personal.

La carta dice que estos cambios no son mandatarios; y su razón para hacerlo fue 
“Para resaltar el carácter cristológico del Rosario, sería conveniente hacer una adición en el modelo tradicional”.

¿Son estos cambios validos? La respuesta es NO y la razones son las siguientes: 

Primero
San Luis de Tolosa relata la historia del Rosario:

“ya que la gravedad del pecado de los pueblos estaba impidiendo la conversión de los herejes albigenses. Se retiró [Santo Domingo] a un bosque cerca de Toulouse donde rezó sin cesar durante tres días y tres noches… Nuestra Señora se apareció acompañada por tres ángeles. Nuestra Señora le dijo “Estimado Domingo, ¿sabes qué arma la Santísima Trinidad quiere utilizar para reformar el mundo?... “Quiero que sepan que, en este tipo de guerra, el ariete ha sido siempre el Salterio Angélico (el Ave María), que es la piedra angular del Nuevo Testamento. Por lo tanto si quieres llegar a estas almas endurecidas y ganarlos a Dios, predicar Mi Salterio”.
Santa María le manifestó a Santo Domingo de Guzmán que por el rezo del Ave María obtendrá la victoria contra los herejes. Por ende, el santo Rosario es un arma poderosa contra la insidia infernal.

Note que la Virgen Maria explícitamente dice que Dios mismo hizo el rosario:

"¿Sabes qué arma la Santísima Trinidad quiere utilizar para reformar el mundo?"

También note que la Virgen Maria declara que el rosario es suyo: “Mi Salterio”

Segundo
La razón puesta por Juan Pablo II “Para resaltar el carácter cristológico del Rosario” es un insulto a La Santísima Trinidad y la Virgen Maria. Lo queestá diciendo Juan Pablo II en efecto es que La Santísima Trinidad hizo un error al dar el Rosario para la conversión del mundo (es decir el rosario no es completo). Además la Virgen Maria llama al rosario “Mi Salterio”Si los cambios que Juan Pablo II fuesen validos el Rosario no seria el salterio de la Virgen Maria. Pero sí el salterio de Juan Pablo II. En otras palabras el salterio de un hombre.

La Virgen María declaró que el Rosario es suyo. Y Juan Pablo II lo alteró con los misterios "Luminosos"

¿Pero el Juan Pablo II era papa y tenía el poder de cambiar el Rosario?
Un papa solo tiene poder sobre el cielo y la tierra cuando proclama algo en lengua solemne como Anatema o Excatedra. El mismo Juan Pablo II dice en el documento que los cambios “no son mandatarios”En otras palabras los cambios solo son la opinión de Juan Pablo IISi usamos estos cambios cuando rezamos ya no estamos rezando el Rosario de la Virgen Maria, sino el Rosario de Juan Pablo II, el mismo hombre que negó la dogma del infierno.

El 28 de julio de 1999, el Papa Juan Pablo II declaró: "El infierno existe, no como un lugar, sino como un estado, una forma de ser de la persona que sufre el dolor de la privación de Dios"

Este parecer va en contravía de lo que Jesús dice en Mateo 2541:
"Entonces dirá (el Señor) también á los que estarán á la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y para sus ángeles".

De acuerdo con Jesús, el infierno “fue preparado”De acuerdo con Juan Pablo II, el infierno es intrínseco de la persona, cuando una persona se separa de Dios ella crea el infierno.

Juan Pablo II refiere que el Infierno es un estado mental. Ello es flagrante herejía, pues no sólo va en contravía de lo que enseña la Iglesia Católica, sino ¡QUE PRESENTA A JESÚS COMO FALSARIO!

Si creemos lo que dice Juan Pablo II del infierno, estamos forzados a aceptar que la visión del Infierno que la Virgen Maria le enseñó a los tres pastorcitos fue falsa. Porque la Virgen Maria les enseño “un lugar” y no un “estado”. La Virgen Maria explícitamente dijo:

“Habéis visto el infierno, donde van las almas de los pobres pecadores.”

Como una nota de interés, durante todo su pontificado Juan Pablo II nunca habló acerca del Diablo.

segunda-feira, 26 de agosto de 2013

As almas do purgatório....


lunes, 26 de agosto de 2013

LAS ALMAS DEL PURGATORIO Y SANTA MARGARITA ( I )

          
           Se presentó repentinamente delante de mí una persona, hecha toda un fuego, cuyos ardores tan vivamente me penetraron, que me parecía abrasarme con ella. Me dijo que era el religioso benedictino que me había confesado una vez y me había mandado recibir la Comunión, en premio de lo cual Dios le había permitido dirigirse a mí para obtener de mí algún alivio en sus penas. 

          Me pidió que ofreciese por él todo cuanto pudiera hacer y sufrir durante tres meses. Me dijo que la causa de sus grandes sufrimientos era, ante todo, porque había preferido el interés propio a la gloria divina, por demasiado apego a su reputación; lo segundo, por la falta de caridad con sus hermanos; y lo tercero, por el exceso del afecto natural que había tenido a las criaturas y de las pruebas que de él les había dado en las conferencias espirituales, lo cual desagradaba mucho al Señor. 

          Muy difícil me sería el poder explicar cuánto tuve que sufrir en estos tres meses. Porque no me abandonaba un momento, y al lado donde él se hallaba me parecía verle hecho un fuego, y con tan vivos dolores, que me veía obligada a gemir y llorar casi continuamente. Movida de compasión mi Superiora, me señaló buenas penitencias, sobre todo disciplinas, porque las penas y sufrimientos exteriores que por caridad me hacían éstas sufrir aliviaban mucho las otras. Al fin de los tres meses le vi de bien diferente manera: colmado de gozo y gloria, iba a gozar de su eterna dicha". 


domingo, 25 de agosto de 2013

Em que cremos



Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible e invisible.
Creo en un Solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, consubstancial al Padre, por quien todo fue hecho.
El cual por nosotros los hombres, bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de maría la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato, padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.

Ex cátedra...



DOMINGO, 25 DE AGOSTO DE 2013

¡EX CATHEDRA!

Tomado del blog amor de la verdad

     Éste es un comentario de nuestro lector y comentarista Scivias de  nick  hildegardense que nos aclara los equívocos que pueden surgir en torno al término -por otra parte relativamente reciente en la Iglesia- Ex Cathedra. El término ha llegado a interpretarse enstrictisimo sensu despojando a los pronunciamientos papales de la autoridad que desde la antigüedad se le otorgaban.
      Scivias dice :
     El tan mentado tema de la infalibilidad pontificia necesita ser atado cada tanto a conceptos básicos, como para que el barrilete (la cometa, para españoles) de las interpretaciones personales no termine cortando el hilo y se pierda llevado por el viento.
      Claro está que este tema es muy grave, porque pone en peligro la salud del alma de incontables católicos de buena voluntad. ¿Y cómo pone en peligro a esas almas? Induciéndolos a creer que en la Iglesia Conciliar, que no es la Católica, pueden encontrar sacerdotes válidamente ordenados, sacramentos de Confesión y Comunión válidos, etc. Les impide ver que aunque se tratara de un viejo prelado ordenado y/o consagrado antes de 1968, vale decir sacerdote u obispo válido, sería ministro de una secta hereje, y no miembro de la Iglesia Católica hoy ¡ay! conducida por una papa que “cayó en herejía”.
      Si leemos en algún análisis que se habla de “papas herejes”, ya sabemos que nada bueno puede obtenerse allí. Sería como si alguien hablara de los “vivos muertos”, de los“sanos enfermos”. Con tal confusión, el analista no puede llegar a buen puerto.
      Ese analista pasa por alto el alcance de las promesas, de las oraciones, de la voluntad de NSJC.
      “Ciertamente su apostólica doctrina fue abrazada por todos los venerables padres y reverenciada y seguida por los santos y ortodoxos doctores, ya que ellos sabían muy bien que esta Sede de San Pedro siempre permanece libre de error alguno, según la divina promesa de nuestro Señor y Salvador al príncipe de sus discípulos: «Yo he rogado por ti para que tu fe no falle; y cuando hayas regresado fortalece a tus hermanos» (Fragmento del cap. 4 de Pastor Aeternus).
      Pasa también por alto lo que la Iglesia siempre creyó y enseñó, dando prioridad a lo que su inteligencia se aviene a aceptar como válido o posible. Y este peligro, paradójicamente, es mucho mayor en los que más estudios tienen. El cúmulo de información recibida (que no es lo mismo que formación) los aleja de la simpleza y humildad necesarias, que permiten creer sin reparos en la omnipotencia de Aquél que “rogó por Pedro para que su fe no falle”. ¿Es que es posible que ese ruego haya sido desoído? ¡Oh mal Padre que encomiendas tus ovejas y corderos a un Pastor que puede dormirse y dejar el campo libre a los lobos!
      Recordemos que el que rechaza una sola verdad de fe porque no conforma a su inteligencia, en realidad no ha aceptado ninguna sin antes haberla pasado por esa criba. No tiene la Fe.
      Otro aspecto de suma importancia es el de llevar y traer, zamarreándolo de los pelos, al concepto encerrado en dos palabritas muy mentadas: “ex cathedra”; y para mí que allí esta el origen de todos los errores.
      Creo que él solo merecería un libro. Dicen que “ex cathedra” quiere decir “solemne”, y que para alcanzar tal condición se debe hacer explícita mención de la voluntad de dirigirse a toda la Iglesia y además expresar la condición de Pastor Supremo. Por el momento, conformémonos con hojear el Denzinger, compendio de “El Magisterio de la Iglesia”, que está al alcance de todos: sabios y profanos. Este libro lleva el orden cronológico de los papas, de los cuales se extraen las enseñanzas que sientan doctrina.
      Como es de esperar, empieza por San Pedro, y remite, sin desarrollarlas, a sus dos epístolas. La primera de ellas ¡oh caramba! no es dirigida a todos los católicos del mundo, sino “a los advenedizos de la diáspora en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia”. No es por lo tanto “ex cathedra”. La segunda es dirigida “a los que han alcanzado la fe”.No muy formal la definición, pero podría pasar.
      Sigue con el cuarto papa, San Clemente I con sus cartas a los corintios. Más adelante san Cornelio con cartas a san Cipriano y a Fabio, obispo de Antioquía. Luego San Esteban I con una carta a san Cipriano… Y llegamos a los papas de nuestros días, con multitud de encíclicas, documentos normalmente tenidos como no alcanzados por la infalibilidad, ¡y hasta discursos!
      Y en estas cartas y documentos “personalizados” es decir no dirigidos a la Iglesia en su totalidad encontramos profesiones de fe dictadas para reintegrar herejes a la unidad de la Iglesia, definiciones sobre los sacramentos…
      Conclusión: el Denzinger es en su mayor parte un compendio de opiniones de los distintos papas (por supuesto muy dignas de ser respetadas como que vienen del papa), compartidas con tal o cual obispo o auditorio, con tal o cual región del mundo, con tal o cual grupo de herejes. Y como opiniones, si nuestra inteligencia y nuestros estudios nos lo permiten, somos libres de discutirlas. Por supuesto con buena voluntad e intención de llegar a la Verdad.
      Entonces, no es más que una opinión lo expresado por san León IX (carta a Miguel Cerulario y León de Acrida; sólo un ejemplo entre tantos) en la que dice:
      D-351 Cap. 7 …La Santa Iglesia edificada sobre la piedra, esto es, sobre Cristo, y sobre Pedro o Cefas, el hijo de Jonás, que antes se llamaba Simón, porque en modo alguno había de ser vencida por las puertas del infierno, es decir, por las disputas de los herejes, que seducen a los vanos para su ruina. Así lo promete la verdad misma, por la que son verdaderas cuantas cosas son verdaderas: Las Puertas del infierno no prevalecerán contra ella [Mt 16, 18], y el mismo Hijo atestigua que por sus oraciones impetró del Padre el efecto de esta promesa, cuando le dice a Pedro: Simón, Simón, he aquí que Satanás… [Lc 22, 31]. ¿Habrá, pues, nadie de tamaña demencia que se atreva a tener por vacua en algo la oración de Aquel cuyo querer es poder? ¿Acaso no han sido reprobadas y convictas y expugnadas las invenciones de todos los herejes por la Sede del príncipe de los Apóstoles, es decir, por la Iglesia Romana, ora por medio del mismo Pedro, ora por sus sucesores, y han sido confirmados los corazones de los hermanos en la fe de Pedro, que hasta ahora no ha desfallecido ni hasta el fin desfallecerá?
      D-352 Cap. 11. …Dando un juicio anticipado contra la Sede suprema, de la que ni pronunciar juicio es lícito a ningún hombre, recibisteis anatema de todos los Padres de todos los venerables Concilios…
      D-353 Cap. 32. Como el quicio, permaneciendo inmóvil trae y lleva la puerta; así Pedro y sus sucesores tienen libre juicio sobre toda la Iglesia, sin que nadie deba hacerles cambiar de sitio,pues la Sede suprema por nadie es juzgada [v. 330 ss]… (Si Juan XXIII y sucesores fueron y son verdaderos papas, ¿quién le pone el cascabel al gato? Menos mal que la reproducida no es una definición ex cathedra).
      Perfecto, pero ¿qué quiere decir “ex cathedra”?
      Un párrafo de Pastor Aeternus nos ayuda a aproximarnos a la verdad:
      Para cumplir este oficio pastoral, nuestros predecesores trataron incansablemente que la doctrina salvadora de Cristo se propagase en todos los pueblos de la tierra; y con igual cuidado vigilaron de que se conservase pura e incontaminada dondequiera que haya sido recibida. Fue por esta razón que los obispos de todo el orbe, a veces individualmente, a veces reunidos en sínodos, de acuerdo con la práctica largamente establecida de las Iglesias y la forma de la antigua regla, han referido a esta Sede Apostólica especialmente aquellos peligros que surgían en asuntos de fe, de modo que se resarciesen los daños a la fe precisamente allí donde la fe no puede sufrir mella[26]. Los Romanos Pontífices, también, como las circunstancias del tiempo o el estado de los asuntos lo sugerían, algunas veces llamando a concilios ecuménicos o consultando la opinión de la Iglesia dispersa por todo el mundo, algunas veces por sínodos particulares, algunas veces aprovechando otros medios útiles brindados por la divina providencia, definieron como doctrinas a ser sostenidas aquellas cosas que, por ayuda de Dios, ellos supieron estaban en conformidad con la Sagrada Escritura y las tradiciones apostólicas.
      ¿Qué hicieron toda la vida los católicos? A veces individualmente, a veces reunidos en sínodos, refirieron a la sede de Pedro los peligros que surgían en asuntos de fe. Descargaban su responsabilidad en la “cathedra” de Pedro. Y Pedro, a través de sus sucesores, respondíadesde su cátedra (ex cathedra) a quienes pedían su definición, algunas veces aprovechando otros medios útiles brindados por la divina providencia
      Sigamos con Pastor Aeternus El Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra, esto es, cuando en el ejercicio de su oficio de pastor y maestro de todos los cristianos…. Habla ex cathedra tanto a través de las definiciones de un concilio (Pastor Aeternuscomo a través de una carta dirigida a un obispo en particular, o un discurso dado ante un auditorio reducido. Si un obispo o aún un particular consulta a un papa sobre materia de fe o costumbres, lo consulta como a papa, esto es como a pastor y maestro de todos los cristianos. Y cuando él responde lo hace de la misma manera: como pastor y maestro de todos los cristianos. Lo hace ex cathedra, aunque su respuesta vaya dirigida a una persona en particular.
      Hay kilómetros de estanterías en las bibliotecas con trabajos de eruditos y sabios y teólogos y filósofos que quieren disminuir el alcance de la expresión “ex cathedra”. Y llegará el día en que alguien hasta estipule cuál es el atuendo que tiene que lucir el papa en el momento de hablar ex cathedra.
Pamplinas.

quarta-feira, 21 de agosto de 2013

Pentecostais tem igrejas fechadas no Camarões.

Camarões fecha 50 igrejas pentecostais por "praticas criminosas"


O governo camaronês alega que os pastores realizam “práticas criminosas” como prometer falsos milagres e cita morte de uma menina de 9 anos em culto como justificativa.

 Paul Biya, o presidente do país do Oeste Africano, disse que os fechamentos são uma tentativa de impedir que os pastores pentecostais realizem “práticas criminosas” que supostamente ameaçam a segurança nacional dos Camarões.

 Até o momento, pelo menos 50 igrejas já foram fechadas por funcionários do governo, mas fechamento de mais igrejas estão em andamento.

 Funcionários camaroneses, afirmam que essas igrejas pentecostais são uma ameaça para o seu país devido a tentativas de curas falsas e outras atividades espirituais controversas. O governo esta usando como exemplo de justificativa para o fechamento das igrejas a morte de uma criança de 9 anos, durante uma sessão de oração no último domingo, quando um pastor pentecostal estava tentando expulsar os demônios de seu corpo.

 Mbu Anthony Lang, um funcionário do governo em Camarões, disse à CNN que apenas 50 das 500 igrejas pentecostais em seu país são tecnicamente legal.

 “Vamos nos livrar de todos os pastores cristãos pentecostais que fazem mau uso do nome de Jesus Cristo, prometendo falsos milagres que matam cidadãos em suas igrejas”, é promessa “, disse Lang.

 De acordo com pesquisa da Operation World (Operação Mundo), 54% dos 20 milhões de habitantes dos Camarões se dizem cristãos. 800 mil camaroneses são cristãos pentecostais, mas esse número está crescendo a uma taxa anual de cerca de 7%.

 Embora o país seja tecnicamente uma nação secular, a Constituição do Camarões prevê a liberdade de religião, e diz: “que garante a liberdade de religião e de culto”.

 “Toda pessoa tem direito à liberdade de pensamento, consciência e religião”, diz a Constituição. “Este direito inclui a liberdade de mudar de religião e liberdade de crença, seja individualmente, em comunidade, em público ou privado, de também manifestar essa religião ou crença, pelo ensino, pela prática, pelo culto e pelos ritos.”

 Bonifacio Tum, um bispo da Igreja Camaronesa de Deus, disse a CNN que a repressão do governo contra igrejas cristãs viola os direitos humanos básicos.

 “Autorizando só Católica, Presbiteriana, Batista, muçulmano, e algumas outras igrejas, é uma violação estrita do direito à religião”, disse Tum. Fonte:

 
Fonte: InforGospel via Folha Gospel

terça-feira, 20 de agosto de 2013

Pedro falou pela boca de Bento XV.


LUNES, 19 DE AGOSTO DE 2013

AD BEATISSIMI APOSTOLORUM PRINCIS CATHEDRAM

1. Universalidad de la Iglesia
     Apenas elevado, por inescrutables designios de la Providencia divina, sin mérito alguno Nuestro, a ocupar la Cátedra del príncipe de los Apóstoles, Nos, considerando como dichas a nuestra persona aquellas mismas palabras que Nuestro Señor Jesucristo dijera a Pedro:"Apacienta mis ovejas, apacienta mis corderos" [i] dirigimos enseguida una mirada llena de la más encendida caridad al rebaño que se ha confiado a Nuestro cuidado: rebaño verdaderamente innumerable, como que, por una o por otra razón, abraza a todos los hombres. Porque todos, sin excepción, fueron librados de la esclavitud del pecado por Jesucristo, que derramó su sangre por la redención de los mismos, sin que haya uno siquiera que sea excluido de los beneficios de esta redención; por lo cual el Pastor divino que tiene ya venturosamente recogida en el redil de su Iglesia a una parte del género humano, asegura que Él atraerá amorosamente a la otra: "Aun otras ovejas tengo que no son de este redil, y es preciso que yo las traiga, y oirán mi voz" [ii]. 

2. Voz de padre
     Confesamos, Venerables Hermanos, el primer afecto que embargó Nuestro ánimo, excitado sin duda por la divina Bondad, fue de vehemente deseo y amor por la salvación de todos los hombres; y al aceptar el Pontificado, Nos formulamos aquel mismo voto que Jesucristo expresara a punto de morir en la cruz: "Padre santo, guárdalo en tu nombre, a los que tu me diste" [iii]
     Ahora bien: apenas Nos fue dado contemplar, de una sola mirada, desde la altura de la dignidad Apostólica, el curso de los humanos acontecimientos, al ofrecerse a Nuestros ojos la triste situación de la sociedad civil, Nos experimentamos un acerbo dolor. Y ¿cómo podría nuestro corazón de Padre común de todos los hombres dejar de conmoverse profundamente ante el espectáculo que presenta la Europa, y con ella el mundo entero, espectáculo el más atroz y luctuoso que quizá ha registrado la historia de todos los tiempos? Parece que, en realidad, han llegado aquellos días de los que Jesucristo profetizó: "Oiréis hablar de guerra y de rumores de guerra... Se levantará nación contra nación" [iv]. El tristísimo  fantasma de la guerra domina por doquier, y apenas hay otro asunto que ocupe los pensamientos de los hombres. Poderosas y opulentas son las naciones que pelean; por lo cual ¿qué extraño es que, bien provistas de los horrorosos medios que en nuestros tiempos el arte militar ha inventado, se esfuercen en destruirse mutuamente con refinada crueldad? No tienen, por eso, límite ni las ruinas, ni la mortandad; cada día la tierra se empapa con nueva sangre y se llena de muertos y heridos. ¿Quién diría que los que así se combaten tienen un mismo origen, participan de una misma naturaleza, y pertenecen a la misma sociedad humana? ¿Quién les reconocería como hermanos, hijos de un mismo Padre que está en los cielos? Y mientras que de una y ora parte formidables ejércitos pelean furiosamente, las naciones, las familias, los individuos sufren los dolores y miserias que, como triste cortejo, siguen a la guerra. Aumenta sin medida, de día en día, el número de viudas y de huérfanos; se paraliza, por la interrupción de las comunicaciones, el comercio; están abandonados los campos y suspendidas las artes; se encuentran en la estrechez los ricos, en la miseria los pobres, en el luto todos.

3. Que reine la paz
     Nos, conmovido por tan extrema situación, en el principio de Nuestro Supremo Pontificado creímos deber nuestro recoger las últimas palabra de Nuestro Predecesor, Pontífice de Ilustre y santísima memoria, y repitiéndolas, comenzar nuestro apostólico ministerio; y conjuramos con toda vehemencia a los Príncipes y a los gobernantes, a fin de que, considerando cuanta sangre y cuantas lágrimas habían sido derramadas se apresuraren a devolver a los pueblos los soberanos beneficios de la paz.
Y ojalá que por la misericordia de Dios, suceda que, al empezar nuestro oficio de Vicario suyo, resuene cuanto antes el feliz anuncio que los Ángeles cantaron en el Nacimiento  del divino Redentor de los hombres: "Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad" [v]. Que nos escuchen, rogamos, aquellos en cuyas manos están los destinos de los pueblos. Otros medios existen, ciertamente, y otros procedimientos para vindicar los propios derechos si hubiesen sido violados. Acudan a ellos, depuestas en tanto las armas, con leal y sincera voluntad. Es la caridad hacia ellos, y hacia todos los pueblos, no Nuestro propio interés, la que Nos mueve a hablar así. No permitan, pues, se pierda en el vacío esta Nuestra voz de amigo y de Padre.

4.  El mal viene de lejos
     Pero no es solamente la sangrienta guerra actual la que trae a los pueblos en la miseria y a Nos angustiado y solícito. Otro mal funesto ha penetrado hasta las mismas entrañas de la sociedad humana y tiene atemorizados a todos los hombres de sano criterio, ya que por los daños que ha causado y causará en lo futuro a las naciones, ya porque, con toda razón, es considerado como causa de la presente luctuosísima guerra. En efecto, desde que se han dejado de aplicar en el gobierno de los Estados la norma y las prácticas de la sabiduría cristiana, que garantizaban la estabilidad y la tranquilidad del orden, comenzaron,  como no podía menos de suceder, a vacilar sus cimientos las naciones y a producirse tal cambio en las ideas y en las costumbres, que si Dios no lo remedia pronto, parece ya inminente la destrucción de la sociedad humana. He aquí los desórdenes que estamos presenciando: la ausencia de amor mutuo en la comunicación entre los hombres: el desprecio de la autoridad de los que gobiernan; la injusta lucha entre las diversas clases sociales; el ansia ardiente con que son apetecidos los bienes pasajeros y caducos, como si no existiesen otros, y ciertamente mucho más excelentes, propuestos al hombre para que los alcance. En estos cuatro puntos se contienen, según Nuestro parecer, otras tantas causas de las gravísimas perturbaciones que padece la sociedad humana. Todos, por lo tanto, debemos esforzarnos en que por completo desaparezcan, restableciendo los principios del cristianismo, si de veras se intenta poner paz y orden en los intereses comunes.

5. Amaos los unos a los otros
     Pero, en primer lugar, Jesucristo, habiendo descendido de los cielos para restaurar entre los hombres el reino de la paz, destruido por la envidia de Satanás, no quiso apoyarlo sobre otro fundamento que el de la caridad. Por eso repitió tantas veces: Un precepto nuevo os doy: que os améis los unos a los otros [vi]; Este es mi precepto: que os améis los unos a los otros [vii]; Esto os mando: que os améis unos a otros [viii]; como si no tuviese otra misión que la de hacer que los hombres se amasen mutuamente y para conseguirlo, ¿qué género de argumentos dejó de emplear? A todos nos manda levantar los ojos al cielo: Uno solo es vuestro Padre, el que está en los cielos [ix]. A todos, sin distinción de naciones, de lenguas ni de intereses, nos enseña la misma forma de orar: Padre nuestro, que estás en los cielos [x]; es más, afirma que el Padre celestial, al repartir los beneficios naturales, no hace distinción de los méritos de cada uno: Que hace salir el sol sobre malos y buenos y llueve sobre justos e injustos [xi].
     También nos dice, unas veces, que somos hermanos, y otras nos llama hermanos suyos:Todos vosotros sois hermanos [xii]; Para que [su Hijo] sea primogénito entre muchos hermanos [xiii]. y lo que más fuerza tiene para estimularnos en sumo grado a este amor fraternal aun hacia aquellos a quienes nuestra nativa soberbia menosprecia quiere que se reconozca en el más pequeño de los hombres la dignidad de su misma persona: Cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis [xiv]. ¿Qué más? En los últimos momentos de su vida rogó encarecidamente al Padre que todos cuantos en El habían de creer fue sen una sola cosa por el vínculo de la caridad: Como tú, Padre, estás en mí y yo en ti. Finalmente, suspendido de la cruz, derramó su sangre sobre todos nosotros, para que, unidos estrechamente, como formando un solo cuerpo, nos amásemos mutuamente con un amor semejante al que existe entre los miembros de un mismo cuerpo. Pero muy de otra manera sucede en nuestros tiempos. Nunca quizá se habló tanto como en nuestros días de la fraternidad humana; más aún, sin acordarse de las enseñanzas del Evangelio y posponiendo la obra de Cristo y de su Iglesia, no reparan en ponderar este anhelo de fraternidad como uno de los más preciados frutos que la moderna civilización ha producido.

6. La fraternidad ha muerto
     Pero, en realidad, nunca se han tratado los hombres menos fraternalmente que ahora. En extremo crueles son los odios engendrados por la diferencia de razas; más que por las fronteras, los pueblos están divididos por mutuos rencores: en el seno de una misma nación y dentro de los muros de una misma ciudad, las distintas clases sociales son blanco de la recíproca malevolencia; y las relaciones privadas se regulan por el egoísmo, con vertido en ley suprema. Ya veis, venerables hermanos, cuán necesario es procurar con todo empeño que la caridad de Jesucristo torne a reinar entre los hombres. Este será siempre nuestro ideal, y ésta la labor propia de nuestro pontificado. Y os exhortamos a que éste sea también vuestro anhelo. No cesaremos de inculcar en los ánimos de los hombres y de poner en práctica aquello del apóstol San Juan: Amémonos mutuamente [xv]. Excelentes son, es cierto, y sobremanera recomendables, los institutos benéficos que tanto abundan en nuestros días; mas téngase en cuenta que entonces resultan de verdadera utilidad cuando prácticamente contribuyen de algún modo a fomentar en las almas la verdadera caridad hacia Dios y hacia los prójimos; pero, si nada de esto consiguen, son inútiles, porque el que no ama permanece en la muerte [xvi].

7. El desprecio de la autoridad de los gobernantes
     Dejamos dicho que otra causa del general desorden consiste en que ya no es respetada la autoridad de los que gobiernan. Porque, desde el momento que se quiso atribuir el origen de toda humana potestad, no a Dios, Creador y dueño de todas las cosas, sino a la libre voluntad de los hombres, los vínculos de mutua obligación que deben existir entre los superiores y los súbditos se han aflojado hasta el punto de que casi han llegado a desaparecer. Pues el inmoderado deseo de libertad, unido a la contumacia, poco a poco lo ha invadido todo, y no ha respetado siquiera la sociedad doméstica, cuya potestad es más clara que la luz meridiana que arranca de la misma naturaleza; y, lo que todavía es más doloroso, ha llegado a penetrar hasta en el recinto mismo del Santuario. De aquí proviene el desprecio de las leyes; de aquí las agitaciones populares, de aquí la petulancia en censurar todo lo que es mandado, de aquí los monstruosos crímenes de aquellos que, confesando que carecen de toda ley, no respetan ni los bienes ni las vidas de los demás.
     Ante semejante desenfreno en el pensar y en el obrar, que destruye la constitución de la sociedad humana, Nos, a quien ha sido divinamente confiado el magisterio de la verdad, no podemos en modo alguno callar, y recordamos a los pueblos aquella doctrina que no puede ser cambiada por el capricho de los hombres: No hay autoridad sino por Dios, y las que hay, por Dios han sido ordenadas [xvii]. Por tanto, toda autoridad existente entre los hombres, ya sea soberana o subalterna, es divina en su origen. Por esto San Pablo enseña que a los que están investidos de autoridad se les ha de obedecer, no de cualquier modo, sino religiosamente, por obligación de conciencia, a no ser que manden algo que sea contrario a las divinas leyes: Es preciso someterse no sólo por temor del castigo, sino también por conciencia [xviii]. Concuerdan con estas palabras de San Pablo aquellas otras del mismo Príncipe de los Apóstoles : Por amor del Señor estad sujetos a toda autoridad humana: ya al emperador, como soberano; ya a los gobernantes, como delegados suyos... [xix]. De donde colige el Apóstol de las Gentes que quien resiste con contumacia al legítimo gobernante, a Dios resiste, y se hace reo de las eternas penas: De suerte que quien resiste a la autoridad resiste a la disposición de Dios, y los que la resisten se atraen sobre sí la condenación [xx].

8. La Religión de Cristo apoya la autoridad civil
     Recuerden esto los príncipes y los que gobiernan a los pueblos, y consideren si es prudente y saludable consejo, tanto para el poder público como para los ciudadanos, apartarse de la santa religión de Jesucristo, que tanta fuerza y consistencia presta a la humana autoridad. Mediten una y otra vez si es medida de sabia política querer prescindir de la doctrina del Evangelio y de la Iglesia en el mantenimiento del orden social y en la pública instrucción de la juventud. Harto nos demuestra la experiencia que la autoridad de los hombres perece allí donde la religión es desterrada. Suele de hecho acontecer a las naciones lo que acaeció a nuestro primer padre al punto que hubo pecado. Así como en éste, apenas la voluntad se hubo apartado de la de Dios, las pasiones desenfrenadas rechazaron el imperio de la voluntad, así también, cuando los que gobiernan los Estados desprecian la autoridad de Dios, suelen los pueblos burlarse de la de ellos. Les queda, es verdad, la fuerza, y de ella acostumbran usar, para sofocar las rebeliones; pero ¿con qué provecho? Por la violencia se sujetan los cuerpos, mas no los espíritus.

9. Los pobres contra los ricos
     Suelto, pues, o aflojado aquel doble vínculo de cohesión de todo cuerpo social, a saber, la unión de los miembros entre sí, por la mutua caridad, y de los miembros con la cabeza, por el acatamiento de la autoridad ¿quién se maravillará con razón, Venerables Hermanos, de que la actual sociedad humana aparezca dividida en dos grandes bandos que luchan entre sí despiadadamente y sin descanso?
     Frente a los que la suerte, o la propia actividad ha dotado de bienes de fortuna, están los proletarios y obreros, ardiendo de odio, porque participando de la misma naturaleza de ellos, no gozan sin embargo, de la misma condición. Naturalmente una vez infatuados como están por las falacias de los agitadores, a cuyo influjo por entero suelen someterse, ¿quién será capaz de persuadirlos que no por que los hombres sean iguales en naturaleza, han de ocupar el mismo puesto en la vida social; sino que cada cual tendrá aquél que adquirió con su conducta, si las circunstancias no le son adversas? Así, pues, los pobres que luchan contra los ricos como si éstos hubieran usurpado ajenos bienes, obran no solamente contra la justicia y la caridad, sino también contra la razón; sobre todo, pudiendo ellos, si quieren, con una honrada perseverancia en el trabajo, mejorar su propia fortuna. Cuáles y cuantos perjuicios acarree esta lucha de clases, tanto a los individuos en particular como a la sociedad en general, no hay necesidad de declararlo; todos estamos viendo y deplorando las frecuentes huelgas, en las cuales suele quedar repentinamente paralizado el curso de la vida pública y social, hasta en los oficios de más imprescindible necesidad; e  igualmente, esas amenazadoras revueltas y tumultos, en los que con frecuencia se llega al empleo de las armas y al derramamiento de sangre.

10. Utopías socialistas
     No Nos parece necesario repetir ahora los argumentos que prueban hasta la evidencia lo absurdo del socialismo y de otros semejantes errores. Ya lo hizo sapientísimamente León XIII Nuestro Predecesor, en memorables Encíclicas; y vosotros, Venerables Hermanos, cuidaréis con vuestra diligencia de que tan importantes enseñanzas no caigan en el olvido, sino que sean sabiamente ilustradas e inculcadas, según la necesidad lo requiera, en las asambleas y reuniones de los católicos, en la predicación sagrada y en las publicaciones católicas. Pero de un modo especial, y no dudamos repetirlo, procuraremos con toda suerte de argumentos suministrados por el Evangelio, por la misma naturaleza del hombre, y los intereses públicos y privados, exhortar a todos a que, ajustándose a la ley divina de la caridad, se amen unos a otros como hermanos. La eficacia de este fraterno amor no consiste en hacer que desaparezca la diversidad de condiciones y de clases, cosa tan imposible como el que en un cuerpo animado todos y cada uno de los miembros tengan el mismo ejercicio y dignidad, sino en que los que estén más altos se abajen, en cierto modo, hasta los inferiores y se porten con ellos, no sólo con toda justicia, como es su obligación, sino también benigna, afable, pacientemente; los humildes a su vez se alegren de la prosperidad y confíen en el apoyo de los poderosos, no, de otra suerte que el hijo menor de una familia se pone bajo la protección y el amparo del de mayor edad.

11. La raíz del mal, la concupiscencia
     Sin embargo, Venerable Hermanos, los males que hasta ahora venimos deplorando tienen una raíz más profunda y si para extirparla no se aúnan los esfuerzos de los buenos, en vano esperaremos lograr aquello que todos ciertamente anhelamos , es a saber, la tranquilidad estable y duradera de la vida social. Cual sea esta raíz lo declara el Apóstol: "La raíz de todos los males es la concupiscencia" [xxi]. Porque, si bien se considera, los males que ahora sufre la sociedad humana nacen de esta raíz. Pues cuando en escuelas perversas se moldea como cera la edad infantil, y con la malicia de ciertos escritos, diaria o periódicamente se forma la mente de la multitud inexperta, y con otros semejantes medios es dirigida la opinión pública; cuando, decimos, se ha introducido en los ánimos el funestisimo error de que el hombre no ha de esperar un estado de eterna felicidad, sino que aquí abajo puede ser dichoso con el goce de las riquezas, d los honores, de los placeres de esta vida, nadie se maravillará de que estos hombres, naturalmente inclinados a la felicidad, con la misma violencia con que se lanzan a la conquista de tales bienes, rechacen todo aquello que retarda o impide su consecución. Mas, porque estos bienes no están distribuidos por igual entre todos, y a la autoridad pública toca impedir que la libertad individual traspase los límites y se apodere de lo ajeno, de aquí nace el odio contra la autoridad, y la envidia de los desheredados de la fortuna contra los ricos, y las luchas y contiendas mutuas entre las diversas clases de ciudadanos esforzándose los unos por obtener, a toda costa, aquello de que carecen, y los otros por conservar, y aún aumentar lo que ya poseen.

12. Las bienaventuranzas de Cristo
     Previendo Jesucristo, Señor Nuestro, semejante estado de cosas, explicó en aquel sublime sermón de la montaña cuáles eran las verdaderas bienaventuranzas del hombre sobre la tierra, y puso, por decirlo así, los fundamentos de la filosofía. Teles enseñanzas, aun a los hombres más adversos a la fe pareció que contenían una sabiduría singular y perfectísima doctrina así moral como religiosa; y ciertamente todos convienen en reconocer que nadie, antes de Cristo, que es la misma Verdad, había enseñado jamás cosa parecida en esta materia, ni con tanta gravedad y autoridad, ni con tan elevados y amorosos sentimientos.
     La índole secreta e íntima de esta filosofía consiste en que los llamados bienes de esta vida tienen la apariencia de bien, pero no la eficacia; y por lo mismo, no son tales que su goce pueda hacer feliz al hombre. Pues, según la palabra de Dios, tan lejos está que las riquezas, la gloria, los placeres, hagan feliz al hombre, que si quiere serlo de veras debe por amor de Dios, privarse de los mismos: “Bienaventurados los pobres... bienaventurados cuando los hombres os aborrezcan, y excomulgándoos os maldigan y proscriban vuestro nombre como malo" [xxii]. Es decir, que por medio de los dolores, adversidades y miserias de esta vida, si las soportamos con paciencia, como debemos, nosotros mismos nos abrimos paso hacia aquellos bienes verdaderos y eternos, "lo que Dios ha preparado para los que le aman" [xxiii]. Sin embargo, muchos descuidan tan importantes enseñanzas de la fe, y muchos las han olvidado por completo. 

13. Manos a la obra por el premio eterno
     Es necesario pues, Venerables Hermanos, renovar según ellas todos los corazones. No de otra suerte lograrán la paz los hombres, ni la sociedad humana. Exhortamos, por tanto, a los que padecen cualquier adversidad, a que no fijen sus miradas en la tierra, en la cual no somos más que peregrinos, sino que la levanten al cielo a donde nos encaminamos: "no tenemos aquí morada permanente, sino que anhelamos la futura" [xxiv]. Y en medio de las adversidades con las que Dios prueba la constancia en su divino servicio, consideren con frecuencia que premio les está reservado para cuando salgan vencedores de esta lucha. "Pues por la momentánea y ligera tribulación nos prepara un peso eterno de gloria incalculable"[xxv]. Finalmente, el dedicarse con todo empeño y esfuerzo a que reconozca en los hombres la fe en las verdades sobrenaturales, y asimismo, el aprecio, el deseo y la esperanza de los bienes, eternos, debe ser vuestro principal empeño, Venerables Hermanos, así como también el del Clero y el de todos los nuestros, que, unidos en varias asociaciones, procuran promover la gloria de Dios y el verdadero bien común. Porque a medida que esta fe crezca entre los hombres, decrecerá en ellos el afán inmoderado de alcanzar los fingidos bienes de la tierra, y renaciendo a la caridad, gradualmente cesarán las luchas y contiendas sociales.

14. Algo se ha hecho ya en el campo religioso
     Ahora bien, si, dejando aparte la sociedad civil, volvemos Nuestro pensamiento a considerar las cosas eclesiásticas, tenemos, sin duda, motivos para que Nuestro ánimo, herido por la general calamidad de estos tiempos, al menos en parte, reciba algún alivio; pues además de las pruebas, que se presentan clarísimas, de la divina virtud y firmeza de que goza la Iglesia, no pequeño consuelo Nos ofrecen los preclaros frutos que de su activo Pontificado nos dejó Nuestro predecesor Pío X, después de haber ilustrado a la Sede Apostólica con los ejemplos de una vida santa. Vemos, en efecto, por obra suya, inflamado por doquier el espíritu religioso entre los eclesiásticos; despertada la piedad del pueblo cristiano; promovidas en las asociaciones de los católicos la acción y la disciplina; fundadas en unas partes, y multiplicadas en otras, las sedes episcopales; ajustada la educación de la juventud levítica conforme a la exigencia de los cánones, y, en cuanto es necesario, a la condición de estos tiempos; alejados de la enseñanza de las ciencias sagradas los peligros de temerarias innovaciones; el arte musical, obligado a servir dignamente a la majestad de las funciones sagradas; y aumentando el decoro de la Liturgia y propagando extensamente el nombre cristiano con nuevas misiones de predicadores evangélicos.
     Son estos realmente, grandes méritos de Nuestro Antecesor para con la Iglesia, de los cuales conservará grata memoria la posteridad. Sin embargo, como quiera que el campo del Padre de familias, por permisión divina, está siempre expuesto a la malicia del hombre enemigo, jamás sucederá que no deba trabajarse en él para que la abundante cizaña no sofoque la buena mies. Por lo tanto, teniendo como dicho también a Nosotros, lo que Dios dijo al Profeta: "Sobre pueblos y reinos hoy te doy poder de arrancar y arruinar... de edificar, levantar y plantar" [xxvi], por Nuestra parte, tendremos sumo cuidado en alejar cualquier mal y promover el bien hasta que plazca al Príncipe de los Pastores pedirnos cuenta de nuestro ministerio.
     Y ahora, Venerables Hermanos, al dirigirnos por medio de esta primera Encíclica, creemos conveniente indicar algunos puntos principales, a los cuales hemos resuelto dedicar Nuestro especial cuidado; así, procurando vosotros secundar con vuestro celo Nuestros designios, se obtendrán más pronto los frutos deseados.

15. Unión y concordia
     Y ante todo, como quiera que en toda sociedad de hombres, sea cualquiera el motivo por el que se han asociado, lo primero que se requiere para el éxito de la acción común, es la unión y concordia de los ánimos, Nos procuraremos resueltamente que cesen las disensiones y discordias que hay entre los católicos y que no nazcan en otros en lo sucesivo; de tal manera, que entre los católicos no haya más que un solo sentir y un solo obrar. Saben bien los enemigos de Dios y de la Iglesia que cualquiera disensión de los nuestros en la lucha es para ellos una victoria; por lo que, cuando ven a los católicos más unidos, entonces emplean la antigua táctica de sembrar astutamente la semilla de la discordia, esforzándose por deshacer la unión. ¡Ojalá que semejante táctica no les hubiese proporcionado tan frecuentemente el éxito apetecido, con tanto daño de la Religión! Así, pues, cuando la potestad legítima mandare algo, a nadie sea lícito quebrantar el precepto por la sola razón de que no lo aprueba, sino que todos sometan su parecer a la autoridad de aquel al cual están sujetos, y le obedezcan por deber de conciencia. Igualmente ninguna persona privada se tenga por maestra en la Iglesia, ya cuando publique libros o periódicos, ya cuando pronuncie discursos en público. Saben todos a quien ha confiado Dios el magisterio de la Iglesia; a sólo éste, pues, se deje el derecho de hablar como le parezca y cuando quiera. Los demás tienen el deber de escucharlo y obedecerlo devotamente. Mas en aquellas cosas sobre las cuales, salvo la fe y la disciplina, no habiendo emitido su juicio la Sede Apostólica, se puede disputar por ambas partes, a todos es lícito manifestar y defender lo que opinan. Pero en estas disputas húyase de toda intemperancia de lenguaje que pueda causar grave ofensa a la caridad; cada uno defienda su opinión con libertad, pero con moderación, y no crea serle lícito acusar a los contrarios, sólo por esta causa, de fe sospechosa o de falta de disciplina. Motes indebidos que deben evitarse.
     Queremos también que los católicos se abstengan de usar aquellos apelativos que recientemente se han introducido para distinguir unos católicos de otros, y que los eviten, no sólo como innovaciones profanas de palabras, que no están conformes con la verdad ni con la equidad, sino también porque de ahí se sigue grande perturbación y confusión entre los mismos. La fe católica es de tal índole y naturaleza, que nada se le puede añadir ni quitar: o se profesa por entero o se rechaza por entero: "Esta es la fe católica; y quien no la creyere firme y fielmente no podrá salvarse" [xxvii]. No hay, pues, necesidad de añadir calificativos para significar la profesión católica; bástale a cada uno esta profesión: Cristiano es mi nombre, católico, mi apellido; procure tan sólo se en efecto aquello que dice.

16. Exhortación a los que disminuyan la fe o se engrían. Modernismo
     Por lo demás, a los nuestros que se han consagrado a la utilidad común de la causa católica, pide hoy la Iglesia otra cosa muy distinta que insistir por más tiempo en cuestiones de las cuales ninguna utilidad se sigue; pide que con todo esfuerzo procuren conservar la fe íntegra y libre de toda sombra de error, siguiendo especialmente la huellas de Aquel a quien Cristo ha constituido guardián e intérprete de la verdad. También hay, y no pocos, quienes como dice el Apóstol: "No sufrirán la sana doctrina y deseosos de novedades... apartarán los oídos de la verdad para volverlos a las fábulas" [xxviii]. En efecto, orgullosos y engreídos por la gran estima que tienen del entendimiento humano, el cual ciertamente, por permisión divina, ha hecho increíbles progresos en el estudio d la naturaleza, algunos, anteponiendo su propio juicio a la autoridad de la Iglesia, llevaron a tal punto su temeridad que no dudaron en medir con su inteligencia aun los mismos secretos misterios de Dios, y cuanto ha revelado al hombre, y de acomodarlos a la manera de pensar de estos tiempos. Así se engendraron los monstruosos errores del Modernismo, que Nuestro Antecesor llamó justamente síntesis de todas las herejías, y condenó solemnemente. Nos, Venerables Hermanos, renovamos aquí esta condenación en toda su extensión; y dado que tan pestífero contagio no ha sido aún enteramente atajado, sino que todavía se manifiesta acá y allá, aunque solapadamente. Nos exhortamos a que con sumo cuidado se guarde cada uno del peligro de contraerlo. Pues de esta peste bien puede afirmarse lo que Job había dicho de otra cosa: "Fuego que devora hasta la destrucción y que consume toda mi hacienda" [xxix]. Y no solamente deseamos que los católicos se guarden de los errores de los modernistas, sino también de sus tendencias, o del espíritu modernista, como suele decirse: el que queda inficionado de este espíritu rechaza con desdén todo lo que sabe a antigüedad, y busca, con avidez la novedad en todas las  cosas divinas, en la celebración del culto sagrado, en las instituciones católicas, y hasta en el ejercicio privado de la piedad. Queremos, por tanto, que sea respetada aquella ley de Nuestros mayores: Nihil innovetur nisi quod traditum est,"Nada se innove sino lo que se ha trasmitido"; la cual, si por una parte ha de ser observada inviolablemente en las cosas de fe, por otra, sin embargo, debe servir de norma para todo aquello que pueda sufrir mutación, si bien, aun en esto vale generalmente la regla: Non nova, sed noviter, "No cosas nuevas sino de un modo nuevo".  

17. Estímulo a las asociaciones
     Ya que, Venerables Hermanos, para profesar abiertamente la fe católica y para vivir de manera conveniente a la misma fe, los hombres suelen ser estimulados principalmente con fraternales exhortaciones y con mutuos ejemplos, por eso, Nos complace sobremanera que sean tomadas de continuo nuevas asociaciones católicas. Y no sólo deseamos que dichas asociaciones crezcan, sino que también queremos que florezcan  por Nuestra protección y por Nuestro favor, y florecerán, sin duda, con tal que se acomoden constante, y fielmente a las prescripciones que esta Sede Apostólica ha dado ya, o diere en adelante. Así, pues, todos aquellos que, tomando parte en estas asociaciones, trabajan por Dios y por la Iglesia, nunca olviden lo que dice la Sabiduría: "El Hombre obediente conquistará victorias" [xxx] porque si no obedecieren a Dios por el obsequio hacia la Cabeza de la Iglesia, tampoco merecerán el auxilio divino, y trabajarán en vano.

18. Una mirada al clero y las vocaciones
     Mas, para que todas estas cosas sean llevadas a cabo, con el feliz resultado que apetecemos, sabéis muy bien, Venerables Hermanos, que es necesaria la cooperación asidua y prudente de aquellos a quienes Cristo Señor Nuestro envió como operarios a su mies, esto es, del clero. Por lo cual entenderéis que vuestro primer cuidado debe ser fomentar la santidad conveniente a su estado en el clero que ya tenéis, y formar dignamente para un oficio tan santo, con la más esmerada educación, a los alumnos del Santuario. Y aunque vuestra diligencia no tiene necesidad de estímulo, os exhortamos y os conjuramos a que queráis cumplir este deber con el mayor interés posible; porque se trata de cosa tan importante, que no hay otra de mayor interés para el bien de la Iglesia; pero, como quiera que ya Nuestro Antecesores de s. m. León XIII y Pío X hayan tratado esto de propósito, Nos no tenemos nada que añadir. Solamente ansiamos que los documentos de tan sabios Pontífices, y principalmente la Exhortatio ad clerum de Pío X, con el auxilio de vuestras exhortaciones, no caigan jamás en olvido, sino que sean escrupulosamente observadas.

19. Sumisión a nuestros superiores
     Una cosa hay sin embargo, que no debe pasarse en silencio: y es que queremos recordar a todos cuantos sacerdotes hay en el mundo, como hijos Nuestros muy amados, que es absolutamente necesario, ya para su propia santificación, ya para el fruto del ministerio sagrado, que esté cada uno estrechamente unido y enteramente adicto a su propio Obispo. Por cierto que, como arriba deploramos, no todos los ministros del Santuario están libres de insubordinación y de independencia, tan corriente en estos tiempos; ni sucede rara vez a los Pastores de la Iglesia, encontrar dolor y contradicción allí donde con derecho hubiesen esperado consuelo y ayuda. Ahora bien, los que tan desgraciadamente abandonan su deber, reflexionen una y otra vez que es divina la autoridad de aquellos a los cuales: "El Espíritu Santo ha constituido a los Obispos para que gobiernen la Iglesia de Dios" [xxxi]. Y que, si, como hemos visto, resisten a Dios los que resisten a cualquier potestad legítima, mucho más irreverente es la conducta d aquellos que rehúsan obedecer a los Obispos, a los cuales ha consagrado Dios con el sello de su potestad: Cum charitas, así escribía el santo mártir Ignacio, non sinnat me tacere de vobis, propterea anteverti vos admonere, ut unanimi sitis in sententia Dei. Etenim Jesus Christus, inseparabilis a nostra vita, sententia Patris est, ut et Episcopi per tractus terrae constituti, in sententia Patris sunt. Unde decet vos Episcopi sententiam concurrere [xxxii]. Y como habló aquel mártir ilustre, así hablaron en todos los tiempos, los Padres y Doctores de la Iglesia. Añádase que ya es demasiado pesada la carga que llevan los Obispos, aun por la misma dificultad que ofrecen estos tiempos, y que es más grave todavía la ansiedad en que viven por la salud del rebaño que les ha sido confiado: "Obedeced a vuestros pastores y estadles sujetos que ellos velan sobre vuestras almas" [xxxiii]. ¿No han de llamarse crueles los que, negando el obsequio debido, aumentan esta carga y esta ansiedad? Esto no es conveniente, diría a los tales el Apóstol, porque,Ecclesia est plebs sacerdoti adunata, et pastori suo grex adhaerens [xxxiv]; de lo cual se sigue que no está con la Iglesia aquel que no está con el Obispo.

20. Que termine la guerra y la cuestión romana
     Y ahora, Venerables Hermanos, al terminar esta carta, Nuestro corazón vuelve al mismo punto por donde empezásemos a escribir; y pedimos de nuevo, con fervientes e insistentes votos, el fin de esta desastrosísima guerra, tanto para el bien de la sociedad, como el de la Iglesia; de la sociedad, para que, obtenida la paz, progrese verdaderamente en todo género de cultura: de la Iglesia de Jesucristo, para que, libre ya de ulteriores impedimentos, siga llevando a los hombres el consuelo y la salvación hasta los últimos confines de la tierra. Desde hace mucho tiempo la Iglesia no goza de aquella independencia que necesita, esto es, desde que su cabeza, el Pontífice Romano, empezó a carecer de aquel auxilio que por disposición de la divina Providencia, en el transcurso de los siglos, había obtenidos para defensa de su libertad. Quitado este auxilio, sobrevino, como no podía menos, una grave perturbación entre los católicos; porque cuantos se profesan hijos del Romano Pontífice, todos, así los que están cerca como los que están lejos, exigen con pleno derecho, que no pueda ponerse duda que el Padre común de todos, en el ejercicio del ministerio apostólico, sea verdaderamente, ya así mismo aparezca, libre de todo poder humano.

21. La libertad de la Iglesia
     Por lo tanto, mientras hacemos fervientes votos para que renazca la paz entre todas las naciones, deseamos, también que cese para la Cabeza de la Iglesia esta situación anormal que daña gravemente, por más de una razón, a la misma tranquilidad de los pueblos. Contra tal estado de cosas, Nos renovamos las protestas que Nuestros Predecesores hicieron repetidas veces, movidos, no por intereses humanos, sino por la santidad del deber; y las renovamos por las mismas causas, para defender los derechos y la dignidad de la Sede Apostólica.
Oración por la paz
     Finalmente, Venerables Hermanos, ya que están en la mano de Dios los corazones de los príncipes y de todos aquellos que pueden dar fin a las atrocidades y a los daños de que hemos hecho mención, levantemos a Dios nuestra voz suplicante, y clamemos: Da pacem, Domine, in diebus nostris. "Da paz, Señor en nuestros días". Aquel que dijo de sí: "Soy yo, Jehová, yo doy la paz" [xxxv], aplacado por nuestros ruegos, quiera sosegar cuanto antes las olas tempestuosas que agitan a la sociedad civil y a la religiosa. Séanos propicia la bienaventurada Virgen que engendró a Aquel que es Príncipe de la paz y acoja bajo su maternal protección Nuestra humilde Persona, Nuestro ministerio Pontifical, la Iglesia, y con ésta las almas de todos los hombres, redimidos con la sangre de su Hijo.
Bendición final
     Como prenda de los dones celestiales y en testimonio de Nuestra benevolencia, Venerables Hermanos, os damos de todo corazón la bendición apostólica a vosotros, a vuestro clero y a vuestro pueblo.
     Dado en Roma, junto a San Pedro, en la fiesta de Todos los Santos, día 1º de Noviembre del año 1914, primero de Nuestro Pontificado. 
Benedicto Papa XV. 
                                                                
[i] Juan 21, 15-17.
[ii] Juan 10, 16.
[iii] Juan 17, 11.
[iv] Mat. 24, 6-7.
[v] Luc. 2, 14.
[vi] Io. 13, 34.
[vii] Io.15,12.
[viii] Io. 15, 17.
[ix] Mt. 23, 9.
[x] Mt. 6, 9.
[xi] Mt. 5, 45.
[xii] Mat., 23, 8
[xiii] Rom. 8, 20.
[xiv] Mt. 25, 40.
[xv]  I Io. 3, 23
[xvi] I Io. 3, 14.
[xvii] Rom. 13, 1.
[xviii] Rom. 13, 5.
[xix]1 Pet. 2, 13-14.
[xx] Rom. 13, 2
[xxi] I Tim. 6, 10.
[xxii] Luc. 6, 20-22.
[xxiii] I Cor. 2, 9.
[xxiv] Hebr. 13, 13. 
[xxv] II Cor. 4, 17.
[xxvi] Jerem., 1, 10
[xxvii] Simb. Atanasiano.
[xxviii] II Tim. 4, 3-4.
[xxix] Job 31, 12.
[xxx] Prov. 21, 28.
[xxxi] Act. 20, 28.
[xxxii] In Epist. ad Ephes. 3 "Por cuanto la caridad no me permite callar tratándose de vosotros, me propuse exhortaros a que caminéis unánimes en la voluntad de Dios. Pues, también Cristo, inseparable de nuestra vida es la voluntad del Padre, como también los obispos que están constituidos hasta los confines de la tierra están en la voluntad de Dios. Por eso, os corresponde caminar según la voluntad del Obispo".
[xxxiii] Hebr. 13, 17.
[xxxiv] S. Cypr., "Florentio cui et Puppiano ep. 66" (al. 69) "La Iglesia es el pueblo unido al sacerdote y la grey que ama a su pastor".
[xxxv] Isaías 45, 6-7.